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Full text of "Andres Lamas 1903 El Escudo De Armas"

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EL ESCUDO DE ARMAS 
DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 

_____ 

00 6030 

El Escudo de Armas 


DE LA 


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CIUDAD DE MONTEVIDEO 


ESTUDIO HISTÓRICO DEL Dn. DON ANDRÉS LAMAS 
Y DOCUMENTOS Á QUE DIÓ MÉRITO 



1 MONTEVIDEO 

TALLERES DE A. BARREIRO Y RAMOS 
C A I, J, K cerho, SIÍMEKO 61 

; 1908 

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ESTUDIO SOBRE LOS ESCUDOS DE ARMAS 


DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 

! 

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Sobre el primer Escudo de Armas de la ciudad de Monte- 
video, no se conoce ningún documento escrito originario ó 
fehaciente ; y esto mismo sucede respecto á la ciudad de Bue- 
nos Aires. 

Pero si esta falta, que todavía no puede declararse irrepa- 
¡ rabie, no nos permite, al menos por ahora, establecer la fecha 
! y los términos de las respectivas concesiones, tenemos los 
j; Escudos de Armas de las dos ciudades, trasmitidos auténti- 
: camente y perpetuados por sus antiguos cabildos en las di- 

i j versas medallas conmemorativas que fundieron ó acuñaron 
i j en la época colonial* 

! í La primera medalla de Montevideo de que se tiene noticia 
conmemora la jura del rey Garlos IY ; y su descripción es la 
siguiente : 

Anverso : Leyenda — carolus iv. hisp. et. ind. rex. — En 
¡ el campo y Busto laureado, de frente, 

j Reverso; Leyenda — proclamatus, in. Montevideo, 1789. — 

| En el campo , el Cerro ; en su cima, un castillo con tres torres ; 


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¡ : á su pie el mar: — en una cinta, la inscripción: castilla es 

| MI CORONA. 

Módulo: 0.32 de metro de diámetro. Peso: 17.5 gramos. 

¡ Los metales empleados en esta medalla, como en todas las 
de las juras de los reyes de España en el Pío de la Plata, 
fueron: para las generales, la plata, y para las excepcionales 
! destinadas á encumbrados personajes, el oro. 

!j Conozco ejemplares de oro y de plata de esta nuestra pri- 
I; mera medalla, lo que ya indica que no es tan extremadamente 
rara como se supone en un libro impreso en Montevideo, en que 
de ella se dio noticia. En mi colección existen tres ejemplares. 

La jura de Femando VII, que se verificó en Montevideo i 
i el día 12 de agosto de 1808, — segundo aniversario de la re- 
conquista de Buenos Aires, — fue conmemorada con diversas | 
| ¡ medallas en Montevideo y en otros pueblos de la jurisdicción 
|Í de su gobierno. Eu mi colección existen, conmemorando esa j 
;j jura, seis medallas distintas: tres de la ciudad de Montevideo ¡ 
y una de la marina de su .apostadero ; una de la Colonia del 
Sacramento, de la que tengo un ejemplar en oro y otro en 
; plata; una de Santo Domingo Soriano, y una de Mald onado, 
j De una de estas madallas montevideanos de ] 808, se en- 
1 mientra un ejemplar en el museo de Buenos Aires; pero de 
todas las otras de ese año, que dejo enumeradas, no conozco 
más ejemplares que los que poseo en mi colección, y que, se- 
gún don Pedro de Angelis, de quien los adquirí por compra, 
pertenecieron al señor clon José de Araújo, diligente colec- 
cionista ele la época colonial. 

! De las cuatro de Montevideo, la oficial del Cabildo, y otra 
, pequeña que, según el señor Araújo «fue arrojada desde el 
j » tablado de la plaza principal en el acto de la proclamación, 

: » cuando se batía á los cuatro vientos el Estandarte Real», — 

¡ tienen el Escudo de Armas de la ciudad. 

La del Cabildo, que es la que reviste carácter oficial, poi- 
que era el Cabildo el que presidía y ejecutaba como repre- 
sentante de la ciudad el acto que la medalla conmemora, 
difiere, como va á verse, de la de la jura de Carlos IV en la 
¡ inscripción de la cinta desplegada sobre el Cerro. 


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; el escudo de armas de la ciudad de Montevideo 7 

— En el anverso , tiene esta leyenda: — fernad. vil s. r. et. j 
ind. rex. — En el campo — Busto laureado, de frente. j 

— En el reverso: proclamatus. in. Montevideo. 1808. — En 
I d campo — El Cerro: en su cima, un .castillo con tres torres; 

| á su pie, el mar; en una cinta la inscripción: Fernando vii. ' i 

; (En el diámetro y en el peso, difiere poquísimo de la de la j 

• jura de Carlos IV). 

La otra medalla, muclio más pequeña, tiene en el anverso \ 
j el busto del rey, de perfil, y el año 1808. : 

| En el reverso } el Cerro; en su cima un castillo; al pie el ; 

| mar; en la cinta la inscripción: Fernando, vii. 

| Los escudos de armas de las ciudades les eran concedidos j 
por el rey y en las reales cédulas respectivas se describían con 
minuciosidad, acompañándolas, además, en la mayor parte de 
! los casos, los dibujos coloridos; y les estaba expresamente 
í prohibido á los virreyes, gobernadores y ayuntamientos, ha- ! 

| cer en ellos modificación, agregación ó supresión que no fuera 
previamente autorizada por nueva provisión real. : 

JDe estas disposiciones legales resulta: que los cabildos, que 
: ! tenían el uso de los escudos de armas de las ciudades de que . ; 
eran representantes, estaban obligados á usarlos y á mante- 
nerlos estrictamente ajustados á los términos de la concesión j 
! real, careciendo, en absoluto, de toda facultad para hacer en ] ; 
ellos ninguna innovación, ni aun en los mínimos detalles. ¡i 

En las grandes festividades de las colonias, que eran las del ! 
advenimiento de los reyes, los escudos de armas que se co- ! 
locaban en las decoraciones de las plazas y de los edificios 
públicos solían estar surmontados por divisas ó inscripciones j 
mudables como las circunstancias, como el sentimiento, como j 
i i la inspiración ó el gusto dominante en la época ó en la oca- 
! ! sión; y esas mismas inscripciones se veían en los estandartes : 

| i ó guiones, que también se consideraban decorativos, que se j 
| lucían en el acompañamiento del Pendón Peal ó del Pendón 
1 del Cabildo, no pudiendo tener entrada en estos pendones | 

¡ oficiales las tales inscripciones, como no la tendrían en el ¡ 

i Pabellón Nacional ni en el Escudo de Armas que en la mo* | 
neda representa la soberanía que la emite. 


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En los escudos de las ciudades' suelen encontrarse, aunque 
raramente, motes ó divisas, como las tenían las armas de la 
antigua nobleza y de las Ordenes de Caballería, y como la 
tienen diversos escudos nacionales; el de Inglaterra, por ejem- 
plo, en cuyas armas, contorneadas por la divisa de la Orden 
de la Jarretera: honnt soit qui mal y pense, está colocada de- 
bajo del escudo en una cinta, la divisa real: dieu et mon droit; 
y en el de los Estados Unidos de América, cuya águila sos- 
tiene en su diestra una banderola en que está escrita la di- 
visa: IN PJLURIBUS ÜNUM. 

Pero estas divisas que son la expresión concentrada de un 
sentimiento, de un designio, de una cualidad característica ó 
de una tradición ó suceso histórico, tiene toda la permanen- 
cia del escudo de que hacen parte integrante, del cual no 
pueden ser separadas y dentro del cual no son alterables sino 
en la forma en que puede serlo el escudo mismo, esto es, por 
un acto de soberanía. 

Sentados estos antecedentes legales é históricos, el hecho 
que nos presentan las medallas, — que dejamos descriptas, — 
con que el Cabildo de Montevideo ha conmemorado las juras 
de Carlos IV y de Fernando VII en esa ciudad, le da a las 
inscripciones que ellas contienen carácter mudable ó transi- 
torio y ese carácter las separa y excluye del escudo, porque 
en éste todo es legal mente permanente y ellas son distintas. 

Esta separación que se establece por los antecedentes le- 
gales, también puede considerarse gráficamente indicada por 
la falta de todo contacto, de toda adherencia entre la cinta 
y el escudo. 

Heráldicamente, el grito de guerra ó de armas se colocaba 
en la parte alta del escudo debajo de la corona ó del casco 
de caballero, y la divisa, como la hemos definido, en la parte 
baja; pero los gritos de guerra y las divisas, que no pueden 
escribirse ni colocarse en el aire, se escriben en una bandera 
ó banderola ó en un listón ó cinta, ligadas de algún modo al 
escudo . 

Colocadas las cintas como están en las medallas del Cabildo, 
en el aire, ellas y sus inscripciones pueden ser decorativas ó 


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Eli ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 9 


conmemorativas, pero heráldicamente, no están incorpora- 
das al escudo. 

Si después de lo que queda dicho, todavía pudiera caber 
alguna duda, ella estaría absolutamente desvanecida por la 
¡| Real Cédula de 24 de Abril de 1807, 

! | Esa Real Cédula,— de que nos ocuparemos más adelante, — 

| innovando, para perpetuar la gloría de la ciudad de Monte- 
j video, el escudo de sus armas, dispone que se coloque « sobre 
I d Cerro una corona de olivo, atravesada de otra de las rea- 
les armas, palma y espada» ; y si la cinta de la inscripción 
í hiciera parte del escudo, se habría ocupado de ella para su- 
primirla ó para darle otra colocación, porque no podía que- 
dar arriba de la corona real, ni entre el Cerro y la corona, 
í desde que ésta debía colocarse sobre el Cerro. 

Aunque estas observaciones son concluyentes, agregare- 
mos; l.° que si la inscripción ó leyenda: castilla es mi co- 
rona hubiera hecho parte del escudo de armas de la ciudad, 

I no habría podido ser sustituido sino por una real orden; y 
i 2.° que inscribiéndose en la que la sustituyó el nombre de 1 
! Fernando VII, la real orden sólo podía dictarse en España i 
; ■ después del advenimiento de ese monarca y de la inaugura- ; 
■ ! ción de su gobierno. 

j; El príncipe de Asturias, don Fernando, recibió la corona 
' entre los tumultos de Aranjuez que, desacatando las canas | 

■ de su padre, le arrancaron la abdicación firmada en aquel j 
| i real sitio. 

No hubo Fernando VII sino después' de la noche del 19 de 
Marzo de 1808. 

El nuevo monarca hizo en el día 24 de ese mes, su entrada 
'• en Madrid, á la sazón ocupado por un ejército francés. 

El príncipe Murat, jefe de ese ejército, no se creía autori- 
zado para reconocer la validez de la abdicación de Aranjuez; 
y entretanto, mientras recibía las órdenes de su soberano, 
continuaba considerando y tratando á Carlos IV como rey de j 
! España, el cual, poco después protestó contra la violencia de 
j que había sido víctima. 

! En estas circunstancias, la línica preocupación de Fer- j 


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nando fué propiciarse el reconocimiento de Napoleón, espe- ¡ 
rado a todo momento en España, en Madrid mismo y á cuya 
decisión apelaba tanto el padre como el hijo, constituyéndolo 
I juez de las discusiones de la familia reinante. 

Tan absorbente era esa preocupación, que ella retardó hasta 
! los actos inaugurales del nuevo gobierno. 

Los ejemplares de las reales órdenes para la proclamación 
! y la jura del nuevo rey en sus dominios de América, sólo se 
i extendieron del l.° al 10 de Abril, y precisamente en este úl- 
timo día salía Fernando de Madrid. para emprender el mala- 
j¡ venturado viaje que lo condujo á Bayona, donde su padre le 
exigió la devolución de la corona, que el desdorado anciano 
i entregaba á Napoleón. 

Esas reales órdenes, que fueron las únicas que expidió para 
América el Gobierno del nuevo monarca, antes de la acefalía 
que produjo su salida de Madrid, llegaron al Río de la Plata 
á bordo de la barca « Santo Cristo del Grao » que fondeó en 
el puerto de Montevideo el 25 de Julio de 1808. 

Con ellas no recibió ni podía recibir el Cabildo nada que 
se refiriese al Escudo de Armas de la Ciudad, respecto clel 
cual ni siquiera tenía noticia de las gracias que le estaban 
concedidas desde el mes de Abril del año anterior. 

La tramitación de la real cédula que las contenía, había- 
si do suspendida en Madrid por la noticia de la ocupación de 
la plaza de Montevideo por los ingleses; y aunque en los pri- 
; meros meses de 1808 habían vuelto á ocuparse de ella, la pa- 
¡ ralizaron de nuevo los trastornos administrativos y persona- 
les ocasionados por los sucesos de Aran juez. 

La misma correspondencia de los diputados que el Cabildo 
tenía en la Corte, quedó interrumpida; y, según consta por 
¡ las instruccionas que se le dieron á .don José Raimundo Gue- 
rra al enviarlo á España como apoderado de la Junta de Go- 
bierno y del Cabildo, en 26 de Octubre de 1808 todavía no era 
conocida en Montevideo la real cédula de 24 de Abril de 1807. 

Desde que el Cabildo no había recibido ese documento, el 
Escudo de Armas de la medalla oficial de la jura de Fer- 
nando Y II en 12 de Agosto de 1808 tenía que ser, como es, 


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lili ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 11 


exactamente el mismo que se encuentra en la medalla de 
Garlos IV, porque no le era permitido innovarlo, ni aun en lo 
t más accesorio, sin previa y expresa determinación ó autori- 
zación del poder soberano que lo había concedido. 

Si respetando el Escudo, que le era intocable, se cambió la. 
inscripción de la cinta que en las mencionadas medallas se 
encuentra colocada, sobre el Cerro, pero en el aire, sin to- 
carlo, es porque no hacía parte del Escudo. Pertenecía á las 
medallas, y en ellas podía expresar el Cabildo el sentimiento j 
dominante en el acto que conmemoraban. 

El nombre de Fernando VII que se encuentra en la me- \ 
dalla de su jura sin hacer parte ni legal ni heráldicamente 
!¡ del Escudo de Montevideo, ni del de ninguna otra ciudad, 

¡ • era, en la época de esas medallas, la expresión del sentimiento, 
ji profundamente lastimado, de una nacionalidad viril y pun- 
donorosa 

¡ La heroicidad del pueblo español, dominado por ese sentí- ; 

miento, contrastaba y rescataba la flaqueza de sus reyes. ¡ 

¡ El día l.° de Mayo de 1808, Fernando renunciaba en el 
! palacio francés de Bayona la corona que había recibido en 
Aran juez ; y en ese mismo día, al grito de « ¡ viva Fernan- 
do VII! » el príncipe Murat y su brillante séquito eran cubier- i 
j : tos de dicterios y silbidos al cruzar por la puerta del Sol; y ¡ 
! i el día 2, cuando Carlos IV firmaba con mano temblorosa, la 
carta en que le decía á Fernando, que, «todo debía hacerse 
| por el pueblo y nada por él» 7 el pueblo de Madrid tomaba la 
iniciativa de todo cuanto le cabía hacer á la hidalguía y al 
patriotismo español, protestando esforzadamente con las ar- 
mas contra el predominio y las imposiciones de la fuerza 
| extranjera. 

Desde el 2 de Mayo, de imperecedera memoria, el nombre 
de Fernando VII fue el grito de guerra que le era declarada 
ai avasallador de la Europa entera hasta por las más abiertas 
é inermes poblaciones de la península ibérica. 

Ese grito, que fué en verdad, esencialmente popular y que j 
| por serlo, está asociado en la historia de aquellos tiempos, \ 
• tanto en España como en sus colonias americanas, á la rei- 


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vindicación de la libertad, tenía en Montevideo una doble 
significación en los días en que allí se proclamaba y juraba 
á Fernando VIL 

El gobernador don Francisco Xavier Elío y el Cabildo, no 
confiaban ó aparentaban no confiar en la lealtad del virrey j 
don Santiago Liniers, por su nacionalidad de origen, y por- 
que al comunicar á Napoleón la reconquista de Buenos Ai- ; 

! res en 12 de agosto de 1806 le había declarado « que conser- ¡ 

vaba, á pesar de la distancia y del tiempo, los sentimientos | 
i de un verdadero francés ». 

! Y esa desconfianza, real ó aparente/ con que cohonestaban 
el acto de verificar la jura el 12 de Agosto cuando el virrey 
| había designado el 31, y que los llevó, muy poco después, á j 
: separarse abierta y resueltamente de la obediencia al jefe ¡ 

\ superior del virreinato, estableciendo una junta provisional j ¡ 
de gobierno, le daba á aquel grito, que en general expresaba \\ 
; el sentimiento de la nacionalidad indignada contra la con- ¡. 
quista francesa, el carácter local de una protesta contra la , 
presumida infidencia de Liniers. 

Al nombre de Fernando VII, grabado en las medallas de 
! su jura en Montevideo, que tenía escudo de armas, y en las de 
: la Colonia del Sacramento y de Santo Domingo Soriano, que 

no lo tenían, no puede atribuírsele otro origen ni otro signi- 
ficado que el que le da la explicación, rigorosamente histó- 
rica, que acabamos de hacer. 

i El « Viva Fernando VII » expresaba, sin duda alguna, un 
; sentimiento predominante en el acto de su proclamación en 
i Montevideo; y esto comprueba, que las inscripciones de sus 
! medallas conmemorativas, no han hecho parte del escudo de 
| armas de esa ciudad. 

■ Esta conclusión nos parece sólidamente establecida ; y sólo 
| nos resta averiguar si el castillo con tres torres que se en- 
cuentra sobre el Cerro, representa una distinción ó un simple 
hecho material. 

Para considerarla como una distinción, necesitaríamos al- 
gún suceso meritorio con el cual pudiera relacionarse ; como 
por ejemplo, alguna acción de guerra que mereciera ser men- 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 13 


cionada, recompensada ó perpetuada en esa forma; y el su- 
ceso debía ser anterior á la proclamación del señor don Car- 
j los IV, puesto que, en la medalla conmemorativa de su jura 
| ya el Cerro estaba surmontado por el castillo. 

No hemos dado con suceso político ó militar á qué atribuir 
j; una conmemoración de ese género, al paso que, estudiando 
algunos papeles relativos á la fortificación, de Montevideo, 

— de la que decía en 1744 el virrey del Perú marqués de Vi** 

! 11 agracia, — «que era una plaza á dos haces de defensa por 

! ' ante mural á las colonias portuguesas, siempre sospechosas, 
aun conservando la neutralidad, y por ante mural á las hos- 
tilidades que pudiera intentar la nación británica, » — encon- 
\ tramos que en los planos del ingeniero don Diego Cardozo y ¡ 
j ! en una nota del gobernador de Buenos Aires don Miguel Sal- j 
I cedo, estaba iniciada la conveniencia de construir un fuerte 
i en la cabeza del Cerro de Montevideo, en la que se conserva 
; rían, mientras aquella obra no se hiciera, algunos cañones de 
mayor calibre con los reparos más indispensables, para con- 
• currir al respeto y á la defensa del Puerto. 

Desde que las fortificaciones proyectadas tendían á hacer 
de Montevideo una respetable plaza de armas, el castillo que 
: coronaba su escudo, bien pudiera ser la representación sim- 

bólica de ese hecho ó de ese destino. 

Pero sin darle esa representación, — aun sin estar hecha la 
j construcción del castillo — al configurarse el Cerro en el Es- 
¡ cudo de Armas, si su cima estaba artillada, ese accidente no 
podía ser omitido . y al representarlo con las expresiones fi- 
gurativas ó el simbolismo de la heráldica, la modesta batería 
toma la forma de torre ó de castillo. 

El castillo forma con el Cerro, en el que queda incrustado, 
una sola pieza, una sola unidad. 

Por todo lo expuesto, concluimos que las primeras armas 
de la ciudad de Montevideo, eran: «el Cerro; en la cima del 
Cerro un castillo con tres torres; y en su base las aguas, que 
en la descripción de las medallas llamamos del mar , porque 
hasta allí llegan, mezclándose con las del río de la Plata, las 
del mar Atlántico. » 


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El 23 de Enero de 1809 ancló en el puerto de Montevideo j 
el bergantín «Buen Jesxis» por el que llegó la real cédula -de 
24 de Abril de 1807, enviada directamente al Cabildo, por los 
diputados que había acreditado en la Corte de Madrid. 

La real cédula dice, textualmente, lo que sigue: 

«Atendiendo á las circunstancias que concurren en el Ca- 1 
bildo y Ayuntamiento de la ciudad de San Felipe y Santiago 
de Montevideo, y á la constancia y amor que ha acreditado i 
á mi Real Servicio en la reconquista de Buenos Aires, he ve- | 
nido por mi Real Decreto de doce del presente mes de Abril 
en concederle el título de Muy Fiel y Reconquistadora; facul- i i 
tad para que use de la distinción de Maceres ; y que al Es- j 
cuelo de sus Armas pueda añadir las banderas inglesas abatí- j 
das que apresó en dicha Reconquista, con una corona de olivo j 
sobre el Cerro, atravesada con otra de mis Reales Armas, j 
Palma y Espada. » « 

Examinando uno de los tres ejemplares auténticos que de esa j 
real cédula le vinieron al virrey, no hemos dado con ninguno 
j de los rastros que habría dejado la agregación del dibujo co- I 
lorido en la forma acostumbrada: lo que desde luego nos hizo 
presumir que no había venido. 

Después, leyendo atentamente el texto de la cédula, vimos, 
bien claro, que la autorización que le daba al Cabildo para 
que él pudiera añadir al escudo las banderas inglesas abati- 
das. no podía haber venido, como sin duda no ha venido, 
acompañada de un dibujo oficial que la dejaría sin efecto. 

La acta del Cabildo de Montevideo, 17 de Febrero de 1809, 
refiriendo las disposiciones tomadas para fabricar las Mazas 
y el Clarín y pintar sobre tabla las armas nuevas para poner- 
las de ese modo sobre las puertas, dice que «se les pondrían de 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 15 


manifiesto á los artistas que debían ejecutar esas obras los 
diseños que se han sacado ». 

Si algunos hubieran venido de Europa, serían éstos y no 
los hechos ó sacados en Montevideo los que habrían servido 
de modelos. 

Todo esto comprueba concluyentemente que con la real 
cédula de 24 de Abril no vino dibujo alguno. 

El dibujo, pues, tuvo que hacerse en Montevideo con es- 
tricta sujeción á las disposiciones de la respectiva provisión 
real; y de esas disposiciones sólo era facultativa la que se 
refería á la forma en que se agregasen al escudo las banderas 
| inglesas abatidas que se apresaron en la reconquista de Bue- 
nos Aires. En lo demás, ni el Cabildo ni el arte tenían liber- 
tad alguna, «la corona de olivo debía colocarse forzosamente 
sobre el Cerro, atravesada con otra de las Reales Armas, Pal- 
ma y Espada». 

El diseño sacado en Montevideo, y el escudo pintado sobre 
tabla por don Luis Conti. con quien lo contrató el Cabildo, 
i para ser colocado sobre la puerta de la Casa del Ayunta- 
miento, se han perdido pava nosotros: y esta pérdida es tan 
absoluta que la falta de copias fehacientes no puede ser su- 
plida de algún modo por descripciones ó por noticias que 
nos permitan hacer idea, siquiera inductiva, de su composi- 
ción. 

Y esto nos conduce á ocuparnos aquí del estudio crítico de 
los pretendidos escudos de armas de Montevideo que se han 
sometido á nuestro examen. 

Esos escudos son: 

Dos hechos á mano y con pluma, de los cuales se nos han 
1 enviado copias calcadas. 

Dos estandartes fondo de seda encarnada, bordados á oro 
y con piedras de colores, que conocemos por medio de las 
fotografías que de ellos se han tomado. 

De estos dos estandartes sólo uno puede entrar en nuestro 
estudio, porque el otro no contiene más Escudo que el de las 
i Armas Reales de España. 

Antes de entrar al estudio especial de cada uno de estos 


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16 JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


i escudos, mirándolos reunidos como los tenemos en la mesa 
: en que escribimos, nos ocurren desde luego las siguientes 
j! observaciones: 

h 1. a No tienen uniformidad de forma. Aunque todos los 
escudos de armas traen su origen de los antiguos broqueles, 

■ | existen entre ellos diferencias de forma que caracterizan ó 
indican á primera vista la nacionalidad á que pertenecen. 

! El escudo francés es, en su forma oficial, — «un carré long, i 
arrondi aux deux angles inferí eurs et terminé en pointe au : 

¡ ; milieu de sa base. » 

El inglés y el español diferencian la forma del francés ; el 
inglés, ensanchándola hacia la parte superior, y el español, 
redondeándola en la parte baja ó inferior. 

El escudo italiano es óvalo, en memoria del pequeño bro- 
H quel que los antiguos Romanos conservaban en el templo de 
| Marte, que sus tradiciones suponían descendido del cielo, y 
1 al que llamaban aucilia ó aucile. 

Los dos hechos á mano y á pluma no tienen semejanza 
coii ninguno de los que nos presentan los estandartes ; y los 
de los estandartes, son, entre sí, completamente diversos. 

La forma del estandarte que tiene el pretendido escudo de 
Montevideo, es completamente redonda . 

Tenemos á la vista— muchos escudos de armas, auténticos, 
de los Reyes de España; hemos visto, uno á uno, todos los 
que contiene el nobiliario genealógico de los Reyes y Títulos de 
España; conocemos la mayor parte de los de las Ciudades de ! 
América y todos los de las capitales de las Provincias espa- 
ñolas, — y con la única excepción del sello con que se reem- 
plaza el Escudo de la Ciudad de Bilbao, ninguno de todos los . 
otros — que propiamente son todos, — tiene la forma redonda . 

Esta forma, pues, no tiene ni la autoridad del derecho, ni ¡ 
la del uso. í 

El mismo escudo del otro estandarte no tiene esa forma, j 
como no la tienen tampoco los otros escudos de Europa. ¡ 

¡ Principiamos, pues, por establecer que la forma del escudo I 
| del estandarte mencionado no es oficial, lo que vale decir | 

¡ que ese escudo no lo es. ■ 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 17 


2. a Observación.— Los dos escudos hechos á pluma y el 
i : del estandarte, esto es, los tres escudos que se suponen de 
] Montevideo, tienen corona; pero las tres coronas no tienen 
el mismo dibujo, y lo que es más, ninguna de las tres es Co- 
rona Real. 

La Corona que le concedió á Montevideo la Cédula de 1807 
|¡ es la de las Reales Armas, y los escudos que no la tienen no 
! pueden ser considerados como oficiales — no son oficiales. 

Estas observaciones desautorizan los escudos, 
i El más simple de los hechos á pluma, se diferencia de la 
medalla de la jura de Carlos IV en que, en la parte inferior 
; ! del Cerro aparece un Yacaré, y en la superior del escudo una 
, ¡ corona ducal. Dejando de lado al Yacaré , que es más extraño 
¡ | al Escudo que á las aguas de Montevideo, ese escudo no es 
| ; el primero de esta ciudad, que no tenía corona; y no es tam- 
poco el segundo, porque la corona de éste es Real, y porque 
j le falta todo lo demás que le concedió la Cédula de 1807. 

El otro á pluma, no tiene ni la forma ni la ornamentación 
fastuosa del escudo del Estandarte que vamos á estudiar en 
! seguida;— pero la composición que ocupa el campo es la 
; misma en los dos, con la única diferencia de que, en el Es- 
cudo del Estandarte, la corona de Olivo está atravesada por 
el Pendón Real y en el otro por la Bandera Real . 

Entre el Pendón y la Bandera real, — siendo ésta la que se 
enarbola en todas las posesiones de España, en sus fortale- ¡ 
; ¡ zas, ejércitos y naves de guerra, — existen, entre otras dife- 
j r encías, la de que el Pendón nó tiene, como la Bandera, tres 

fajas horizontales, dos rojas entre los extremos y una ama- 
; rilla en el centro con el escudo de las Seal es Armas, 
i Puede verse gráficamente esta diferencia comparando la 
bandera del escudo hecho á pluma con el Pendón del estan- 
■ darte. 

Este escudo del estandarte merece mayor atención que los 
j otros, porque se encontraba en la Casa del Cabildo } T fue 
I ; traído de España por el señor doctor don Hi colas de Herrera, 
j; á su regreso de la comisión que desempeñó con honra y pro- 
j! veeho de su ciudad natal. 


ESr. 1>K ARMAS. 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


¡ | | 

Por esas circunstancias, la aparición de ese estandarte ha 
l| producido 'dudas y creado obscuridades que sin ella no ha- j! 

brían existido. i 

| ; Pero creemos conveniente advertir, que esas circunstan- j ■ 
¡i cias, que llevamos en cuenta para examinar con mayor dete- 
¡ • nimiento el escudo del estandarte, no le dan autoridad alguna, | ; 
'I porque ni el señor doctor Herrera ni el Cabildo mismo la 
: tenían para poner, quitar, cambiar ó modificar nada en el 

escudo de la ciudad. Si resulta que no está ajustado estricta- : i 
mente á la Real Cédula de la respectiva concesión, no tendrá 
jj valor alguno legal ni histórico: será cuando más decorativo. 

! Estaría en el caso de las variaciones que pueden compo- 
! ' nerse sobre los temas del Himno Nacional. 

|¡ Podrían ser bellísimos, tener mucho del himno, pero no 
|¡ serían el himno. ! 

jj Veamos el escudo. j 

| . Domina en su campo el Pendón Real, que en sotuer con ’ 

;¡ la Palma y la Espada, quedan ceñidos en la parte superior ¡ 

j por la Corona de Olivo que corta ó divide la abertura de la jj 

! puerta del castillo: descansando en la parte inferior sobre ;; 

cuatro banderas inglesas abatidas. ' j j 

Esta composición podría ser artísticamente muy buena y ¡‘ 
j hasta preferible á cualquier otra. j ; 

1 Pero no tratarnos de componer un escudo ni de constituir : ¡ 

i i mi derecho: tenemos derecho constituido (en el caso i nevo- ij 

J ¡ cable), y para investigar y establecer la composición legal ;j 

; del escudo de Montevideo, ya el arte no tiene la palabra: la j ; 

í tiene, y taxativamente, la Real Cédula de ¿4 de Abril de 1807. 

Para explicar la existencia del Pendón Real, al que deno- 
minan Bandera , se recurre á una interpretación gramatical. ; 

Pero la redacción del texto de la Real Cédula es clarísima, 

| i sobre todo en el punto donde se pretende abrir brecha para 1 1 

j j que entre la bandera. j , 

!: «La Corona de Olivo, dice, será atravesada por otra de -■ 

i mis Reales Armas » ó lo que es lo mismo, « por otra corona \ \ 
\ de mis Reales Armas. » 

Si se refiriese á las banderas inglesas abatidas, que quedan 


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Segundo Escudo adjudicado á la Ciudad 
de {Montevideo 



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Q 9 b¡v 9 :lTiolV| 9b 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 19 


más lejos que la corona de olivo , habría dicho con propiedad 
— « la Corona de Olivo será atravesada por mi Bandera Real. » 

Admitiendo que fuera la bandera y no la Corona Real la 
que atravesase la de Olivo, como ésta debe colocarse sobre el 
Cerro , resultaría una imposibilidad ó un absurdo. 

O la bandera, sin asta, se atravesaría sobre la corona, como 
en una ceremonia ó alegoría funeraria podría atravesarse 
sobre un ataúd, ó el asta sería la que atravesase la corona 
de olivo, quedando la bandera inclinada lateralmente, casi 
abatida, sino abatida. 

Para que la bandera quedase erguida, como símbolo de 
dominio y de victoria, el asta debía estar de pié, adherida ó 
sujeta al Cerro de alguna manera, quedando la corona de 
olivo atravesada por el asta, y el Cerro surmontado por la 
bandera. 

El autor del dibujo del escudo que estamos estudiando de- 
bió encontrarse con estas dificultades, y no pudiendo ven- 
cerlas, respetando, siquiera aparentemente, la letra de la Real 
Cédula, porque las palabras : con una corona de olivo sobre 
el cerro, eran tan precisas, tan concretas que no dejaban 
resquicio por donde pudiera pasar ninguna argucia gramati- 
cal, la desacató sin miramiento, y sacando la corona de olivo 
que estaba sobre el Cerro y que legalmente no podía estar 
en otra parte del escudo, la hizo descender, ciñendo los mu- 
ros del castillo, hasta dejarla cortando ó dividiendo la aber- 
tura de su puerta. 

La Corona, colgada, clavada ó pegada á los muros del cas- 
tillo, está atravesada por el Pendón Real de un lado y por 
la Palma y la Espada del otro. 

Sobre el Cerro no queda nada: y siendo bandera y no co- 
rona la que atraviesa la Corona de Olivo , el escudo se queda 
sin corona. 

Sin embargo, en la cima del escudo sé ostenta una corona 
que no existe en' la Real Cédula de 1807 — desde que sea 
bandera y no corona la que debe atravesar la de olivo. 

Y todo lo que no determine la Real Cédula es absoluta- 
mente arbitrario, ilegal. 


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JUNTA E, ADMINISTRATIVA 


Ningún escudo de armas tiene corona sino por concesión 
real especial y expresa; y el lugar en que debe colocarse, 
también es determinado en la misma concesión. 

Así vemos, por ejemplo, que entre las principales ciuda- 
des de España, los escudos de armas de Sevilla, Segovia, Co- 
rana, Soria, Albacete, Lugo, Alicante, Almería, Avila, Ciudad 
Real y basta la misma Oviedo, cuna y residencia de Reyes, no 
tienen corona. 

En América, el escudo del Cuzco, ciudad que, como consta 
en las leyes de Indias, era la más principal entre las de Nueva 
Castilla, de primer voto, hablando en el concurso de ellas 
antes que ninguna, no tiene corona, como no la tenían los 
de Córdoba, del Tucumán, Buenos Aires, la Asunción del Pa- 
raguay y el primero de Montevideo ; al paso que la tenían i 
los de Méjico, Lima, Quito, Santiago de Chile, La Plata, ¡ 
Santa Cruz de la Sierra, etc. 

Todos los escudos que tienen corona, no la tienen en el 
| mismo lugar ni del mismo modo. Por ejemplo los de Pamplona y 
de Orense en España, tienen las coronas en el campo del escudo. 1 

Entre las coronas existen las mismas gradaciones que en 
el orden jerárquico que representan. La corona imperial ó 
real está en la cúspide, como que es el símbolo de la más 
elevada dignidad social; y de allí viene descendiendo, grado 
por grado, desde la de príncipe ó de duque hasta la modesta 
• corona del barón ó el yelmo del caballero. ' 

: Recordamos esto, que es elemental, para hacer sentir que . 

! ninguna de las piezas del escudo requiere una determinación | 

: más expresa. : 

i Tratándose, como en nuestro caso, de una ciudad, el rango 
I de la corona expresa la importancia del servicio especial, 

| excepcional, que con ella se recompensa, sin llevar en cuenta ni 
| sus méritos anteriores ni su importancia como centro poblado. 

Por esto vemos en las ciudades de España que Toledo tiene 
j corona imperial; Granada, Murcia, Pontevedra, Madrid, Gua- 
j dala jara, Zamora, Zaragoza, Santa Cruz de Tenerife, coronas 
reales; Salamanca, Cádiz, Badajoz, Gerona, Tarragona, Va- 
lí lladolid, San Sebastián, Córdoba, León, Jaén, Huelva, Va- 


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Escudo colonial mandado pintar por e! 

c>eñor Lamas con arreglo 
la F^eal Gódula de 24 de y^bril de 1807 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 21 


1 encía, coronas de duques ó marqueses, mientras que Barce- 
lona y Burgos, sólo llevan las de sus condes. 

En consecuencia, la que tuviera el escudo de armas de 
Montevideo, representaría la importancia del servicio pres- 
tado en la reconquista de Buenos Aires. 

Ya hemos demostrado que si la Corona de Olivo fuera atra- 
vesada por una bandera y no por otra corona de las Reales 
Armas, el escudo de Montevideo no tendría corona; de lo 
que se seguiría que no le pertenece la que le da el escudo del 
mencionado estandarte. 

Pero si, como dice la Real Cédula de 1807, la corona de 
olivo es atravesada por otra (corona) de las Reales Armas, 
la que le corresponde á Montevideo es la Corona Real } y no la 
Corona Ducal que se le adjudica en el escudo del estandarte. 

De lo que resulta, en definitiva, que la composición del 
escudo del estandarte, ó le quita á Montevideo el más alto 
reconocimiento y la más alta recompensa del eminente servi- 
cio que prestó en la reconquista de Buenos Aires, ó lo dismi- 
nuye, rebajando la expresión heráldica de la recompensa que 
merecía y que le decretaron. 

Además de surmontar el escudo con una corona ducal, se 
le ha agregado, contorneando el campo, la leyenda de la me- 
dalla conmemorativa de la jura de Carlos IY — Castilla es 
mi Corona. ; 

Dejamos demostrado que esa leyenda, — que no se repro- 
duce en la medalla ele la jura de Fernando YII — no hace 
parte del escudo, por lo cual, sin duda, no la llevó en cuenta 
la Real Cédula de 1807. 

Aceptando la arbitraria composición del escudo del están- i 
dar te, siendo Castilla cor onade Monte video, desde que sn escudo 
de Armas se surmonta con una corona, ésta debía ser la del an- ¡ 
■ tiguo reino de Castilla y no la corona ducal que le han puesto, 
j Estando sin embargo á la letra, bien clara, de la Cédula de ¡ 
i 1807, la corona que le corresponde á Montevideo es la real 
: de España unificada en cuyo seno había desaparecido el an- 

j tiguo reino de Castilla, que ya no era más que una parte de 
j la monarquía española. 


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.TUNTA E. ADMINISTRATIVA 


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En cualquiera de estos casos, la leyenda es, cuando menos, 
un contrasentido. 

Para colmo de agregaciones inautorizadas se lian ornamen- 
tado los flancos del escudo con palmas, banderas y lambre- 
quines; — y en la parte baja recamada de oro y de piedras de 
colores, se presentan, separadas por una especie de cauda, las 
recámaras de los cañones. 

Si algo que asoma, en la parte alta del escudo, debajo de 
la corona ducal, fuera una cabeza, (que bien pudiera ser la 
* de un grifo), se relacionase con la especie de cauda que he- 
mos señalado en la parte inferior, tendríamos, á más de lo 
mucho que dejamos mencionado, un animal colocado en la 
misma posición que las Águilas del Escudo de Lima. 

Pero nada de esto puede tener un escudo de armas, sin que 
se lo dé, expresa y detalladamente, la autoridad suprema que 
lo concede. 

Las concesiones de banderas y trofeos militares, son rarí- 
simas. 

Entre los escudos de armas ele las cuarenta y nueve capi- 
: tales de las provincias de España, sólo encontramos uno — el 
de la ciudad de Lérida, — con banderas y trofeos militares. 

; El de la inmortal Zaragoza, que es la prez del patriotismo y 
de la heroicidad española, no tiene ni banderas ni cánones. 

Entre los que conocemos de las ciudades de América, sólo 
I el del Cuzco tiene banderas. 

No habiéndosele concedido á Montevideo las palmas, las 
| banderas ni los cañones con que se ha ornamentado el escudo 
¡ del estandarte, nacía de eso le corresponde. 

En este escudo del estandarte, en el segundo de pluma, del 
: cual es copia, como ahora lo vemos, el que en 1810 mandó gra- 

' bar en madera el Padre Cirilo, para colocarlo al frente de la 
: Gaceta de Montevideo (que es el segundo periódico de esa ciu- 

dad ), (1) las banderas inglesas abatidas no son más que cuatro . 

¡ 

(I) El primer periódico de Montevideo, es el que se publicó en inglés y es- 
pañol, por la imprenta del ejército que ocupó esa plaza el 3 de febrero de 1807, 
con el título de— Thk Soutkkrn Stau — La Estrella del Sur, {armas de Ingla- 
terra ) — 7 nümf.ros. 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 23 


Este error es muy explicable. 

Fueron cuatro las banderas que el ejército inglés, después 
de haber evacuado el Fuerte, rindió con sus armas ante las 
tropas reconquistadoras, en la plaza que se denominó de la 
Victoria. 

El general Liniers sólo menciona dos del regimiento nú- 
mero 71, «como si ellas solas, según lo hemos dicho en otro 
escrito, merecieran esa mención, como si las luces de la glo- 
ria que las había iluminado en los dos hemisferios obscure- 
ciese á todas las otras!» (1) ; pero en el informe elevado por 
el ayuntamiento de Buenos Aires al Gobierno de España 
en 20 de Agosto de 1806, da el número de cuatro. 

Cuatro son las votadas por el general Liniers á la Virgen 
del Rosario, cuya imagen se venera en la iglesia del con- 
vento de Santo Domingo de Buenos Aires. Estas cuatro ban- 
deras fueron Jas únicas que se hicieron visibles saliendo del 
Fuerte en la tarde del 23 de Agosto de 1806, con grandísimo 
acompañamiento,- y escoltadas por la Compañía de Milicias 
de Montevideo que mandaba don Juan Ellauri para ser tras- 
ladadas al templo de Santo Domingo, donde al siguiente día 
tuvo lugar la función magna de la entrega. 

■ El general Liniers. que recibió título de Castilla con fa- 
cultad para elegir la denominación y proponer su escudo de 
armas, tomó el de Conde de Buenos Aires , agregando á su 
escudo las cuatro banderas que, con sus armas, había rendido 
el ejército inglés. 

Las otras dos banderas que el general Liniers, por un acto 
que lio tuvo publicidad alguna, remitió á Córdoba, votándo- 
las á la imagen de la Virgen del Rosario que se venera en la 
iglesia de Santo Domingo de aquella ciudad, quedaron en 
completa obscuridad y nadie las tuvo presente ni aquí ni 
en España, cuando se trató ó se habló de los trofeos de la 
reconquista. 

Entretanto, esas dos banderas no sólo hacen parte de esos 

(1) Contestación il mui consulta de la Municipalidad de Buenos Aires. 12 de 
Septiembre de 1882. 


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| trofeos, sino que una de ellas, la que flameaba en el Fuerte, 
q residencia de.los virreyes, tiene la más alta significación, 
j Cuando el general Beresford tomó posesión del asiento del 
1 Gobierno del Virreinato en la tarde del 27 de Junio de 1806^ 
se arrió la bandera real de España en el Fuerte de Buenos 
Aires sustituyéndola por la de la Gran Bretaña, como se sus- 
! tituía la dominación española por la inglesa; y fue esta ban- 
dera, que había simbolizado durante cuarenta y seis días la 
! conquista y la dominación inglesa, la que el mismo general 
vencido, mandó arriar en la tarde del 12 de Agosto del mismo 
año, entregando su espada al jefe de la expedición recon- 
quistadora. 

■¡ La verdad, hoy reconocida y comprobada es, que el trofeo 
de la reconquista se compone de las dos banderas del regi- 
miento numero 71, de la del batallón de Marina y de la que 
flameaba en la posición del Retiro, que son las cuatro que 
j se conservan en el templo de Santo Domingo de Buenos Ai- 
|| res; de la del batallón de Santa Elena y de la que flameaba 
\\ en el Fuerte de Buenos, Aires el día de ]a reconquista, que 
i se encuentran en el templo de Santo Domingo de la ciudad 
de Córdoba,; y de un guión del 71 que existe en la Metropo- 
litana de Buenos Aires, En el todo, seis banderas y un 
i guión. 

| La Real Cédula de 24 de Abril de 1807 le adjudica al es- 
¡ cuelo ele armas de Montevideo las banderas apresadas en la 
| reconquista: y esas banderas, son todas las que componen el 
' j trofeo que dejamos detallado. 

| j Sobre esto no cabe duda alguna. 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 25 


III 

Por el estudio crítico que acabamos de hacer del escudo | 
del estandarte que se encontraba en el Cabildo, y que com- j 
prende el de los otros sometidos á nuestro examen, juzgamos 
que queda averiguado y concluyentemente establecido : j 

1. ° Que el escudo del estandarte no tiene la forma oficial 
y usual de los escudos españoles» 

2. ° Que no obedece á las prescripciones de la Peal Cédula 
de 1807, con arreglo á los cuales la corona de oliva, que se le 
concedía á Montevideo, debía estar colocada sobre el Cerro, 
atravesada por otra de las reales armas, palma y espada. 

3. ° Que cambiando la corona de las reales armas por la ¡ 
bandera Real, deja el escudo sin aquella otra corona que es 

la que proclama y recompensa el alto servicio prestado por 
Montevideo en la reconquista de Buenos Aires. 

4. ° Que las banderas inglesas abatidas no son cuatro, sino 
todas las seis y el guión que constituyen el trofeo de la re- 
conquista. 

5. ° Que la corona que se coloca en la cima del escudo, la 

leyenda que la contornea, las palmas, banderas y lambre- 
quines que ornamentan sus flancos, como los cañones cuyas 
recámaras aparecen en su parte inferior, no le pertenecen al 
escudo de Montevideo. ! j 

El de esa ciudad no puede tener más piezas u objetos (ó 
muebles que es la palabra técnica ) que los expresamente de- 
terminados por la Real Cédula de 1807, como lo venimos re- 
pitiendo; — y esas piezas ú objetos deben colocarse en el si- 
tio y en la forma que ia misma Cédula designa. 

Respecto á esto no cabe duda, ni puede promoverse cues- 
tión alguna. ! 

Hecha como no puede dejar de hacerse, la eliminación de 
las piezas ú objetos no mencionados en la Real Cédula y que ; 



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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


j 1 por consiguiente, no pertenecen al escudo, veamos lo que 
queda, '-esto - es,' lo mencionado en la' Real Cédula, 

¡j Este documento faculta á la Ciudad de Montevideo para ! 

■ ! que use la distinción de Maceros, y que al escudo de sus ar- ¡ 

| , mas pueda añadir — « las banderas inglesas abatidas que i 

j | apresó en dicha Reconquista, con una Corona de Olivo sobre j 

i I el Cerro , atravesada con otra de las Reales Armas, Palma y Es- 
pada». | 

Ni nada más, ni nada menos. 

La colocación de la corona de olivo no ofrece duda al- j; 
guna; sobre el Cerro 7 dice la Real Cédula j' 

j Do ahí no puede removerse legalmente. 

I La corona de olivo atravesada por la otra de las Reales |j 
Armas, con la Palma y la Espada, sobre el antiguo escudo ! j 
de la Ciudad, — el Cerro — simboliza el triunfo alcanzado jj 
por las armas de Montevideo; y la máxima importancia de jj 

¡ • ese triunfo se aquilata y se establece por la Corona Real, j ¡ 
que. siendo el símbolo de la más alta dignidad, es la veeom- ; 

: ¡ pensa más encumbrada. 

Si la corona de olivo desapareciera de la cima del Cerro, 
si desapareciera también la corona real, sustituyéndola por 
jj una bandera, desaparecería con ellas esa leyenda simbólica, 

'! que es la síntesis más expresiva de la Real Cédula de 24 de 
; | Abril.de 1807. ¡ 

; Esta explicación no deja asidero á la más leve duda sobre j 

j; la composición del escudo concedido á Montevideo por esa 
’¡ Real Cédula; pero si alguna pudiera abrigarse todavía, ella 
■ j va á disiparse por los antee-entes que vamos á consignar. 

Por todos sus antecedentes, esa Cédula tiene el carácter y 
la fuerza de. una sentencia, recaída en el verdadero litigio 

:j sostenido ante la Corona de España, por los apoderados de 

j los Cabildos, representantes de las ciudades de Buenos Aires 

j y Montevideo, sobre mejor derecho á los trofeos y recom- 

pensas cíe la Reconquista. 

! • ! 

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! 

¡ (1) Scgán queda demostrado en otro lugar, el castillo hace parte del Cerro ! 

en que está incrustado y con el que constituye una unidad material. ¡ 


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EL ESCULO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 27 


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Los mencionados apoderados hicieron las respectivas expo- 
siciones de los méritos y servicios prestados por las ciudades 
que representaban; pero el de Buenos Aires solicitó determi- 
nadamente, entre otras recompensas, la de un escudo de ar- 
mas cuyo proyecto presentaba en una lámina colorida 3" acom- 
pañada de prolijas explicaciones. 

Poseemos un facsímil, en pergamino, del escudo solicitado. 

Está dividido en pal. — En el primer cuartel ó pal, sobre 
plata las armas que tenía la ciudad : en el segundo dividido 
en faja, en la parte alta, también sobre plata, una joven alada 
colocada sobre un globo, teniendo en la mano derecha una 
corona cívica y en la izquierda una corona mural; enlaparte 
baja, sobre rojo, una ciudad con un castillo en ei que tremola 
un estandarte real. Este segundo cuartel tiene orla azul con 
un letrero de oro que dice: — La vencida vencedora. Por cima 
del escudo . la Peal Corona , colocada sobre otra de laurel que 
entreteje la palma y la espada ; — y, por ultimo, debajo en la 
punta del- escudo, la figura de una indígena (que según la ex- 
plicación representaba á la América) con un carcax en las 
espaldas y un arco en las manos disparando flechas á una 
porción de banderas inglesas abatidas. 

El litigio fue decidido en favor de Montevideo, en la cima 
de cuyo escudo de armas se colocó la Corona Real, la palma 
y la espada , solicitada para el de Buenos Aires, quedando el 
de esta ciudad que era el mismo de hoy, como lo tenía antes ¡ 
de la Be con quista. ; 

Desvanecidas todas las dudas que han podido ocurrirse so- ¡ 
bre la composición legal el el escudo de armas concedido por 
la Real Cédula de 24 de Abril de 1807, podemos dejar esta- 
blecido, que las armas de Montevideo son: — «El Cerro, con 
su castillo de tres torres ; sobre éste una corona de olivo atra- 
vesada por otra de las Reales Armas, palma y espada; ca- 
yendo de los flancos abatidas sobre el campo del escudo las 
seis banderas y el guión apresadas en la reconquista de Bue- 
nos Aires». 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


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! IV 

! Los documentos con que el Cabildo de Montevideo demos- j 
tro y comprobó los méritos y los servicios de esa ciudad en ¡ 
la reconquista de la de Buenos Aires, justifican plenísima- j 
mente los titules y los trofeos que le adjudicó la Real Cédula ! 

! ! de 24 de Abril de 1807. j 

Pero esos documentos no fueron publicados y, en parte al 
i ; menos, pueden haber desaparecido de los archivos dé Mon- ; j 
! j te video, de los que se extrajeron muchos papeles en 1814, y 
¡ que, después de esa fecha, estuvieron mal cuidados y desor- 
j! ganizados, lo que ha contribuido sin duda á que no fueran j 
¡i conocidas ó bien apreciadas por los historiadores del Río de ¡ 

| 1 la Plata la importancia y la eficacia de los elementos mora- 
| les y materiales con que concurrió Montevideo á la recon- 
; quista de Buenos Aires. 

Alguno de esos historiadores ha dado tan poca importan- , 
i cia á la acción de Montevideo que, al estudiar la reconquista, 
ni siquiera lo menciona, y los otros que no incurren en tal 
omisión, casi inexplicable, no conocían, probablemente, ni el 
origen popular que tuvo en Montevideo, la iniciativa ele la 
■ reconquista de Buenos Aires, ni el entusiasmo viril y la abne- 
gación, por ninguno excedida, con que los habitantes de 
aquella ciudad hicieron inmediatamente posible con sus per- 
sonas y con sus haberes, la expedición reconquistadora. 

Conviene, pues, que al salir de la obscuridad y del olvido, 
el Escudo de armas de la ciudad de Montevideo, lo ilumine 
¡ la verdad histórica para que reaparezca con todos los res- 
¡ ! plan dores de una gloria tan legítima como popular. 

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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 29 

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Para concurrir á ese fin nos serviremos 7 casi exclusiva- 
mente, del testimonio auténtico que poseemos, de uno de los 
varios expedientes informativos y comprobatorios promovi- 
dos por el Cabildo de Montevideo para justificar los servicios 
; de esta ciudad en las invasiones inglesas. Este documento 
¡ adelanta mucho á todos los publicados. 

j Desde la última década del siglo pasado abrigábase la creen- 

cia de que los ingleses intentaban apoderarse del Río de la 
j| Plata; pero á pesar de las previsiones y de las órdenes de la 
■¡ corte, no estaba preparado para una resistencia eficaz, y lo 
que era peor, no podía prepararse con sólo las fuerzas y los 
! recursos oficiales de que aqui. se podía disponer. 

El régimen colonial excluía al pueblo; y, merced á la co- 
:| rrupción del oficialismo, aun el número de tropas de línea y 
1 ! las milicias alistadas en el virreinato era muy inferior al que 
; ; daban las listas de revista y pagaba mezquinamente el erario, 
el cual, por otra parte, se encontraba también en situación 
angustiosa. 

En 1794 se tuvo motivo para recelar el próximo arribo de 
| los ingleses; y la primera y casi única providencia del virrey, 

; I fue la que mandaba encajonar el archivo y los caudales pú- 
i| Micos, para trasladarlos al interior. 

, Más de diez años después, al aparecer en. las costas del Bra- 
í| sil una escuadra inglesa con destino desconocido, el virrey 
! visitó á Montevideo para que se estudiase un plan de defensa 
de esa plaza, reforzando su escasa guarnición ; pero, en cuanto 
á-la capital, se limitó, como en 1794, á disponer el encajona- 
| miento de los papeles y del dinero, manifestando la intención 
de internarse con ellos, abandonando el asiento de su gobierno, 
como si fuera indefendible ó se sintiera él incapaz de defen- 
derlo. 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


' : Sin aliento para levantarse á la altara de. su, deber, privado . 

j • de las fuerzas morales, que, en ciertos momentos supremos, 
suplen á las fuerzas materiales, las despiertan, las crean, ó las 
1 dominan, jq que en todos los eventos salvan la honra y las 
responsabilidades del Poder público, el virrey, antes de en- 
! contrarse en presencia del enemigo, estaba ya vencido por su 
| imprevisión y por su flaqueza. 

! Y como en el virrey residía el poder auto orático, que es la 
anulación del poder social, el pueblo, anulado y desarmado, 
no había tenido ni tiempo para darse cuenta de lo que ocu- 
rría, cuando, precipitándose los sucesos, se encontró entre- 
i j gado al enemigo que, sin resistencia, ocupó la capital, some- 
; i tiendo á su obediencia, por el vínculo del juramento, á todas 
| las autoridades militares, civiles y eclesiásticas que en ella 
. ¡ residían. 

Las consecuencias, materiales de los actos del poder oficial 
habíanse producido lógicamente; y «el 27 de Junio de 1806, 

» — dice un ilustre historiador argentino, — lina columna in- ¡ 
! » glesa de 1.550 hombres entraba triunfante por las calles de 

» Buenos Aires, á tambor batiente y banderas desplegadas, I 
» tomando así posesión de una ciudad ele 45.000 habitantes, 

: » mientras su virrey huía vergonzosamente. » < 1 ) 

El pueblo, avergonzado y lloroso, protestaba cou su acti- j 
¡ tud, que era cuanto por el momento podía hacer contra tan 
! oprobiosa manifestación de la impotencia y de la incapacidad [ 
de sus gobernantes. (2) • : 

En cuanto á la plaza de Montevideo, el refuerzo había con- 
| sistido en 160 hombres, los que unidos á los dragones y blan- 
! | dengues de Buenos Aires que allí existían, no alcanzaban á j 
formar un total de 500 soldados, mal atendidos. 

Con este número de veteranos, Montevideo debía prepa- 
; rarse para resistir al ejército, cuya fuerza no conocía, que rea- 
I i lizaba la conquista de Buenos Aires, ateniéndose á sus propios 
! recursos, que, dentro del régimen colonial, eran escasísimos. 

j 

i 

i (1) General, Mitre. — Historia de Bel f ¡rano. 

(2) ¡Memorias del doctor don Mariano Moreno. 


© Biblioteca Nacional de España 


EL. ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 31 


| 

i 

I 


i 

¡ 


Al: llegarle la uoticia de la conquista.de la capital, . todo, 
cuanto tenían y podían hacer los de Montevideo, debía pare- 
cerles poco para atender a su propia defensa, que era. natu- 
ralmente, la primera idea, el primer propósito que la eviden- 
cia del peligro, ya tan cercano, debía inspirarles. 

Y, sin embargo, la primera idea, el primer propósito que 
produjo la primera noticia de la conquista de Buenos Aires, 
fue la de la reconquista. 

Podemos afirmar, con entera seguridad, porque así lo com- 
prueban las tradiciones y los documentos de la época, que la 
idea de la reconquista, que era la de todos, la del gobernador 
como la del pueblo, brotó espontánea y simultáneamente en 
todas las clases sociales, y que, con el concurso de todos, 
desde luego ofrecido, tuvo principio de ejecución práctica 
apenas conocido el desastre de la capital. 

No sabemos si la reconquista fue un cálculo en el gober- 
nador don Pascual Ruiz Huidobro, militar entendido y pun- 
donoroso; y si lo fue, él honraría su memoria. 

La ciudad de Montevideo, por heroica que fuera su deci- 
sión, no podía resistir, aisladamente, á los elementos de gue- 
rra que se concentrarían sobre ella, puesto que, aun admi- 
tiendo la posibilidad de rechazar á las fuerzas que se habían 
apoderado de la capital, — y cuyo número repetimos no era 
todavía conocido, — á nadie podía ocultársele que ellas serían 
poderosamente reforzadas tan pronto como llegase á Ingla- 
terra la noticia de la conquista de Buenos Aires. 

Siendo esto la verdad de la situación de Montevideo y no 
pudiendo esperar refuerzos ultramarinos porque la Inglaterra 
era señora de los mares, la idea de la reconquista inmediata, 
instantánea, era tan viril como acertada, porque ofreciendo 
un punto de apoyo, una base de fuerza organizada al esfuer- 
zo y al patriotismo del pueblo de Buenos Aires, si el éxito 
coronaba la empresa, la defensa común tendría en aquella 
ciudad, por su posición, por sus recursos y por la influencia 
de su poder tradicional como metrópoli del Virreinato, una 
base más extensa y más sólida que la que pudiera dársele en 
Montevideo. 


i 

I 


i! 

II 

;¡ 


i 


© Biblioteca Nacional de España 


82 JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


Peí" o si la idea era feliz bajo este aspecto, Montevideo sólo 
i podría realizarla por una verdadera heroicidad. 

Para realizarla, debía desprenderse de toda la infantería 
veterana de su guarnición y una parte de su vecindario ar- 
: mado; del personal de la artillería* de línea, que le era esen- 

cial; de su mejor material de guerra de campaña, y de las 
• cañoneras ó bombardas artilladas, necesarias parala defensa 
de su puerto y ele sus costas, cuando bastaban algunas de las 
» naves del comodoro Pópham para colocarlo en serios con- 

| flicfcos, cañoneando las baterías de la parte del río y bom- 

bardeando la ciudad. 

Muy adelantada ya la organización de las fuerzas expedi- 
cionarias, fué puesto á prueba el temple de, este tan abnegado 
i desprendimiento, por noticias de origen respetable, que hi- 
j cieron creer en un próximo ataque de los ingleses ; pero esta 
| creencia, lejos de detener, aceleró los últimos aprestos para 
la marcha de la expedición, no ocurriendo en ella más mu- 
danza que la de su jefe, el gobernador Ruiz Huidobro, que 
resolvió quedarse en su puesto, compartiendo el destino del 
vecindario encargado de la defensa de la plaza. 

; Si Ruiz Huidobro, promoviendo la reconquista, hubiera 
| obrado por cálculo, el vecindario que la proclamó desde el 
primer instante y que la hizo posible aflojando las ligaduras 
con que lo inmovilizaba el régimen colonial y patentizando 
su voluntad y sus medios, sólo obedecía al sentimiento des- 
pertado por la acción conquistadora de la fuerza extran- 
; jera. 

Ningún cálculo puede tener la generalidad ni la difusión ¡ 
eléctrica del sentimiento; y cuando, como aconteció en Mon- 
tevideo en el día 30 de Junio de 1806, un pueblo se conmueve j 
y se levanta por sí mismo y piensa y obra como un solo hom- 
bre, es un sentimiento, y nunca un cálculo político ó estra- 
tégico, el que lo impulsa y lo domina. 

Ese sentimiento, apoderándose enérgicamente del Cabildo, 

; como se había apoderado del vecindario que él representaba, 
ensanchó la esfera de su acción oficial : y el gobernador, resig- 
nándose á ese hecho producido é impuesto por las circuns- 


© Biblioteca Nacional de España 


I r 

i ¡ 


lil; ESCUDO DE ARMAS DE DA CIUDAD DE MONTEVIDEO - 33 


t anclas, admitió la participación gubernativa del elemento 
popular que el régimen colonial excluía, en el acuerdo y en 
la ejecución de medidas de su privativa competencia como 
representante del Monarca. 

El cabildo fue lejos: y el día 18 de Julio de 1806, declaraba 
« que en virtud de haberse retirado el virrey al interior del 
país, ele hallarse suspenso el Tribunal de la Real Audiencia 
y juramentado el Cabildo de Buenos Aires, era y debía res- 
petarse en todas circunstancias, el precitado Gobernador don 
Pascual ítuiz Huidobro como Jefe sirpremo del Continente, 
pudiendo' obrar y proceder con la plenitud de esta autoridad 
para salvar la ciudad amenazada y desalojar la capital del 
virreinato » (1) . 

Así se iniciaba al repelerla conquista extranjera, en el Río 
de la Plata como en España, por el despertamiento de la ac- 
ción popular, que venía á llenar el vacío dejado por la im- 
potencia y la cobardía ; allá, la descomposición del régimen 
del absolutismo monárquico: aquí, la del régimen colonial 
doblemente depresiva. 


! 


■VI 


El grande movimiento de opinión producido en Montevi- 
deo, sin ejemplo hasta entonces en nuestra vida colonial, está 
narrado y comprobado, en su conjunto y en sus mínimos de- 
talles, en el expediente á que nos hemos referido. 

Como narración de conjunto, tomamos la que hace en su 
informe don Joaquín Alvarez C. de Navia, Comandante 
Milicias. 

¡ « El 29 ele Junio por la noche — *d ice— tuvimos la inesperada 

noticia de la toma de la capital. Por entonces, y hasta los 
dos ó tres días no pudo averiguarse el número de las tropas 


(1 ) Fkancisco Bauza . — Historia de la dominación española en el Uruguay. 


ksc. r»H AH MAS. 


8 . 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


! 34 


¡ enemigas, ni las circunstancias de la acción: pero este vecin- 
dario, lleno del mayor entusiasmo por la defensa de los do- ¡ 

¡ minios del rey. la religión y la patria, no trataba de otra ¡¡ 

j cosa que de la reconquista de la capital: la voz era general 

i en los cafés, tertulias, juntas y cualquier otro paraje, tanto j 

entre los nobles como en los plebeyos: no se presentaba di- 
\ • ficultad que al momento no se venciese: la falta de dinero | 
era la de menos consideración, porque no teniéndolo el Rey, 
al instante se facilitaba por los mismos vecinos con genero- 
sidad. Como se necesitaba aumento de tropas, y se oponía á | ; 
la creación de cuerpos el limitado sueldo, que había sido ¡¡ 
una causa conocida de la decadencia de los Regimientos Ye- j ¡ 
teranos, al instante se recibió el aumento hasta doce pesos 
mensuales, satisfaciendo el exceso por imposiciones que car- 
garon sobre sus intereses y exhibiendo el dinero de contado; 
con cuyo motivo se creó incontinenti la Compañía de Mi- j 
ñones y el Cuerpo de Voluntarios Urbanos de caballería. — 
Todo esto se ejecutó en el término de doce á catorce días, 
y en el entretanto se daban las demás disposiciones se formó ! 
Junta de Guerra, y por ella se confirió el mando al señor j 
Jj Gobernador de esta plaza don Pascual Ruiz Huidobro. y en j 
I ■ circunstancias que se disponía la marcha, hizo creer la equi- 
¡ : vocación de una carta que los enemigos venían á atacar esta 
|j Plaza: hasta entonces no había podido indagarse con cer- 
i tidumbre su número, sin embargo de que un señor Puey- 
rredón, sujeto poco conocido aquí, y algunos otros aparecie- 
;i ron en ella dando algunas noticias opuestas entre si, y que 
¡i dentro de poco se averiguaron con más probabilidad, según 
: informes y cartas conseguidas desde aquí de sujetos de pro- 
1 bidad y reputación. Una noticia que podía causar algún cui- 
dado y hacer preferir la defensa de esta Plaza, en nada j 
entibió los ánimos, antes por el contrario s© observó más 
i empeño y tesón : tratóse del nombramiento de nuevo jefe, su- 
i puesto de que ya no convenía la ausencia del señor Gober- 
¡ nador, y en esas circunstancias, todo pronto para marchar, 

I ! tanto la expedición por mar como la tropa por tierra, llegó 
¡ á esta plaza el señor brigadier don Santiago Liniers, que 


© Biblioteca Nacional de España 


EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 35 


j 

j 

' fue uno de los que, como llevo referido, informaron con se* í 
¡ gurí dad, fue elegido para el mando en 19 de Julio del mismo ; 

año, y como todo estaba pronto emprendió su marcha por j- 
: tierra el 21 del mismo mes». 

Este sencillísimo relato — textualmente transcrito, — co- 
rroborado por todos los documentos que encierra el expe- l 
S diente mencionado, bastaría para dejar establecido qué la po- j 
lalación de Montevideo promovió é hizo posible la recon- 
quista de Buenos Aires, apenas le llegó la noticia de su ocu- 
j pación por un ejército inglés. 

Pero los detalles en que los indicados documentos nos per- 
! miten entrar, ampliando y complementando ese relato, carac- 
terizan la abnegación con que los vecinos de Montevideo le 
: adquirieron el más incontestable derecho á los laureles de 
la reconquista. 


VII 

Para aumentar la escasa guarnición de la plaza y poder 
emprender la reconquista de la capital, los principales veci- I 
nos solicitaron del Gobernador que decretase la creación de 
nuevos cuerpos urbanos, en los que ellos mismos se enrolarían, ! 
promoviendo á la vez donativos de dinero para que pudieran 
hacerse las erogaciones que el estado de guerra ocasionaría. | J 
El alistamiento, voluntario para todos, se verificó con tanta 1 j 
rapidez, que el. día 5 de julio estuvieron organizados. — « El I) 
Tercio de Naturales ó Criollos » . como dice algún documento: i : 
— el de «Vizcaínos y Andaluces » : — el de «Catalanes, Cas- \\ 
tellanos » etc., — y el de « Estr anuir os » , compuesto de vecinos ] 

de las afueras de Montevideo que se enrolaron en la ciudad. i 

Estos tercios formaban en ese día 800 plazas. | 

Simultáneamente se alistaban en el batallón de milicias ó 
Voluntarios de Montevideo; en los Artilleros milicianos yen ¡ 
el regimiento de Voluntarios de caballería. 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


3í> 


En los cuarteles de este vecindario armado, que lejos de : 
pesar sobre el erario público lo auxiliaba y proveía, nació la j 
■ idea de que los hacendados y comerciantes se cotizasen para j 
| pagar el pret de los individuos pobres de la campaña que to- | 

|| masen las armas; y, con este arbitrio, en quince días se pre- 
! j sentaron más de mil hombres. 

Algunos hacendados hacían más Don Juan José Seco, por 
ejemplo, armó, equipó y montó doscientos jinetes, y solici- 
tando que se pusieran á las órdenes del ayudante mayor de 
Blandengues don José Artigas, se comprometió á mantener- ■ 
los y pagarles por el tiempo que durase la guerra; — y otros, j 
como don Pedro Casaballe, se presentaron acompañados de j 
í cierto número de hombres armados, equipados y pagados por 
ellos. 

Los catalanes avecindados en Montevideo, organizaron, 
como cuerpo libre, la compañía de Miñones ó Migueletes. que i 
se hizo notable en la reconquista de Buenos Aires, con la 
condición de que los únicos que tendrían pret serían los que j 
no poseían otros medios de subsistencia que los que les daba 
el trabajo diario que abandonaban. 

El personal de los cuerpos veteranos venidos de Buenos ; 
Aires, que con el último refuerzo no alcanzaba efectivamente 
á 500 hombres, como va dicho, había disminuido, y fue re- 
¡ montado con cerca de 200 hombres, mejorando su pret que 
había sido mezquino y mal pagado. 

Las listas nominales que tenemos presentes, prueban que 
en los cuerpos Urbanos estaban alistados y mezclados con los j 
más humildes, los vecinos de más elevada posición y caudal, :¡ 
los mismos que le hacían al gobierno donativos y presta- ¡| 
mos patrióticos de dinero ; y cuando se trató de designar el | 
contingente de las milicias de Montevideo que debía hacer \ 
parte de la expedición reconquistad ora. se produjeron entre 
• ellos los mayores disgustos, mi serio conflicto, porque todos 
querían ir á Buenos Aires, lo que no era posible sin compro- 
meter la seguridad de la plaza, base de las operaciones que 
iban á emprenderse. 

El Gobernador resolvió el conflicto designando para la expe- 


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Jl EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 37 j 

! ! dición á la compañía de Granaderos y á la primera de Fusi- 
ji leros del batallón de Voluntarios de Montevideo. Tomó el ■ 

• mando superior de este contingenté, por antigüedad, el capi- 
j tán de la primera compañía don Juan Balbín González Va- 
lí lie jo, y los inmediatos el de la de Granaderos don Joaquín de 

Cliopitea; los tenientes don Juan de Ellauri, don Cristóbal 
Salvañach, don Jaime lila, don Jerónimo Olloniego; los sub- 
| tenientes don Juan Méndez, don Teotonio Méndez y don Vic- 
torio Galicia de Zuniga, todos vecinos pudientes cuyos ape- 
S 1 lid os se lian perpetuado en la más distinguida sociedad de 
¡ Montevideo. j i 

i Los acompañaban como capellanes de la expedición recon- j i 
1 1 q instadora los presbíteros clon Dámaso A. Larrañaga, teniente j i 
cara entonces de la iglesia Matriz, y don Rafael ZuiTiategui. 

El vacío que dejó el destacamento del real cuerpo de arti- 
llería que se encontraba en Montevideo, se llenó con milicia 
de esa arma; y muchos y principales vecinos se consagraron 

• á habilitarse para su buen servicio en la Escuela práctica de ! 
Artillería que con ese objeto se había fundado, desempeñando | 
personalmente y encalleciendo sus manos en los más rucios j 
y mecánicos trabajos, para el montaje de Jos cañones y mor- ; 
teros y la fundición de los proyectiles. 

En las listas de esos vecinos transformados en artilleros, 
que fueron cabos, sargentos y oficiales, y que, más tarde es- j 
tuvieron al cargo de las baterías que resistiendo á los ingle- ¡ 
ses salvaron el honor militar de Montevideo, se encuentran i 

i 1 j 

¡ nombrados don José Car el o so, don Antonio San Vicente, don 
Zacarías Pereyra, don Simón de Jáuregui, don Pedro Berro. ¡ 
don Faustino García, clon Juan Bautista Aramburú, clon Al- j 
íonso Correa, don Juan Domingo de las Carreras, don Fran- I 
cisco de las Carreras, don Simón Salduondo, clon Manuel Vi- 
cente Gutiérrez, clon J. Moran, todos vecinos acaudalados ó ; 
de buena posición en el comercio, cuyos apellidos se han per- j 
petuado también en la distinguida sociedad mon t e vid e ana. ; 

La misma población que tomando las armas integraba el 
| personal ele la defensa de la plaza y el de la expedición re- 

• conquistadora, proveyendo además al Gobierno de dinero por 


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38 


JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


medio de donativos y de préstamos patrióticos, atendió tam- 
bién directamente, con sus bienes particulares, á todas las 
j : otras necesidades de la mencionada expedición. 

Para el transporte fluvial se necesitaba aumentar el nú- 
mero de las embarcaciones de que disponía el Gobierno; y, 
i desde luego, los particulares ofrecieron espontánea y gene- 
rosamente las que poseían, excediendo en muchísimo el nú- 
j I m er o d o las q ue p u d i eran pre cisarse. 

El Grobierno, agradeciendo estas patrióticas ofertas, limitó j 
su aceptación á las embarcaciones que le eran indispensa- | 
bles, 

| : Algunos las ofrecían armadas y tripuladas: y entre las que 

hicieron parte de la expedición encontramos las siguientes: 

Una lancha de auxilio, pertene cíente al comercio, armada ; 
con un canon, facilitada por el Consulado: otra, propiedad 
¡ de los vecinos don. Juan Uset y don Francisco Castro, arma- 
j. da á su costa con un cañón de á diez y ocho, mandada por 
í ellos mismos 3’ tripulada por hombres su y os; otra, propiedad 
:j de los vecinos don Pedro Berro y don Pedro Errasquin, ar- 
mada y tripulada á costa de esos señores: otra, propiedad del 
í vecino don Antonio Arraga, armada y tripulada á su costa, y 
• mandada personalmente por él. 

El vecindario concurrió también á las provisiones que de- 
I mandaban las fuerzas 3^ los transportes fluviales 3' aquí no 
podemos dejar de hacer una mención muy especial del acau- 
dalado vecino don Mateo Magariños. 

E^te señor, que promovió é hizo donaciones de dinero, y 
de artículos de toda clase, porque era comerciante, hacen- 
j dado 3^ saladerista, después de ofertar sus buques, entre los 
i que había varios de navegación ultramarina, puso á disposi- 
ción del Gobierno para el armamento fluvial, las llaves de 
sus depósitos de artículos navales, de comestibles, y tejidos 
de lana 3 T algodón. 

El transporte terrestre de la expedición ofrecíalas más se- 
¿ rías dificultades; la estación era inclemente y las lluvias, con- 
¡ t inuadas y copiosas, habían anegado y ablandado el terreno. 

En esas condiciones, se necesitaban muchas y buenas ca- 


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| ! EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 39 


balgaduras para que los hombres y bagajes de la expedición 
re conquistadora pudieran vencer, con la prontitud requerida, 
b la distancia en que se encuentran Montevideo y la Colonia 
del Sacramento. 

i Las caballadas del Rey como entonces se decía, eran poco 
numerosas, y sobre todo estaban extenuadas; y los particu- 
lares que conservaban las suyas, como nunca lo hace el Es- 
I tado. se encargaron de suplirlo en esto, como en todo lo demás, 
proporcionando patrióticamente y con abundancia los caba- 
llos, los bueyes y las carretas para el transporte de las tropas, 
y las res es que fueran necesarias para la alimentación de los 
| expedicionarios. 

Sobre este particular nos limitaremos á transcribir algunos 
párrafos del informe de don Bernardo Suárez, digno proge- 
;¡ nitor de nuestro inmortal don Joaquín Suárez, comandante, 
:¡ entonces, de la Milicia de Caballería de Extramuros. 

| , << Testigo ocular soy, — dice, — por la comisión que este Go~ 

I bienio se dignó poner á mi cuidado, no sólo del mando y 
dirección de las caballadas del Rey, sino también de los par- 
ticulares y demás auxilios con que el vecindario de estos 
! campos concurría á ponerlos á mi disposición para que obra- 
| sen á beneficio de la causa común. Los hacendados don Fran- 
| cisco García de Zúñiga, doña María Antonia Achucarro, 

¡ doña Margarita de Vi ana, don Mateo Gallego, don Joaquín 
I de Chopitea, don Juan Balbín G. de Vallejo, don Juan José 
. Duran, don Juan Ignacio Martínez, don Martín José Artigas. 

; don Francisco Sierra, don Felipe Pérez y demás principales 
propietarios cuya enumeración sería prolija, pusieron á mi 
disposición las caballadas de sus haciendas no sólo para las 
marchas y tránsitos que fuesen precisos desde esta ciudad á 
la Colonia y desde aquel punto á éste, sino también para que 
obrasen activa y pasivamente por todo el tiempo que fuese 
necesario su uso, sin responsabilidad ni reintegro alguno. 

» Si los hacendados se distinguieron así en el desempeño 
de sus obligaciones personales como en la franqueza y gene- 
rosidad con que pusieron de manifiesto todos los auxilios que 
| sus facultades les permitían ofrecer á la patria, no lo hicieron 


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40 


JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


: menos los labradores llenos de nn entusiasmo que parecía 
: extraño y muy ajeno á sus principios y laboriosas ocupacio- 
nes». 

Después de hacer resaltar la buena voluntad con que los 
| • labradores hicieron la concentración ele sus caballos en los 
1 puntos que se les designaron, y la espontaneidad con que 
| . abandonaron los arados para tomar las armas, agrega el señor 
¡¡ S uáre z: 

« Cuando el ramo de hacendados y labradores se distinguían 

I con una envidiable emulación, no lo hacían menos los faene- 
ros de carnes, así los hacendados como los no hacendados; y 

I I en esta clase es muy constante al muy ilustre Cabildo el dis- 
' ■ tinguido mérito contraído por los vecinos clon Juan José Seco 
j y don Ignacio Muxica: el primero abandonando sus crecidas 
í y numerosas haciendas al acaso y á Ja Providencia, extrajo de 

ellas como mil seiscientos caballos, que eran el móvil prima- 
rio de su conservación, y el segundo franqueó las carnes que 
fueren precisas, etc. » 

Las subscripciones de donativos y prestamos patrióticos de 
dinero, de que elejamos hechas reiteradas menciones, fueron 
| promoviclaxS espontáneamente por el señor don Miguel Anto- 
j nio Vilardebó, á quien acompañaron, desde luego, don Ma- 
! nuel Diago, don Faustino García y don Francisco Antonio 
Maciel, fundador del Hospital, que murió después, con las 
i armas en la mano, defendiendo á la ciudad que había hon- 
rado con su caridad. 

i Los préstamos no gozaban interés alguno, y el reembolso, 
j que no tenía término prefijo, se realizaría cuando las circttns- 
■ tancias lo permitieran. 

¡ Esos donativos y préstamos tenían por fin expreso darle al 
I Gobierno los medios pecuniarios, que absolutamente le fal- 
taban, para emprender la reconquista de la capital de Buenos 
; | Aíres, caída en poder de un ejército inglés, y poner en estado 
de defensa, contra ese ejército, á la plaza de Montevideo. 

¡ - Y como esos medios pecuniarios, suministrados por la po- 

: blación de Montevideo, hicieron posible la expedición recon- 

quistadora, consideramos conveniente comprobar el hecho 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 41 


que dejamos establecido, con la siguiente declaración ofi- 
cial. 

Don Ventura Gómez, comisario de Guerra, oficial Seal y 
ministro de Real Hacienda en la mencionada plaza, certifica 
que en el Libro Manual de la Real Caja «constan sentadas 
las partidas de dinero que por vía de Donativos gratuitos y • 
Préstamos patrióticos han enterado, estimulados de su pa- ¡j 
tr ictismo y vasallaje, los individuos de este comercio y ve- 
cindario que. abajo se expresarán, con el fin de subvenir con 
ellas á la reconquista de la capital de Buenos Aires y atender 
al mismo tiempo al aumento de tropas y demás ejecutivos 
aprontes que fue preciso hacer para mantener esta referida 
plaza en defensa contra los proyectos que pudiesen meditar 
los enemigos, en circunstancias de hallarse apoderados de di - j 

cha capital y no tener el Rey en esta Real Caja , fondos con qué i 
poder concurrir d un objeto de tanta recomendación y prefe- 
rencia». 

El monto total de las cantidades subscritas por el comer- 
cio y vecindario de Montevideo, según el documento feha- 
ciente de que liemos tomado la declaración que precede, fue j 
el siguiente : 



Donativos gratuitos . . . $ 160.676 

Préstamos patrióticos » 91.762 

Total 252.438’ 


Además, don Mateo Magar irlos promovió una subscripción 
«para premiar, decía, la primera tropa que avance al ene' 
! migo con vigor, ó lo ponga en desorden, ad virtiendo se para 
! I perfecta claridad, que si el ataque es por mar será el premio 
; i para la gente que primeramente se choque con intrepidez, 
¡ ¡ entrando todos los que sean de la tripulación clel buque que 
: j lo verifique. » 

■ Esta subscripción produjo la cantidad de $ 10.414—3 V*. 
: ! Los que poseían algún dinero en Montevideo, tienen sus 
| nombres registrados en las listas de esas subscripciones, cuyo 


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42 


.JUNTA 15. ADMINISTRATIVA 


monto, para aquellos tiempos 1 1 > y para una población tan 
reducida, era muy cuantioso. 

En la Colonia del Sacramento se incorporaron á la expe- 
dición ciento veinte milicianos de caballería á las órdenes de 
don Benito Chain : y el equipo de esta tropa también fue cos- 
teado por una subscripción vecinal que encabezó la señora 
doña Francisca Huet, esposa del comandante militar del 
puerto don Ramón del Pino, y á la que concurrieron el co- 
mandante de los resguardos don León de Altolaguirre y va- 
rios jefes expedicionarios. 

Con este complemento, no quedaba en esa expedición un 
solo soldado que, de algún modo, no hubiera sido costeado ó ] 
auxiliado por los vecinos de Montevideo ó de su campaña, ¡ 
puesto que aun los veteranos, cuyas bajas se repusieron en ! 
esa ciudad, recibieron de ella aumento de pret, equipos y j 
medios de transporte. • ' 


VIII 

i Los vecinos de Montevideo que después de haber contri- 
| buido á todas las erogaciones patrióticas con que se aprestó 
la expedición, alcanzaron el honor, por todos solicitado, de 
marchar como soldados á rescatar á Buenos Aires, se mostra- 
ron dignos de la ciudad que representaron en la decisiva jor- 
! nada de la reconquista. 

i Los Miñones ó Migue letes de Montevideo, dispersos en 
! tiradores y engrosados por los vecinos de Buenos Aires, que 
se Ies incorporaban, en la mañana del 12 de Agosto obliga- 
j ron á los ingleses á concentrarse sobre la entonces llamada 
Plaza Mayor (y después de la Victoria), cuyas entradas es- 
taban defendidas con artillería, y anticiparon la hora de la 

íl> Para aquellos liempoSt decimos, porque cu ellos se consideraban grandes 
fortunas las que en los nuestros apenas tendríamos por medianas. 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 43 


victoria, precipitando el ataque general de las posiciones 
enemigas, G> 

Los voluntarios de infantería de Montevideo, fueron divi- 
j didos en dos de las columnas que debían desalojar á los ene- 
! migos de las posiciones que ocupaban en las azoteas de las 
avenidas de la plaza, que cerraban con su artillería. En la 
una, venía la Compañía de Granaderos al mando de su capi- 
tán don Joaquín de Ch opitea, con los marinos del bravo 
Mr. Hipólito Mordall; y en la otra, á cuyo frente entró por la 
calle del Cabildo el segundo jefe de la expedición don Juan 
Gutiérrez de la Concha con los marinos del apostadero, la 
primera compañía al mando de su capitán don Juan B albín 
González Valle jo, y los milicianos de caballería de la Colonia 
al de don Benito Chain. 

| Después de dos horas del más encarnizado combate, al que 
! habían dado carácter popular los patriotas de Buenos Aires, 
dispersados hacía poco tiempo en Pedrial, y los vecinos que, 
á pie y á caballo, se incorporaban á los expedicionarios, los 
ingleses, desalojados de las azoteas y acometidos en las en- 
¡i tradas de la Plaza, se concentraban sobre el edificio de la 
j Recoba, desde donde hacían nutrido fuego, bajo la inmediata 
| dirección del general Beresford, que con sus ayudantes se 
encontraba en el cerco del arco grande. 

La columna de Concha, forzando la entrada de la plaza, 
acababa de flamear su bandera en el portal del Cabildo, frente 
de la Recoba que ocupaban los ingleses cuando don Benito 
i Chain ofreció dar una carga para desalojarlos de esa posición, 
i si era apoyado por las fuerzas de infantería, y aceptado su 
ofrecimiento, se lanzó audazmente, sable en mano, derecho 
al arco grande, y con él se lanzaron todos, las tropas y los 
vecinos, como un torrente que se desborda. 

Chain, cuya espada fue partida por una bala, llegó casi á 
tocar con su empuñadura el arco donde estaba el general 
Beresford, dolorido, por la muerte de su ayudante y secre- 
i : 

!; (1) E) genera) Liniers, en carta del -SO de Agosto de 1806, testimoniada en el 

expediente mencionado, declara que «Los Miñones han contribuido ex traordi- 
nariamenté al éxito de la reconquista». 


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44 


.TUNTA E. ADMINISTRATIVA 


fcario querido Williams Kennet que acababa de caer á su 
; lado, y aturdido, sin duda, por aquel desbordamiento que los 
artilleros ingleses del fuerte no podían contener sin hacer r 
fuego sobre sus propios compañeros, sobre su propio general. 

Beresford, general ya entonces, bien reputado por sus ser- 
vicios en el Mediterráneo y en el Egipto, donde había tenido 
el mando de Alejandría, ilustre después en la gran guerra j ; 
europea, se sintió vencido, como en otro escrito lo liemos ■! 
dicho, < l > debajo del arco de la Encoba, — consagrado en aquel 
día, por la primera victoria ele las poblaciones del Río de la 
Plata; — y, terciando su espada sobre el brazo izquierdo, dio la 
señal de la retirada y la efectuó rodeado y acosado por el i 
entusiasmo y por la ira popular que. después de haber b 
| derrotado su pericia y enmudecido sus cañones, quebrantó ■ 

. moralmente su ánimo y lo obligó á rendirse á discreción, in* j 

continenti. dentro del fuerte, levantado el puente levadizo, ' i 
j pudiendo disponer sobre los muros de treinta y cinco caño- j| 
|¡ lies, de cuatro morteros y de mil doscientos buenos soldados, ¡ 
i i entre los que se contaban los del famoso regimiento 71, y j 
j¡ teniendo á su espalda las naves y los cañones del comodoro ; 
j¡ Póphan. • i 

i; En esta victoria que, dentro de sus proporciones, será con- j 
tada entre las más gloriosas y más fecundas del Río de la j 
Plata, se distinguieron singularmente los vecinos armados de [ 
la ciudad iniciadora de la reconquista. 

; Gúp oles á los Miñones ó Miguel etes de Montevideo, la ini- | 

\ ciativa de la gloriosa jornada, á los milicianos de la Colonia 
i j la carga valerosa que precipitó su desenlace, y á los ya nom- j 
i | bracios capellanes de la expedición, hijos de Montevideo, don ! 

| Dámaso A. Larr&ñaga, — que fue el primer sabio del Río de 
[ la Plata, — y clon Rafael Zufriategni, la aureola de los que, 

; | compartiendo las fatigas y los peligros ele los soldados, ejem- ; 

. j ! 

|| (1) Dictamen sobre la conservación de la Pirámide de Mayo. 

(2) Literalmente acosado. Los hombres de todas clases se precipitaban sobre 
los ingleses, y fuó en esta ocasión que don Juan Martin Pueyrredón, atrope- 
! : liando con su caballo, se apoderó de uno de los guiones del famoso Regimiento 71 > 

! que se encuentra como trofeo en la catedral de Buenos Aires. ¡ 


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ETi ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 45 


plarizan la abnegación y la caridad cristiana, auxiliando á los 
moribundos y atendiendo á los heridos en el mismo campo 
del combate. 


IX 


'• i 

II 
; | 

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i : 

¡ : 

!! 

i!_- 


La inmediata reconquista de Buenos Aires, considerada 
como medida defensiva contra el peligro que amenazaba las 
posesiones españolas en el Río de la Plata, fue completa- 
mente eficaz. 

El primer cuerpo dei ejército inglés destinado á comple- 
mentar y consolidar la conquista del Río de la Plata, com- 
puesto de dos regimientos de- dragones y de seis de infan- 
tería y artillería á las órdenes dei brigadier general Sir Sa- 
muel Anclimuty, convoyado por una fuerte división naval 
con la insignia del contralmirante O. Sterling, se hizo á la mar 
el 10 de Octubre de 1806; y el segundo cuerpo, á las órdenes 
del teniente general Whitelocke, nombrado gobernador y 
comandante en jefe de las fuerzas de S. M. B. en la América 
del Sur, dejó el puerto de Portsmouth, pocos meses después, 
con un convoy de más de cuarenta buques, viniendo el almi- 
rante Murray, en el navio «Polifeme» de setenta y cuatro 
cañones. 

Cuando el general Anchmuty arribó al Río de la Plata, — 
Enero de 1807, — encontró absolutamente mudada la situa- 
ción con que contaba al salir de Inglaterra. 

El ejército del general Beresford había desaparecido. 

En el sitio que él ocupaba, estaba el pueblo de Buenos 
Aires, que dueño de sí mismo y resuelto á defenderse, había 
improvisado un ejército, relativamente respetable, pero más 
poderoso por su espíritu que por su número. 

En el mismo día, 10 de Octubre, en que el general Anch- 
muty se alejaba de las costas inglesas, el ejército de Buenos 
Aires revistaba ocho mil quinientos ochenta y cuatro liom- 


i 


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46 


JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


i 

¡ 

bres, con un tren volante de noventa y cuatro piezas, tenien- 
do montados en el Fuerte y en las nuevas baterías de la Re- 
coleta, del Retiro, del Muelle y de la Residencia, cincuenta 
! cañones. i 

Montevideo, aunque- contrariado y perjudicado por el en- |¡ 
¡ ; tremetimiento y la ineptitud pretensiosa del virrey marqués ¡ ; 

j de Sobremonte, que se había trasladado á aquella plaza, es- j j 

taba, en cuanto al personal, que continuó adiestrándose en el |¡ 
j manejo de las armas, en mejores condiciones defensivas que |j 
las que tenía en Junio de 1806. i 

Pero la base de la defensa de las dos ciudades consistía en ; 
el espíritu y la decisión de sus respectivos vecindarios ; y ¡ 
bajo este aspecto, la posición de Montevideo era menos fa- 
vorable que la de Buenos Aires. 

i 1 I 

j Montevideo era una plaza fuerte, y precisamente por serlo, j 

¡ la acción popular, estrechada dentro ele las murallas, no tenía ! 

i espacio ni aplicación. La defensa debía ser rigorosamente ini- ; 

litar, ajustada á todas las reglas del arte; y, además, siendo ¡ 

escasa la población, el número cíe hombres que ella podía 1 
dar apenas bastaba para el servicio y la defensa de las forti- 
ficaciones de la parte de tierra y de las baterías de la costa j 

del río. ¡ 

! 

! Colocado Montevideo entre un ejército de buenas tropas, i 
dotado de artillería de sitio, que no pudiera alejar de sus mu- j 
i rallas, y que, por consecuencia, estableciera sólidamente su j 

línea de ataque, adelantando sus paralelas, y una escuadra, 
con artillería de alcance, que la cañonease por la espalda y 
por el flanco derecho de sus fortificaciones de la parte detie- 
: rra, esa ciudad sólo podía aspirar al honor de una esforzada 

resistencia ; ‘honor que obtuvo, y que le fue discernido por el 
mismo ejército inglés que penetró en su recinto, al venir e] 
día 3 de Febrero de 1807, por la brecha; — tan ensangren- 
tada! — que, después de una lucha mortífera y tenaz, habían 
abierto sus cañones, bizarra y científicamente dirigidos. ^ 

(1) En su parte oíifcial. el general Anchmuty dice que la resistencia de Mon- 
tevideo toé fot níds determinada. 

Los señores Robertson, que desembarcaron al dia siguiente del asalto, se ex- 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 47 


i; Vencidas las fortificaciones, vencido estaba todo: los ven- j 
¡j cedores entraban á las calles mezclados con los vencidos, y ! 

|| persiguiéndolos; y á haber sido posible, (que no lo era) pro- 
¡| longar la resistencia de las azoteas, éstas habrían sido barrí- 
i] das por los -fuegos convergentes de la parte de tierra y de la 
!¡ del río. 

Buenos Aires tenía la posición inversa. Era una ciudad ex- j 
tensa, abierta, que contaba más de cuarenta mil habitantes, 
y en la cual la acción popular no estaba circunscrita ni difi- 
cultada de ningún modo. 

Esta ciudad no podía ser dominada como Montevideo, ni 
: en el todo ni en gran parte de su extensión, por las alturas i 

| (el fuerte, las torres, las azoteas) que pudiera ocupar el agre- j 

; sor; y los cánones de las naves no tenían alcance ni posición ! 

i que les permitiera cooperar á la agresión ni concurrir á la i 

defensa de las columnas que se internasen en la población. 

Para llegar á sus respectivos destinos, las columnas de ata- ! 
j : que debían hacer el tránsito por calles estrechas, encerradas 
'! entre los muros de las casas desde cuyas aberturas y azoteas ;! 
:¡ ó tejados podían tener acción agresiva todos los habitantes, 
f ¡ las mujeres como los hombres, los niños como los ancianos, j; 
\\ En este tránsito, las columnas se exponían á ser diezmadas 
: | ó deshechas por el vecindario; y si alguna ó algunas, aunque 
; dañadas y fatigadas alcanzaban la desembocadura de la vía 

! peligrosa que habían recorrido, y la encontraban zanjeada, \ 

| artillada, cerrada por fuerza enemiga, el rechazo ó la des- : j 

| composición de la cabeza podía ocasionar el desastre de t oda- 

la columna. 

Tan poderosa podía ser, y fue, la acción del vecindario, que ¡ 
i desde sus habitaciones ó en las calles cooperó á la defensa de 
1 Buenos Aires. 

: ¡ 

presan asi : — « ¡ Qué triste espectáculo do desolación y de miseria el que se nos 
presentaba á cada puso ! La matanza liabia sido terrible, proporcionada A la bra- 
| vura que desplegaron los españoles y á la gallardía é irresistible firmeza con 
que los ingleses arrollaron sus masas y apagaron los fuegos de sus baterías. 

«Por todas partes se veían pilas de heridos, de muertos y moribundos y por 
i todas las calles encontrábamos literas que los conducían ú los hospitales y á 
¡ las iglesias». 


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48 


;p UNTA T-:. ADMINISTR A T I VA 


El ejército de Whifcelocke había desembarcado en 28 de 
j Junio de 1807 en las cercanías de la Ensenada, y las tropas 
organizadas en Buenos Aires fueron llevadas por el general 
i Liniers á ofrecerle batalla campal, quedando derrotadas en 
el combate del Miserere el día 2 de Julio. 

Pero en la noche de ese mismo día — la noche triste , —se 
organizó impulsada por la enérgica voluntad del alcalde de j 
í. or voto don Martín de Álzaga, la defensa de la ciudad, cuyo 
centro era la plaza de Mayor, sirviéndole de base el Fuerte 
y de punto más avanzado al norte, el reducto del Retiro. 

Se artillaron las entradas de la plaza, adelantándose, algu- 
nas cuadras por las calles que á ella conducían, la línea de 
defensa, que se zanjeaba y atrincheraba hasta con tercios de 
yerba-mate, encerrando dentro de ella una gran masa de edi- 
ficios, cuyas azoteas eran ocupadas por las tropas que había 
llevado Liniers y por el vecindario, hombres y mujeres, q líe- 
se preparaban á hacer de sus utensilios y hasta del agua hir- 
viendo, medio de agresión y de defensa. 

Por esas calles, que alguno de los ingleses que las transi- 
taron el 5 de julio llamó los senderos de la muerte , penetraron 
en ese día las columnas de Whitelocke ; y este general consigna 
en el parte oficial de su desastre, lo que en ellas encontró: 

« Metralla en todas las calles, dice "Whitelocke, fusilería, 
granadas de mano, ladrillos y piedras tiradas desde los teja- 
dos de las casas; cada propietario con sus negros defendiendo 
su habitación, cada una de las cuales era una fortaleza. . . y 
quizá no será ponderación decir que no había en Buenos 
: Aires un hombre que no estuviera empleado en su defensa». 

; Esta defensa que tiene, entre sus muchos méritos, el de ha- 
! ber sido esencialmente popular, obtuvo, como primer resul- 
tado, la evacuación de todo el Río de la Plata por el ejército 
inglés, y consolidó con- ese hecho glorioso, el imperio de nues- 
tra raza en estos países. 

Pero ese resultado, honra y prez del gran pueblo de Bue- 
nos Aires, se relaciona, íntimamente, con el carácter y la 
oportunidad de la reconquista. 

! Esta fue tan rápida, que cuando llegó á Inglaterra la lio ti- 


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KL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 49 


cía de la conquista de Buenos. Aires, ya esta ciudad, cuya 
ocupación por los ingleses no duró más que cuarenta y cinco 
dias, estaba preparándose para una defensa enérgica, si, como 
era de esperar, volvía á ser acometida. 

Ya indicamos, (pie el 10 de Octubre de 1806 el ejército po- 
pular levantado en Buenos Aires estaba organizado y apres- 
tado para la defensa; y desde ese día, liasta el 28 de Junio 
de 1807 en (pie desembarcó en sus cercanías el ejército del 
general W Intelecto, tiempo tuvo para consolidar su organi- 
zación y complementar su material defensivo. 

Si al arribar al Río de la Plata el general Anchmnty en 
Enero de 1807 hubiera encontrado al general Beresford en j 
posesión de Buenos Aires, apoderados ele las puertas y délas 
ciudades de las dos márgenes del río ele la Plata, los ingleses 
habrían podido, en breve tiempo, depositar en ellas elemen- 
tos que le dieran -á su conquista una base sólida, cuando me- 
nos difícil de conmover, máxime desde que, dueños de los 
mares, podrían dominar todo nuestro litoral fluvial, no de- 
jándonos abiertas más que las vías terrestres, lejanas y difí- 
ciles, del virreinato del Perú, para la provisión ele los artícu- 
los bélicos, que faltaban y que requería el género de guerra 
que entonces habría sobrevenido; porque nada podíamos es- 
perar de las limítrofes poblaciones portuguesas que nos eran 
tradicionalmente adversas y cuyo gobierno estaba sometido 
á la influencia dominante del de Inglaterra. 

Sin la oportunidad y los resultados de la Reconquista de 
1806 y sin la maravilla de la Defensa de 1807, quizás los des- 
tinos de estos países se habrían cambiado fundamentalmente. 

En la apasionada controversia que se suscitó sobre el me- 
jor derecho á los trofeos de la reconquista, se dijo en 1807 j 
que «si no hubiera tenido lugar la expedición de Montevideo, i 
^Buenos Aires se habría reconquistado por sí mismo»; y nos- 
otros no sólo admitimos la posibilidad, sino la probabilidad 
de que así hubiera sucedido. j 

Pero no sucedió; y, lo que es más, los beneméritos patrio- 
tas de Buenos Aires que conspiraban hasta con audacia, para 
expulsar á los ingleses, solicitaron é instaron la expedición j 


F,s<\ I» K Ai; MAS, 4 . 


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50 


-JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


de Montevideo ; y fue esta expedición, á la que ellos se incor- 
poraron en las afueras ó en las calles de esa capital, para 
combatir á los ingleses, la que produjo la reconquista. 

: Tan imposible sería desconocer que la expedición de Mon- 

tevideo produjo la reconquista de Buenos Aires el día 12 de 
Agosto de 1806, como sería el negar que la defensa de Bue- 
nos Aires rescató á Montevideo el 5 de Julio de 1807. 


X 

A cada uno lo suyo: y desde que la reconquista fue pro- 
| elucida por la expedición de Montevideo, suyas son las con- i 
¡] secuencias que de ese hecho resultaron. 

Ya hemos visto cómo la oportunidad de la reconquista le 
i j di ó á Buenos Aires el tiempo necesario para preparar, orga- 
| ! ni zar y consolidar los elementos de su ulterior y gloriosa de- 
fensa. 

: Veamos ahora cómo el movimiento de opinión que promo- 

: I vio y preparó en Montevideo la expedición re conquistad ora, 

¡ se reproduce en Buenos Aires con el mismo carácter, con la- 
misma virilidad, con el mismo espíritu, con los mismos medios 
y las mismas formas, para promover y preparar la defensa. ¡ 
!j Desde luego, son los elementos populares, antes anulados ! 
por el, régimen colonial, los que predominan y le dan al Ca- \ 
bildo. que era su representante legal, voz, voto y acción po- s 
lítica. ¡ 

El Cabildo de Montevideo, considerando acéfala la autori- 
j dad suprema del virreinato por el cobarde- alejamiento del 
virrey, y la suspensión de la Real audiencia, se creyó autori- 
i zado para investir al gobernador de aquella ciudad con el 
carácter de Jefe Supremo del Continente, dándole plenitud 
de facultades para proveer á la defensa común, y la opinión 
| de Buenos Aires, compartida enérgicamente por su Cabildo, 
j; cuarenta y ocho horas después de la reconquista, resuelve 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD Dlí MONTEVIDEO 51 


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hacer idéntica provisión con el mismo fin; y el Cabildo le 
comunica al virrey, que estaba en viajé para la capital con 
las fuerzas que había reunido, en oficio de 14 de Agosto de 
1806, que «en junta general celebrada en aquel día, com- 
puesta de los principales vecinos, Illmo. señor Obispo, Tri- j 
bunales y Prelados, regulares y seculares, para tratar en ella í 
de m conservación y defensa \ sucesiva , se había acordado, entre ! 

otras cosas, á solicitud de todo el pueblo en pública aclamación , ! 

qué para el efecto se reconociese hasta la resolución de S. M. 
por Gobernador político y militar de la plaza al señor Liniers, ¡ 
su reconquistador». 

Más adelante, el virrey fue depuesto y preso, ocupándosele 
sus papeles, también por petición popular. 

En Montevideo, la idea de la reconquista produjo, como 
primera consecuencia, el armamento cívico del vecindario, 
alistándose de todas las clases en las milicias populares y 
despertándose en ellas el espíritu militar; y en Buenos Aires 
« uno de los efectos inmediatos de la reconquista , dice un his- 
toriador argentino, fue el espíritu guerrero que despertó en \ 
todas las clases ; pero en un sentido diametral mente opuesto 
á las reglas disciplinarias de la milicia, ese espíritu refluía 
sobre el orden político. Era el producto de las fuerzas socia- 
les llamadas á la acción, que se condensaban, armaban y dis- 
ciplinaban animadas de un espíritu cívico que improvisaba 
por instinto y bajo los auspicios de la victoria, una milicia 
popular que llevaba en germen la institución democrática de 
la guardia nacional en los pueblos libres». G> 

La organización que recibieron las fuerzas populares de 
Buenos Aires, es trasunto fiel, sin la menor discrepancia, de 
la que se habían dado las fuerzas populares de Montevideo, 

Liniers invitó al vecindario á que se alistase «reuniéndose 
en cuerpos separados, y por provincias » / y así tuvo Buenos 
Aires, como tenía Montevideo, Miñones ó Migueletes, tercios 
de naturales (denominándose los de Buenos Aires, Patricios ), 
de Andaluces, de Castellanos, de Gallegos, etc. 


(1) Genekal Mitre. — Historia de Be Igrano, 


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52 JUNTA E, A J)M f NI ST HA TT V A 


Por estas clasificaciones, que en Buenos Aires podían ha- 
cerse con más precisión y sin inconveniente para la fuerza 
numérica de los cuerpos, por el crecido número de individuos 
de caila provincia, se separaban los americanos de los euro- 
peos, constituyéndose, y militarmente, en agrupaciones dis- 
tintas; y este hecho se realizaba cuando se desvanecía el pres- 
tigio secular y se quebrantaba la autoridad del Supremo Po- 
der Metropolitano, cuando la acción de ese poder se mostraba 
inepta é impotente para la defensa común, y era sustituida 
por la acción popular que adquiría, de hecho, la conciencia- 
de su propia eficiencia y la noción práctica, del derecho na- 
tural con que las colectividades, como los individuos, pueden 
proveer á su propia conservación. 

Estos actos, consecuencias inmediatas de la reconquista, 
comprometían, fundamentalmente, la conservación de la base 
en que reposaba el régimen colonial. 

Dentro de ese régimen, el virrey era el representante vivo 
de la soberanía, personificada en el Rey por derecho divino; 
y el acto que le cerraba al virrey las puertas de la capital, 
nombrando, por voluntad y por aclamación popular, un go- 
bernador político y militar que en ella lo sustituyera, era un 
acto subversivo, porque, como lo dijo correctamente, con ese 
motivo, el marqués de Sobremonte, — «ninguna otra autori- 
dad que la del Rey podía dividir ó disminuir el mando que 
del Soberano había recibido como Virrey, Gobernador y Ca- 
pitán General de las Provincias del Río de la Plata y ciudad 
de Buenos A. i res; siendo esa misma autoridad real la única que 
podía juzgar sobre el desacierto de sus disposiciones. 

« Estos asertos, agregaba el marqués, son tan evidentes 
que no se citará un ejemplar en contrario ; ni es posible hacer 
uso de la voz común contra los derechos del Soberano, que 
están todos representados en la persona de su virrey, por más 
que se cohonesten en cualesquiera causales ó motivos». 

La doctrina era hasta ortodoxa para el absolutismo monár- 

(1) Contestación del virrey marqués de Sobremonte A la nota en que el Ca- 
bildo le comunicó el nombra miento del. gobernador Iiiniers. datado en el cam- 
pamento do las Poritezuoltts el 19 de Agosto de 1S06. 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 58 


¡ quico, entonces imperante ; y ella exigía la represión inmediata ; 
¡ y radical del acto popular cuya impunidad la derogaría, ai 
menos de hecho, en el Río de la Plata. 

; Sin embargo, esa represión, sobre todo en aquellas eirctuis- 
I tancias, tenía serias dificultades ; y el monarca, no aventu- 
j r and ose á arrostrarlas, contemporizó con el hecho, hasta el | 
! extremo de autorizar la destitución y la' prisión del virrey, 

; confiriéndole al general Liniers, que era el primer goberna- 
• dor electo por el pueblo de Buenos Aires, la alta investidura 
del mando supremo, de que ese mismo pueblo había despo- 
jado al marqués de Sobremonte. | 

En esta forma, los actos en que el pueblo había deliberado ¡ 
i : y sustituido al virrey, representante del Soberano, por un 
!; gobernador de elección popular, tuvieron la autoridad del 
•I éxito. 

Este éxito, que patentizaba la debilidad del lejano poder i 
i de la Metrópoli, entregaba la Gobernación, y por consiguiente 
,\ los destinos de estas colonias, á la opinión ó á la fuerza que 
dentro de ellas preponderase. 

Las luchas locales que provocaba novedad tan fundamen- 
tal, iban á establecerse, inevitablemente, entre los españoles 
europeos y los americanos, por las rivalidades y los antago- 
jj mismos económicos que entre ellos había producido el régi- 
I] men colonial. Y el alistamiento cívico que permitió que los f 
1 1 unos como los otros se organizasen por separado, y en igual- 
dad de condiciones, en cuerpos militares, que llevarían sus | 
j denominaciones, les dio, inconscientemente por cierto, á cada 
i una de las dos fracciones, una base de fuerza disciplinada ; 
con qué- sostener su respectiva pretensión: los europeos, la 
de conservar la supremacía política y los monopolios comer- 
ciales que les daba el régimen colonial: los americanos, la de 
reivindicar y adquirir todo lo que ese régimen y sus mono- 
polios les quitaban social, política y económicamente. 

Estas fuerzas aparecieron desde luego equilibradas, porque 
j.j los cuerpos de naturales compusieron por su numero casi la 
j mitad el el ejército organizado en 1807 : y ese equilibrio que 
les daba á los americanos una personalidad y una acción suya 

1 ' 

; i J. 


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54 


JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


! 


bien caracterizada, de que hasta entonces habían estado pri- 
vados, permitió que el pueblo entero se ocupase de los asun- 
tos generales y de las novedades políticas, despertándose en 
todas las esferas sociales, el interés, las preocupaciones y las 
emociones de la vida pública. 

Los horizontes de la nueva vida friéronse ensanchando su- 
cesivamente por los grandes acontecimientos que tenían lu- 
gar en España, y que poniendo en peligro su propia indepen- 
dencia, heroicamente defendida por su pueblo, absorbían toda 
su atención y sus fuerzas, anulando, cada día más, su acción 
ultramarina, y dejando, por consiguiente, á estos países, cada 
día más libremente entregados á los destinos que ellos mis- 
mos se preparasen. 

No nos cabe estudiar en este ligero estudio, que tiene un 
fin muy especial, los accidentes de la lucha de influencia em- 
peñada entre los americanos y los españoles europeos, con 
los objetivos que hemos señalado, y cuyos resultados depen- 
dían de la preponderancia que una de las fuerzas militares en 
que respectivamente se apoyaban, favorecida por los sucesos 
ó por la opinión, pudiera adquirir sobre la otra. 

Los españoles, quizá porque el tiempo corría contra ellos, 
precipitaron el desenlace el l.° de Enero de 1809, resolviendo 
sustituir al virrey por una Junta de gobierno, á semejanza de 
la que se había instalado en Montevideo en 1808, electa en 
Cabildo abierto, con asistencia del obispo y de las principa- 
les autoridades de la colonia; y ya el virrey don Santiago 
Liniers había firmado la renuncia, que le había sido exigida 
en nombre del pueblo y de la tropa, cuando el ilustre jefe de 
los Patricios, don Cornelio Saavedra, al frente de los cuerpos 
de naturales, que traían encendidas las mechas de sus caño- 
nes, é incorporándose el tercio de andaluces, compuesto en 
mucha parte de hijos del país, penetró en la plaza Mayor y 
desplegó sus fuerzas dando el frente á los tres cuerpos de es- 
pañoles que formaban debajo de las balaustradas de la gale- 
ría alta del Cabildo. Colocadas así sus fuerzas, Saavedra se 
dirigió al fuerte, y penetrando al salón donde se encontraba 
el ya decaído virrey, el obispo, y los principales conjurados, 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 55 


contestó* severamente, al obispo, que cohonestaba la violen- j 

j cia, concluyendo por reanimar al virrey, al que dio el brazo ¡ 

: para que se presentara al pueblo, cu 3 ^a voluntad se invocaba, j 

. y á la que él, como todos, debían someterse. Ya en la plaza, j 

! el virrey, que había sido recibido entre las aclamaciones del | 

I pueblo y de las tropas americanas, ordenó que los cuerpos 
i europeos depusieran las armas; y ante esta intimación y el 
| amago de los Patricios, los españoles se dispersaron arrojando 
[ sus fusiles. í 1 ) 

! Desde este día, la preponderancia de los Patricios quedó I : 
■ establecida; y estos Patricios fueron la base inconmovible :■ 
de la revolución emancipadora que se consumó definitiva- 
¡ mente el 25 de Mayo de 1810. ’■ 

La deposición del ultimo virrey, don Baltasar Hidalgo de 
Cisneros, tuvo lugar en el mismo salón y en la misma forma 
j en que. la reconquista había cerrado las puertas de la capital ¡ 
al virrey, marqués de Sobremonte ; en Cabildo abierto, por 
i ¡ . deliberación popular y con el apoyo de las fuerzas cívicas. 

Y la elección de la primera Junta de Gobierno de las pro- 
i í vin cías del Río de la Plata, se verificó, como la del primer ! j 
¡ Gobernador popular de Buenos Aires don Santiago Liniers, ¡ i 
por aclamación del pueblo que invadía- las galerías del Ca- 
bildo y golpeaba las puertas de la sala de acuerdos. 

Esta es la filiación histórica de la revolución del Río de la j 
Plata. 

Su día inicial, es aquel en que el pueblo conquistó los tro- 
feos de la reconquista del 12 de Agosto de 1806, adjudicados 
á la ciudad de Montevideo é incorporados á su escudo de ar- 
mas por la real cédula de 24 de Abril de 1807. j 


(1) Seguimos en esta parte al general Mitre en su Historia de Belgrano, donde 
sé encuentran prolijamente narrados los sucesos de este gran día. 


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JUNTA ti. ADMINISTRATIVA 


Ol) 


i 

i 


.| 


XI 


El escudo de armas de 1807, fue sustituido por el de la 
i 1 Provincia Oriental . 

! : No hemos visto ni tenemos noticia de documento alguno, 

sobre la creación de este escudo, aunque es probable que 
exista en Montevideo. 

¡I Pero la composición nos es conocida por una pintura á la 
aguada, antigua, de que hemos hecho tomar una copia, y por 
encontrarlo impreso, en tinta azul celeste, en la carátula de 
! un folleto publicado en Montevideo en 1816, que contiene la 
descripción de las fiestas mayas de ese año y la magistral 
oración con que inauguró la Biblioteca Pública don Dámaso 
A. Larrañaga. 

| Su descripción, con arreglo á la pintura de que poseemos 
copia, es la siguiente: 

i «Está dividido en dos cuarteles. En el primer cuartel, so- 
bre fondo de aguas, el sol naciente: en el segundo, sobre 
fondo de plata, una mano con la balanza de la justicia. 

» En el contorno, la leyenda Con libertad ni temo ni ofendo . 

: » En los flancos, dos hachas, dos banderolas y dos banderas 

; tricolores de la provincia. 

»La parte alta del escudo, surmontada con un plumaje 
indígena, debajo del cual, se lee la inscripción Provincia 
i Oriental . 

»A1 pie del escudo, trofeos militares.» 

Que este escudo, aunque provincial, era también el que 
usaba el Cabildo de Montevideo, es un hecho de que hemos 
encontrado referencias en varios impresos de la época; y á 
nuestra capital debe serle grato haberlo poseído y usado como 
suyo, porque él ha representado la autonomía de la Provin- 
! cia Oriental; y á él están vinculados los recuerdos de la re- 
sistencia armada á la conquista portuguesa; déla reivindica- 


i 

! 


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Escudo de la provincia Oriental 



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ífitrrénQ jsioriivch^ Bl ab ó bu os 5 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE DA CIUDAD DE MONTEVIDEO 57 


; ción de nuestro derecho soberano, emprendida por los Treinta i 

¡ y Tres Orientales que inmortalizaron sus nombres é hicieron ■ 

j flamearen nuestra tierra las banderas tricolores, eI19 de j 

i Abril de 1825: y de la declaratoria de nuestra Independencia 1 

! promulgada en la Florida el 25 de Agosto del mismo año, á i 

la sombra de esas banderas, laureadas de nuevo por la victo- . ■ 
ria, en el Rincón ele Haedo y en el Sarandí. ! 

Constituida- la provincia Oriental en nación soberana é in- 
dependiente, los símbolos provinciales fueron sustituidos, á i 
su vez, por el Escudo de Armas y el Pabellón Nacional, 


II 

En presencia de los hechos que acabamos de consignar, y 
de los cuales resulta, que el Escudo de Armas de 1807, fue 
puesto en desuso por nuestros patricios, sustituyéndolo con 
el de la Provincia Oriental : que este escudo de la Provincia 
ha sido reemplazado por el de la Nación; y que á ninguna 
ciudad le es permitido considerar ni usar como peculiarmente 
suyo el Escudo Nacional, juzgamos que, para allanar las di- 
ficultades que ofrezcan esos hechos, concillando la abolición 
histórica y legal de los símbolos monárquicos (que, proba- 
blemente ocasionó el desuso del escudo de 1807), con el dere- 
cho que tiene la ciudad de Montevideo para conservar y usar 
todas las distinciones que se le han otorgado por sus méritos 
y servicios, el medio más idóneo sería la composición de un 
nuevo escudo de armas que las sintetizase. 

Si este medio fuese aceptado, la composición del nuevo 
escudo podría ser la siguiente: 

«El Cerro tal como lo presentan las medallas del Cabildo, 
que nos han conservado el primer escudo de Montevideo. 

«Sobre el Cerro, la corona de olivo , atravesada, por una co- 
rona mural (en sustitución de la corona real ), palma y espada: 
(distinciones concedidas por la reconquista de 1806). 


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I 


58 JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


« Contorneando al escudo, la leyenda del ele la provincia 
Oriental, Con libertad ni temo ni ofendo. 

«En los flancos, las dos banderolas tricolores del escudo 
de la provincia; á las que podrían agregarse, si los Poderes 
públicos lo estimasen justo, dos banderas nacionales, símbo- 
los de la independencia de la República esforzadamente de- 
fendida por la ciudad de Montevideo. » 

En cuanto á los escudos de armas de 1807 y de la provin- 
cia Oriental, deben ser conservados como monumentos histó- 
ricos, en el salón de la Junta Económico Administrativa y 
en el Museo Público. 

Andrés Lamas. 


Blas Vidal . — Pedro Mascará. — Pablo 
Nin y González . 


Montevideo. Diciembre 56 de 1887. 

Señor Presidente de la Junta Económico Administrativa de la 
Capital , doctor don Julio Rodríguez. 

Tenemos el honor de adjuntar, con sus antecedentes, el 
informe que se nos encomendó sobre el estudio del señor doc- 
tor don Andrés Lamas, que trata del escudo de armas para la 
ciudad de Montevideo. 

Dando por terminado nuestro cometido, en la forma en que 
nos ha sido posible desempeñarlo, aprovechamos esta opor- 
tunidad para saludar á usted con todo aprecio. 


.Tunta, Económico- Administrativa. 

Montevideo, Diciembre 59 de 1887. 

Agradézcase á la Comisión informante en los términos con- 
venidos, el buen desempeño de la tarea que se confió á su 
patriotismo, inteligencia y asiduidad, declarándose que la 


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EL ESCULO LE ARMAS LE LA CIULAL LE MONTEVILEO 59 

Junta aprueba complacida en tocias sus partes la luminosa 
exposición que se ha redactado al efecto, y con la nota acor- 
dada elévense estos trabajos á la consideración del Superior 
| Gobierno, recomendándole muy especialmente se sirva 
: prestar á este asunto preferente atención. 

i Vi LAZA, 

f i Vicepresidente. 

► i 

i B. F. Benzano , 

\ Secretario. 

i 

J unta Económico- Administrativa. 

Montevideo, Diciembre 80 de 1857. 

Llevado al acuerdo ele la Corporación, reunida al efecto en 
concejo, el interesante cuanto luminoso .informe producido 
por la Comisión Especial de que usted forma parte, expedido 
con motivo del trabajo histórico escrito por el doctor don 
Andrés Lamas, á requisición de esta Junta, sobre los escudos 
] de armas que usó la ciudad de Montevideo, dispuso que como 
j consecuencia se dictara esta resolución: 

: «Agradézcase á la Comisión informante en los términos 

convenidos el buen desempeño de la tarea que se confió á su 
patriotismo, inteligencia y asiduidad, declarándose que la 
Junta aprueba complacida en todas sus partes la luminosa 
exposición que se ha redactado al efecto y con la nota acor- 
dada elévense estos trabajos á la consideración del Superior 
Gobierno recomendándole muy especialmente se sirva pres- 
tar á este asunto preferente atención » . 

Si grata le ha sido á la Corporación Municipal la conside- 
ración del asunto, al exhibirse á sus ojos un testimonio tan 
elocuente como satisfactorio del empeñoso afán puesto al 
servicio del propósito que determinara el encargo confiado 
al estudio de la Comisión, es porque la espontaneidad de 
esos sentimientos han sido generados al calor de un entu- 
siasmo que revive en los recuerdos del pasado, y se siente 
confortalecido en presencia de los títulos de honor y de glo- 
ria discernidos á la Capital de la Kacion. 


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60 


JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


Tales son los términos con que se tributa el aplauso debido í 
á la Comisión en general por sus esfuerzos; pero, con refe- ■ 
rencia á usted, la Corporación Municipal dejó consignarlo en ¡ 
acta que constándole la particularidad de ser usted el autor j j 
principal del informe y de la serie de laboriosas investigado- ¡ i 
nes á que se consagró como paso previo á su expedición, i¡ 
cumplía, obedeciendo á un impulso de justicia legítima, ex- j I 
presándole en una forma más intensa, si cabe, las congratu- ! ¡ 
laciones de que se halla poseída. 

Así es que se permite traducir en un objeto, como una dé- 
bil ofrenda, las impresiones que en el ánimo de sus miembros ; 
produjo su laudable dedicación, suplicándole se sirva acep- :j 
tarlo benévolamente, no por su valor material que es insig- jj 
ni fi can tí simo, sino por el móvil y las afecciones que simbo- :| 
liza. , ¡| 

Aprovecho la oportunidad para renovar á usted las aten- ¡: 
ciones de mi más distinguido aprecio. 

José M. Yilaza, 

Vicepresidente* 

]¿. V, fíensano, 

Secretario. ; 

¡ ¡ 

Señor don Pablo Nin y González. 

'i 
! ¡ 

Montevideo, DieicnVbro 31 (le 1887. 

Señor Vicepresidente de la Junta Ewnómic<bAdminwtrativa 
de la Capital , doctor don José M. Yilaza . ¡ 

Acabo de recibir la nota congratulatoria con que esa Junta \ 
se dignó favorecerme a propósito de la participación que j 
tomé en los trabajos realizados por la Comisión Especial . 
nombrada para dictaminar en el luminosísimo estudio Instó- j 
rico escrito por el señor doctor don Andrés Lamas sobre el 
Escudo de Armas de Montevideo. 

Al agradecer los términos, en demasía benevolentes, con 


© Biblioteca Nacional de España 


■i KIj ESCUDO DE ASMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 61 i 

que esa Junta se sirve distinguirme, y la preciosa alhaja con i 
| que desea que se conserve el recuerdo de mi intervención en ; 
esos trabajos, no puedo menos que significar á usted, que. si 
bien es cierto que al emprenderlos puse todo mi celo, el re- 
sultado que ellos lian alcanzado, se debe al importantísimo 
:j concurso de mis ilustrados colegas señores doctor don Pedro ¡ 
! | Mascare y don Blas Vidal. 

: : Si mérito existe en el cumplimiento de mi grato deber de 

i patriotismo, ese mérito corresponde, en este caso, á todos los ; 
, : miembros de la Comisión Especial. En consecuencia, permí- 
tame esa Junta, que, al aceptar la prenda, comparta el honor 
que se me dispensa, haciendo grabar en ella, el nombre de 
mis compañeros al laclo del mío, pava que asociados así res- 
pondan á los delicados propósitos de esa Junta, cuyos móvi- 
les y voluntad respeto y acato. 

1 1 Saludo al señor Presidente con mi particular consideración 
|j y aprecio. 

¡ , Pablo Nin y González . 


Jvn’Ta Kcost'Mico Administrativa . 

\ 

i 

Monte video, Diciembre 31 de 1SS7. 

! 

Acúsese recibo en la forma dispuesta. 

VlLAZA, 

Vicepresidente. 

lí. }\ lienza no. 

Secretario. ¡ 

Justa Económico Administrativa. 

Montevideo, Diciembre Hl tic 1-SS7. 


Me he impuesto del contexto de su atenta nota de esta- 
fe día. 

Lamento no ser posible llevar al conocimiento de la Junta, 
cuyo mandato legal está por expirar, la elevación de los pro- i 


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62 


JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


pósitos que usted revela, en forma tan sincera como plaitsi- 
Ü ble, al querer compartir con sus demás colegas de la Comi- 
¡ sión. el alto concepto que La merecido déla autoridad mmii- 
j cipal, el informe prolijo, concienzudo y notable que se lia 
’j producido con ocasión del estudio sobre los Escudos ele Mon- 
■ ; tevideo. 

Por mi parte me complazco en reconocer con usted, el efi- 
caz concurso que aportaron los demás miembros de la Comi- 

• sióiij en la labor ímproba que significa la exposición redac- 
tada por usted y firmada á la vez por todos sus miembros. 

Así es que no tengo inconveniente, sino que por el contra- 
rio me proporciona satisfacción deferir á sus legítimos deseos, 
q declarándole que puede usted hacer grabar en la prenda, con 
r su nombre, el de los otros señores que forman la Comisión 
; I ponente. 

Renuevo á usted aprovechando la oportunidad, el testimo- 
nio de alta estima con que me honro en saludarlo. 

• José jVL Vidaza, 

j Vicepresidente. 

P. F. Remano 7 

Secretario. 

1 Reño)' clon Pablo Nin y González . 

: i 


i 


Señor Presidente de la Junta Económico Administrativa de la 

Capital . 

La Comisión nombrada por resolución de esa Junta, fecha 
26 de Diciembre de 1885, para informar sobre el estudio en- 
comendado al señor doctor don Andrés Lamas, con el propó- 
sito de adoptar un Escudo de Armas definitivo para la ciu- 
dad de Montevideo, se ha expedido y tiene el honor de pre- 
sentar su informe. 

Al hacerlo así, la Comisión se ocupará por orden: de la 
iniciativa del pensamiento, de los antecedentes que ha con- 


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EL ESCUDO DE ARRÍAS DE LA CUIDAD DE MONTEVIDEO 6B 


sultado, del análisis del estudio del doctor Lamas en relación 
con la Heráldica y la Historia, del juicio que lia formado de 
ese estudio, de las consideraciones generales del dictamen, y 
del apéndice. 

INICIATIVA DEL PENSAMIENTO 

En nota de 24 ele Enero de 1885 ; el señor Presidente de la 
Junta Económico Administrativa de la Capital, doctor don 
Alberto Nin, manifestaba al doctor Lamas: que esta Munici- 
palidad acariciaba el pensamiento de adoptar como timbre 
oficial en todos sus documentos y comunicaciones el Escudo 
de Armas de la ciudad de Montevideo, citando al efecto el 
ejemplo de Buenos Aires, Santiago de Chile y de otras capi- 
tales de América que usan como emblema de sus respectivos 
municipios el membrete que sirvió á los cabildos de la domi- 
nación española y que aspiraba á imitarlas; pero que se toca- 
ban inconvenientes que sólo podrían ser definidos y aclara- 
dos por el doctor Lamas dada su indisputable competencia 
en materia de historia, pues que á la valiosa y selecta colec- 
ción de láminas, grabados y ejemplares rarísimos de lierál- i 
clica y numismática atesorados por él con tanta inteligencia i 
como inquebrantable constancia había de agregar su interés : 
especial por tocio lo que se relaciona con la época de la fun- 
dación y establecimiento de los pueblos de América y la ines- 
timable recopilación de documentos inéditos de carácter his- 
tórico que tiene ordenados para servir un día de base cierta á la 
narración metódica de los sucesos acontecidos al fin del siglo ] 
anterior y comienzos del comente : además de que su condición ¡ 
espectable de historiógrafo nacional lo coloca en situación de | 
hacer el servicio que la Junta le demanda proporcionándole ; 
datos y antecedentes que ninguno cual él puede facilitarle y l 
discernir con más perfecta conciencia. Y agrega: ia ciudad ; 
de Montevideo tuvo conferidos tres ó cuatro escudos de ar- 
mas; uno de ellos, al parecer el último, acordado por los re- 
yes de España está descrito en un notable informe emitido 
por el señor doctor Lamas á solicitud de la Municipalidad de 


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64 


.[ UNTA E. ADMINISTRATIVA 


Buenos Aires con motivo de la controversia que se originó j 
sobre los verdaderos trofeos de la Reconquista: Ja definición !¡ 
que ele los otros conoce no satisface á la Junta, ni basta á dar j! 
una idea gráfica y concreta de la forma y demás detalles pe- ¡i 
euliares de su composición. Y concluye manifestándole: que ! 
para alejar perplejidades y acentuar la verdad sobre esta !j 
cuestión, le rogaba quisiera trasmitirle sus vistas con la me- 
moria explicativa correspondiente, en obsequio á la mejor 
comprensión clel símbolo á decretarse como de uso en el en- 
cabezamiento de los oficios de esta Junta. (1) ' 

El señor doctor Lamas acompaña su importante estudio, : 1 
con la siguiente nota de 20 de Noviembre de 1885. que dice : 
así : i | 


(1) El doctor don. Alberto XI o en su calidad de Presidente de la Corpora- 
ción Municipal le pedia también al doctor Lamas en su precitada comunica- 
ción : 

«El Concejo que presido tendría vivo interés en oir sus consideraciones sobre 
la naturaleza de los cabildos, el organismo de su gobierno, bis atribuciones que 
les eran peculiares, sus funciones, la órbita en que giraban sus deberes y facul- 
tades en el régimen, administrativo que ejercían y les estaba adscrito. 

Á la vez desearía conocer su modo de pensar relativamente á la propiedad 
con que las .Juntas de este país obrarían, declarándose herederas y lega tari as 
de aquella entidad político-civil comunal. 

La tarea pues que se reclama de sus fuerzas y de su ilustración abraza tópi- 
cos tan diversos como de provechosa utilidad. 

Si usted llega á tener la deferencia de expedirse, sus conciudadanos le debe- 
rán una lección de historia patria interesantísima y un servicio de cuenta que 
estimarán, tanto más cuanto que pro cederá de uno de sus más versados y dis- 
tinguidos hijos en la república de las letras. 

No escapa á la Junta que es misión de saber el encargo que confia á sus re- 
levantes dotes de estadista y uo se le oculta tampoco que preparado su espí- 
ritu para producir con madurez esta clase de crónicas de su predilección, la 
exposición que remita reunirá á los atractivos de su notable ingenio, la profun- 
didad del concepto y la galanura del estilo. 

Finalmente la elección del escudo de armas á adoptarse en definitiva, entre 
los varios que se lian insinuado, es otro punto que se somete á consulta de 
usted. 

Su consejo servirá de norma A la resolución que se adopte, por cuanto óe an- 
temano existe la seguridad de que sus indicaciones se ajustarán ú lo más rigu- 
rosamente tradicional y apropiado». 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 65 


! 

Buenos Aires. Noviembre '20 de 18S0. 

Al señor doctor don Alberto Nin , Presidente de la Junta Eco- 
nómico A dminutrü tira de Montevideo . 

I 
i 

| Señor Presidente: 

AJ tener el honor de poner en manos ele usted el estudio 
que he hecho sobre los escudos ele armas de la ciudad de 
Montevideo, desempeñando en esa forma el encargo con que 
se dignó favorecerme su Junta Económico Administrativa, 
debo manifestarle que el retardo con que lo hago, y que ruego 
se disculpe benévolamente, proviene de tener comprometido 
mi tiempo en trabajos que requieren una dedicación casi ab- 
soluta, y que, bien á mi pesar, me van alejando de la historia 
‘ especial de mi país, á la que deseaba poder consagrar todo lo 
que me queda de esta vida, ya irrevocablemente concluida 
• | para su política interna. 

= Para el estudio de la composición de los escudos de ar- 
¡| mas de la época colonial, no he tenido más documentos que 

|| las piezas numismáticas de que en él doy noticia y la real 

; ! cédula de 24 de Abril de 1807, lo que me ha obligado á re- 

¡ : solver conjeturalmente las dudas que lie encontrado. 

■ j Es posible que en el Archivo de Montevideo, que no co- j. 

j : nozo o de ningún modo, pueda darse con algiin documento 

auténtico que las haga desaparecer. {1) ; 

! 

[ (l) La Comisión, ilnraute el curso de sus tareas, envió por intermedio de su 

j vocal don Pablo Nin y González, al señor doctor Lamas, lo siguiente: i 

¡ 1. a Un caico de los dos escudos ejecutados á pluma, que figuran en el apén- 

' dice de este informe; cuyo original poseía la antigua familia Errazquin, de esta 

j ciudad, que pasó después á poder del señor don Juan Ramón Gómez y actual- 

mente se encontraba cu mimos del señor don Blas Vidal, vocal de esta Comi- 
sión. 

2. u Dos ejemplares de Jas dos fotografías, que figuran también en el apéndice i 
■ de este informe, cuyos originales existen hoy en poder del señor general don ! 

: Máximo Santos y que éste facilitó recientemente para que se sacaran fotogra- 

¡ ■ fías. Los originales de estos dos escudos están bordados do oro con. incrustaeio- 

■ nes de piedras de diferentes colores, sobro un fondo de seda encamado, con 

! ios colores heráldicos del mismo metal: y, á pesar de caracterizar su antigüedad 

\ estas dos piezas monumentales por la opacidad del brillo do sus bordados, ellos 


rcso. I>K Alt MAS 



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66 


JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


Tengo mayor confianza en la parte histórica de la Recon- 
quista de 1806 , por la que he estudiado y escrito sobre docu- 
mentos fehacientes que me han permitido apreciar y narrar 
¡ los hechos con entero y seguro conocimiento. .» 

Puede haber omisión de detalles ó .de. nombres propios, j 
que se encuentren en otros documentos, pero todos los que j 
doy tienen la autoridad de la verdad comprobada, y ellos son | 
suficientes para establecer el valor y la significación de los \ 
trofeos de la Reconquista y la evidente justicia con que le j 
fueron adjudicados á la ciudad de Montevideo. : 

El documento principal de que me lie servido, es el test-i- ¡ 
monio de uno de los expedientes formados para acreditar los ! 
| méritos de esa ciudad y está autorizado por el escribano don i 
Pedro Feliciano Sainz de Cavia. i 

Pertenecía al antiguo y buen vecino de Montevideo don ! 
Manuel Fernández Luna: estuvo en manos de los doctores i 
] don Teodoro Vilardebó y clon Florencio Varela (según lo | 
comprueban los autógrafos anexos) y me fue clonado, con 
| otros documentos más é impresos, por intermedio del señor *, 
don Juan Que vedo. 

| Estos. documentos y muchos otros — algunos bien impor- 
tantes — que he solicitado ó recibido de distinguidos compa- 
triotas, cuyos nombres se conservarán con ellos, ó que he 
¡ obtenido por compra, no los he adquirido para mí ó para los 
i míos. i | 

Salvados, coleccionados cronológicamente é ilustrados J 

i 

1 S se conservan. bien dentro ele grandes marcos con cristal. Estos estandartes fue- 

| ron traídos (le España y depositados en el Cabildo de Montevideo por el señor 

licenciado don Nicolás de Herrera á su regreso del desempeño de la diputación • 

| ; pie le confiara A él y al señor don Manuel Pérez; Balbús, corea del rey de Es- ¡ 

| i paña. 

■ 3l° Da copia que figura en el apéndice de este informe, de la corresponden- ; ¡ 

■ cia de los expresados diputados del Cabildo y de otros documentos y papeles j 
con apuntes; todo autenticado por el Director Honorífico del Archivo Nacional : i 

j doctor don Pedro Mascaré, también vocal de esta Comisión. 

A solicitud del doctor don Andrés Lamas, A que defirió gustosa y perentoria- J; 

i mente la Comisión, se le devolvió su primitivo estudio, porque deseaba revi- ; 

• ! sarlo en presencia de estos nuevos antecedentes, y una vez verificado esto, ese ] i 

i ; estudio volvió á la Comisión. Es pues, de este último estudio que la Comisión \ , 

. i se ha hecho cargo para expedir su informe. 


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I EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 67 

¡ cnanto me ha sido ó me sea posible, irán á Montevideo des- 
pués de mis días, — como así lo tengo dispuesto, — acompañando 
al retrato del fundador de nuestra amada ciudad, para que ¡ 
colocados en un establecimiento publico, puedan ser utiliza- ¡ 
dos por nuestros presentes ó futuros historiadores. ! 

Por el momento me es muy agradable satisfacer el deseo j 
que se sirve manifestarme el señor Presidente de la Junta j 
Económico Administrativa poniendo á su disposición el es- S 
cudo de armas que mandé pintar con arreglo á la cédula de ! 

I 1807 y la copia del de la Provincia Oriental. (1) 

Para que pueda disponerse de. ellos con mayor comodidad. 

¡ los envío á Montevideo con dirección á nuestro grande ar- 
tista el señor don Juan Manuel Blanes. ! 

Aprovecho esta oportunidad para saludar al señor Presi- ! 
dente con mi más distinguida consideración. I ; 

¡ I 

Andrés Lamas. 

i • 

i I 

. j 

Esta nota fue contestada por la de Enero 2 de 1886, de la - j 
i Junta Económico- Administrativa de Montevideo, que dice 
| j así : 

Montevideo. Enero 2 de 188lí. 

|j La Corporación Municipal, cuya presidencia ejerzo ae- 
|¡ tualmente. reunida -en concejo, se impuso del contenido déla 
nota de usted del 20 de Noviembre próximo pasado. 

En primer término, cumplo con expresar á usted el en- 
: ' cargo especial que recibí de agradecerle muy vivamente el 
! valioso cuanto interesante trabajo que la motiva, el cual des- 
I ‘ pues de haber sido considerado, en sus más importantes con- 
¡' clusiones, pasa á estudio de una Comisión Especial, por lo j 
que concierne á la formación del Escudo de Armas de la ciu- 
dad de Montevideo á adoptarse en definitiva. 

: i Ha prestado, usted sin duda al deferir tan desinteresad a y 

i ! 

jl 

j (1) Véanse sus; copias fotográficas en el Apéndice de este informe. 


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68 


.JUNTA E, ADMINISTRATIVA 


: patrióticamente á las instancias ele esta Junta, un servicio 
| inapreciable, historiando y revelándonos el Montevideo del 
pasado, con el criterio del narrador impar cial, hábilmente 
preparado para abordar y dilucidar con envidiable acierto y , 
autoridad* los episodios acontecidos desde los primeros j 
tiempos de la Dominación española hasta la época en que se j 
j esbozó la organización independiente de la entonces Pro- ! 
i vincia Oriental. 

No oculto á usted que los símbolos ó elementos elegidos i 
! por usted para constituir el tipo del nuevo escudo de armas !• 
de esta ciudad, han merecido de mi parte así como ele algu- . M 
nos de mis honorables colegas, plena aceptación, como era de b 
! esperarse, teniendo presente la notoriedad de los oonocimien- 
i tos que usted ha atesorado en su larga carrera de vida pú- 
blica, cíe escritor de nota y de consejero en materia de con- : 
! sulta histórica. h 

| Asi es que me permito adelantarle, con la gratitud de |: 
esta Junta, intérprete en este caso de los sentimientos de la 
comunidad que representa, la seguridad de que la memoria 
histórica que usted ha enviado, ha de tener su acogida y 
celebración, cual si fuera monumento consagrado á los tiem- 
pos que pasaron, testigos de nuestras vicisitudes, de nues- 
tras luchas y ele nuestras glorias, ostentadas y puestas de 
relieve con la maestría del saber, por usted, en la narración i! 
sintética de los hehos que consigna. |j 

Al trasmitir á usted ligeramente estas expresiones, me com- j : 
plazco en saludarlo con distinguido aprecio y consideración. I¡ 

j 

Oscar Hordkñana, 

? Presidente. 

i?. Y. B emano, 

1 Secretario. 


La Junta Económico Administrativa, nombró para dicta- 
minar en el asunto, una Comisión Especial compuesta de- los 


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Eli ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 69 


señores doctor don Pedro Mascaré, don Blas Vidal y don j : 
Pablo Nin y González, como lo instruye el tenor de la nota ; 
siguiente : s 


Montevideo. Enero do 1SSG. 

Me es muy honroso tener la oportunidad de poder diri- 
girme á usted con motivo de haberlo designado la Corpora- 
ción Municipal en el último acuerdo que celebró, para inte- 
grar la Comisión que en unión con los señores don Pablo Nin 
y González y doctor don Pedro Mascaré lia de abrir dicta- 
men y aconsejar definitivamente sobre la formación del Es- 
cudo de Armas propuesto para la ciudad de Monte video, como 
corolario del interesante trabajo histórico escrito por el doc- 
tor don Andrés Lamas á instancias y por encargo especial ele 
esta Junta. 

Acaricio la seguridad de que aceptará usted el cometido 
que se confía á su patriotismo y buena voluntad, circunstan- 
cia que dará lugar, una vez conocida, á que sea convocada la 
Comisión á fin de constituirla bajo la presidencia del infras- 
crito conforme se lia dispuesto al efecto. 

Saludo á usted ofreciéndole el testimonio de mi distinguida 
consideración y aprecio. 

Oscar Hordeñaxa, 

Presidente. 

Ji. V. Bcnzano , 

Secretario. 

Señor don Blas Vidal. 


: Habiendo aceptado el cargo los nombrados, se reunió la 

; Comisión Especial bago la presidencia del Presidente de la 
i Junta Económico- Administra ti va de la Capital. 


i 

l 

¡ 

i 


! 

i 


! 


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70 


JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


: j ANTECEDENTES QUE HA CONSULTADO LA COMISIÓN 

I 

• ! 

; Deseosa la Comisión de corresponder de la mejor manera 
i posible á la confianza con que se la honró, ha tratado de ha- 
! i bilitarse para emprender el complejo estudio que tomó á su 
cargo al resolverse a informar sobre una materia que, por su 
naturaleza excepcional, no está familiarizada entre nosotros. 

! A ese fin, en la parte heráldica, le han servido de consulta 
[ ; las obras siguientes : 

L° Breve compendio de la Heráldica ó Arte del Blasón , 
| (1 volumen, 12.°), publicado en Valencia el ano 1764. 

¡i 2.° Atlas Universel d'Histoire et de Geographie , par M. N. 
i | Bouillet. (1 volumen, 8.° mayor), París, 1872. 

3.° Grammaire Héraldique, par H. Grourdon de Genouillac, 
(1 volumen, 8.°), París, 1877. 

I 4.° Blasones españoles 7 por Esteban Paluzie y Cantal ozella, 
| (1 volumen, 8.“ menor), Barcelona, 1883. 

Y además las láminas que figuran en el apéndice. 

En la parte histórica, le han servido de consulta los auto- 
res que siguen: 

1. ° Mariano Torrente, Revolución Hispano - Americana^ (3 
volúmenes, 8.° mayor), Madrid, 1829. 

2. ° Pedro de Angelis, Colección de obras y documentos reía - 
! tivos á la Historia de las Provincias Unidas del Rio de la 

Plata , ( 6 volúmenes, en folio menor ), Buenos Aires, 1836. 

3. ° Alejandro Mag arillos Cervantes, Estudios históricos : 

\ políticos y sociales sobre el Río de la Plata } (1 volumen, 12.°). 
! París, 1854. 

■ 4.° Isidoro de María, Bosquejo Histórico de la República 

| Oriental del Uruguay , (2 volúmenes, 8.°). Montevideo, 1872. 
¡| 5.° Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Inde- 

\\ pendencia Argentina , (3 volúmenes, 8.° mayor), Buenos Ai- 
i res, 1877. 

¡ ; . 6.° Francisco Bauza, Historia de la Dominación Española. 

I; en el Uruguay , (3 volúmenes, 4.°), Montevideo, 1882. 
i 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 71 


7. ° Publicación oficial, Buenos Aires, 1882. Trofeos de la 
I Reconquista de Buenos Aires , (1 volumen, 8.° mayor). 

8. ° Y además, notas, apuntes y copias, útiles por su reía- ¡ 

1 1 ción con los sucesos desarrollados antes y después de la re- ! 

■ ■ conquista de la ciudad de Buenos Aires en 1806, tomados en ' 

; j el Archivo Nacional de Montevideo, j 

i • . í 

i 1 ¡ 

!j ANÁLISIS DEL ESTUDIO 

i { 

Sobre el primer escudo de armas de la ciudad de Montevi- 
deo, no se conoce, según lo declara el señor doctor Lamas, 
ningún documento escrito originario ó fehaciente, y por eso 
no es posible establecer la fecha y los términos de las res- 
pectivas concesiones: (1) otro tanto sucede respecto á la ciu- 
¡ dad de Buenos Aires. 

¡ «Pero esta falta (continúa) está hasta cierto punto subsa- || 
j ; nada con los escudos de armas de las dos ciudades, transmi- j 

: • tirios auténticamente y perpetuados por sus antiguos cabil- i 

i dos en las diversas medallas conmemorativas que fundieron | 

ó acuñaron en la época colonial.» 

Estas medallas que representan dos épocas distintas de la 
colonia, son dos: una, que conmemora la jura del rey Car- 
los IV en el ano 1789; y la otra, que conmemora la de Fer- 
| liando VII en el de 1808 

El doctor Lamas describe prolijamente estas medallas y 
copia de sus respectivas leyendas; y después de describirlas 
; las estudia bajo el punto de vista heráldico y las compara, 

¡ : con relación al carácter, á la idea dominante en cada una de 

j i las dos épocas á que pertenecen, á fin de acordarles el valor 

y la significación que tienen, heráldicamente hablando, para 
interpretar, por ellas, el primer escudo de armas que fué , [ 
acordado á la ciudad de Montevideo. 

(J i En la. busca de antecedentes de la ¿poca, que lia Lecho la Comisión en el 
Archivo Nucionttl, nuda ha podido hallar que dé indicio de la existencia de este 
documento. 

(2) Véanse los diversos ejemplares gráficos en el apéndice, proporcionados 
i benévolamente por el señor doctor Lamas. 


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72 


JUNTA. K. ADMINISTRATIVA 


I 


Y para comprobar esta tesis, se extiende en fundamenta- 
les consideraciones sobre la facultad que se reservaba el Rey 
de acordar á las ciudades el uso de escudos de armas, según 
sus servicios y méritos; concesiones acompañadas, en la ma- 
yor parte de los casos, de los dibujos á que esos escudos de- 
bían ceñirse: estándoles prohibido á los virreyes, goberna- 
dores y ayuntamientos, hacer en los escudos modificaciones 
agregaciones ó supresiones que no fueran previamente auto- 
rizadas por el soberano. 

Bajo esta faz el señor Lamas estudia también los escudos 
ele armas junto con las leyendas que algunos de ellos osten- 
tan: leyendas que figuraban en los estandartes del cabildo, 
que se colocaban en la decoración de las plazas y edificios 
públicos, en las grandes festividades con que las colonias 
españolas celebraban el advenimiento de sus reyes; y atri- 
buye á esos escudos y á esas leyendas, en el caso concreto 
de los estandartes, mero carácter decorativo y mudable, 
según las circunstancias, en que se expresaba el sentimiento 
ó la inspiración ó el gusto de la época, pero ele ninguna ma- 
nera un valor legal. 

Y como demostración palmaria, agrega el señor Lamas: 

«Si después de lo que queda dicho, todavía pudiera caber 

alguna duda, ella estaría absolutamente desvanecida por la 
¡ Real Cédula de 24 de Abril de 1S07 

! » Esa Real Cédula — de que nos ocuparemos más adelante — 

| • innovando, para perpetuar la gloria de la ciudad de Monte- 
video, el escudo de sus armas, dispone, que se coloque «sobre 
el Cerro una corona de olivo, atravesada por otra de las rea- 
les armas, palma y espada»; y si la cinta de la inscripción hi- 
ciera parte del escudo, se habría ocupado de ella para supri- 
mirla ó para darle otra colocación, porque no podría quedar ¡ 
ni arriba de la corona real, ni entre el Cerro y la corona 
desde que ésta debía colocarse sobre el Cerro. 

«Aunque estas observaciones son concluyentes, agregare- 

(1) Véase en el apéndice la copia Integra de la Real Cédula de ¿i de Abril 
de 1807. 


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j¡ 

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I 


i 


¡ ' 
! 


EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 73 

mos: l.° que si la inscripción ó leyenda Castilla es mi corona 
hubiera hecho parte del escudo de armas de la ciudad no 
habría podido ser sustituida sino por una real cédula; y 
2.° que inscribiéndose en la que la sustituyó el nombre de 
Fernando VII, la real orden sólo podía dictarse en España 
después del advenimiento de ese monarca y de la inaugura- 
ción d e un Gobi erno . » 

Para probar esta conclusión, narra á grandes rasgos los 
sucesos que se desarrollaron en Aran juez con motivo de la 
abdicación de Carlos IV : y demuestra que la situación aza- 
rosa de Fernando VII creada por esos y subsiguientes acon- 
tecimientos, absorbían toda la preocupación de este monarca, 
á punto de retardar hasta los actos inaugurales del nuevo 
gobierno; no permitiendo esa preocupación absorbente que 
se expidieran á sus dominios en América, las reales órdenes 
para la proclamación y jura del nuevo rey,— pues fueron las 
únicas que pudo expedir antes de la acefalía de un gobierno, — 
sino en los días que mediaron desde el l.° al 10 de abril; pre- 
cisamente cuando Fernando salía de Madrid con destino á 
Bayona, donde Carlos le exigió la devolución de la corona 
que éste entregaba después á Napoleón. 

Y esas reales órdenes llegaron al Río de la Plata por el 
buque «Santo Cristo del Grao» que fondeó en Montevideo ¡ 

el 25 de Julio de 1808, y con ellas el Cabildo no podía reci- ! 

bir nada que se refiriese al escudo de armas de esta ciudad, j 

puesto que ni siquiera tenía noticia de las gracias y merce- 
des que le fueron concedidas desde el mes de Abril del año 
anterior; pues que la tramitación de la Real Cédula que se 
las con cedí a, había sido suspendida en Madrid á consecuen- 
cia de saberse allí la ocupación de la plaza de Montevideo 
por los ingleses. Así, pues, esta Real Cédula fue conocida en 
Montevideo el 23 de Enero de 1809, como también lo cora- j 

prueba la referencia que hace el borrador de una nota del ; 

Cabildo dirigida á sus diputados en Madrid y que figura en 
la copia de la correspondencia de éstos, autenticada por el 
director del Archivo Nacional don Pedro Mascaré. . : 

Conocido el primitivo escudo de la ciudad de Montevideo. : 


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74 


JUNTA K ADMINISTRATIVA 


en la forma que lo establece la conclusión del señor doctor 
Lamas, este señor pasa á averiguar: si el castillo con tres 
torres que se encuentra sobre el Cerro, representa una dis- 
tinción ó constituye un simple hecho material. . 

En las investigaciones á que se lanza en el campo de la 
historia, el señor doctor Lamas no encuentra' ningún suceso 
político ó de guerra á que atribuírselo como conmemorativo; 
y más bien lo considera como representación simbólica-- he- 
ráldicamente hablando — de una plaza de armas, que era Mon- 
tevideo desde que se proyectaron y levantaron las primeras 
fortificaciones y se llevó á cabo la idea iniciada, desde los 
primitivos tiempos, de artillar el Cerro como medio de defensa 
del puerto contra las pretensiones agresivas de Portugal é 
Inglaterra. De aquí deduce que el castillo forma con el Cerro, 
en el que queda incrustado, una sola pieza, una sola unidad. 

Y concluye, después de haber tratado con todo el rigor de 
una lógica bien sostenida la cuestión de las primeras armas 
de la Ciudad de Montevideo, que éstas son: el Cerro; en la 
cima del Cerro, un castillo con tres torres, y en su base, las 
aguas , que en la descripción de las medallas llamó el señor 
Lamas el mar, porque hasta allí llegan, mezclándose con las 
del río de la Plata, las del mar Atlántico. 


Demostrado como queda, que el escudo de armas de la ciu- 
dad de Montevideo, que acaba de reseñarse, sólo pudo ser y 
fué modificado por la Real Cédula de 24 de Abril de 1807, 
que llegó á Montevideo el 23 de Enero de 1809 en el bergan- 
tín «Buen Jesús»; la Comisión pasa á ocuparse de este punto 
del trabajo del señor Lamas. 

Esa .Real Cédula dice textualmente: 

«Atendiendo á las circunstancias que concurren en el Ca- 
bildo y Ayuntamiento de la ciudad de San Felipe y Santiago 
de Montevideo y á la constancia y amor que ha acreditado 
á mi Real Servicio en la reconquista de Buenos Aires, he 
venido por mi Real Decreto de doce del presente mes de 


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I 

EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 75 


Abril, en concederle el título de Muy fiel y Re conquistadora; 
facultad para que use de la distinción ele Haceros; y que al 
! escudo de sus armas pueda añadir las banderas inglesas aba- 
tidas que apresó en dicha reconquista, con una corona de ¡ 
s olivo sobre el Cerro atravesada por otra de mis reales armas, j 
I palma y espada». j; 

Después de examinar el señor Lamas uno de los tres ejem- ‘ 
|j piares auténticos que de esa Real Cédula le vinieron al vi- 
[i rrey, no lia encontrado indicio alguno que le haga presumir 
que ella hubiera sido acompañada del dibujo colorido de • 
costumbre en estos casos: pero leyendo atentamente la expre- j 
■ sada cédula, que daba facultad al Cabildo para que pudiera ¡ 
¡ añadir al escudo las banderas inglesas abatidas, se convenció j 
j de que el dibujo oficial no podía haber venido, como no vino, 1 
¡ porque á haber venido habría anulado esa facultad. Y des- i 
: . pues de explicar el acta del Cabildo de Montevideo de 17 de j 
| : Febrero de 1809 que refiere las disposiciones tomadas para 
| : fabricar las mazas y el clarín y pintar sobre tabla las armas ¡ 

| nuevas, etc.; se comprende sin esfuerzo, que ese dibujo tuvo j 
: j que hacerse y se hizo en Montevideo, con estricta sujeción á j 
! ! las disposiciones de la Provisión Real: de cuyas disposicio- i 
nes sólo era facultativo del Cabildo la que se refería á la. i! 
( forma en que debían agregarse al escudo las banderas ingle- 
sas abatidas , pues que en lo demás, ni el Cabildo ni el arte I ' 
tenían libertad alguna: la corona de olivo debía colocarse 
: forzosamente sobre el Cerro atravesada por otra de las reales 

armas, palmas y espada. 

Perdido el diseño sacado en Montevideo y el escudo pin- 
' tael o sobre tabla por don José Con ti — con quien lo contrató 
: el Cabildo,— ni existiendo copia alguna fehaciente, ni noticia ■ 

I que permita formar idea de su composición, entra el señor , 

! doctor Lamas á ocuparse del estudio crítico de los pretendí- 
dos escudos de Montevideo que la Comisión sometió á su ! ! 
examen y que figuran gráficamente en el apéndice. 

Esos escudos son: dos hechos á pluma y dos copias foto- 
gráficas de dos estandartes, fondo de seda encarnado, borda- 
dos á oro y con piedras de colores. ¡ ; 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


De estos ríos últimos escudos, sólo uno entra á examinar j 
I el señor doctor Lamas, porque el otro no contiene más es- 
! cuelo que el de las armas reales españolas. , 

Primera observación que hace. — Después de comparar entre i 

i ‘ si estos tres escudos, no les encuentra uniformidad de forma, ¡ 
como se ve; y dice, que aunque tocios los escudos de armas 
traen su origen ele los antiguos broqueles , existen entre ellos 
diferencias ele forma que caracterizan ó indican á primera * 
i vista la nacionalidad á que pertenecen : y entra á determinar ' 
la forma característica del escudo francés, clel escudo inglés, ; 
: español é italiano y de los mismos dos escudos hechos á i 

| pluma ¿ que acabamos ele hacer mérito; de donde resulta 
que la forma del escudo del estandarte difiere por completo, 
pues su forma es redonda; y cita como único ejemplo de esta 
forma la que tiene el sello con que se reemplaza el escudo 
¡ de la ciudad ele Bilbao, pues que ninguno de los otros mu- 

i. chos> escudos de armas auténticos, de los reyes de. España, 

j que tiene el señor doctor Lamas á la vista, como ninguno de ! 

los que conoce de las ciudades de América y de todas las j! 

capitales españolas, tiene una forma redonda: de donde in- Ij 
fiere que esa forma de escudo no tiene ni la autoridad del i i 
! derecho ni la del uso : concluyendo de todo esto, que la forma ■ I 
¡I redonda del escudo del estandarte mencionado, no es oficial . 

I Corroborando esta conclusión del señor doctor Lamas dirá i\ 
h á su vez la Comisión, que el antiquísimo tratado de la Herál- 
! dita ó arte de Blasón , publicado en Valencia en el año 1764, j| 
j capítulo ii, « Del Escudo y sus particiones», encontró lo si- |j 

| guíente : «que el caballero rey don Carlos III ha dispuesto ] 

5 , nuevamente que en el real escudo no se use otra forma que j = 
j¡ la de un círculo: sin embargo de que por lo que toca á los | 

| demás de España, es ya muy común en el día el usarlo en \ 
forma de un cuadrilongo redondo por bajo ó que remate en ■ 
punta . » Y si bien la forma redonda en el escudo la usan Bel- j 
gica-, el Japón y la Persia, y la usaron los Estados de lalgle- i 
sia : en el Atlas de M. N. Bonillet, que trata extensamente la j 
materia, y en la Grammaire Héraldique de H. Gourclon de j 
ij Genouillac, ambos tratados modernos de 1872 y 1877, se des- 


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KTj ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO ( ( 

¡ 

autoriza esa forma, pues sólo liacen figurar como lá más pare- 1 
cicla la oval que usan los italianos, muchas de las repúblicas j 
sudamericanas y que usamos nosotros en el escudo nacional. 

Segunda observación. — Comprendiendo esta segunda ob- 
servación, los puntos más delicados y trascendentales riel 
trabajo clel señor doctor Lamas, porque sentadas las premi- \ 

sas sus conclusiones son decisivas para la formación definí- ! 

tiva del escudo de armas de la ciudad de Montevideo con 
arreglo á la Cédula de 24 de Abril de 1807 : la Comisión ha 
seguido con sumo cuidado el juicio critico sobre los dos es- 
cudos calcados y principalmente sobre el escudo del estan- 
darte y no puede dispensarse de consignar aquí textualmente 
las conclusiones de ese juicio crítico que la Cornisón encuen- 
tra bien fundado. 

«Por el estudio crítico que acabamos de hacer, — dice el se- 
ñor doctor Lamas. — del escudo clel estandarte que se encon- 
traba en el Cabildo y que comprende el de los dos sometidos 
á nuestro examen ; juzgamos que queda averiguado y conclu- 
yentemente establecido : 

» l.° Que el escudo del estandarte no tiene la forma oficial 
y usual de los escudos españoles. 

» 2.° Que no obedece á las prescripciones de la real cédula 
de 1807, con arreglo á las cuales la corona de olivo , que se le 
concedía á Montevideo debía estar colocada sobre el Cerro, 
atravesada por otra de las reales armas, palma y espada. 

» 3.° Que cambiando la corona de las reales armas por la 
bandera real , deja al escudo sin aquella otra corona, que es 
lo que proclama y recompensa el alto servicio prestado por 
Montevideo en la reconquista de Buenos Aires. 

» 4.° Que las banderas inglesas abatidas no son cuatro, sino 
todas las seis y el guión que constituyen el trofeo de la re- 
conquista. 

» 5.° Que la corona que se coloca en la cima del escudo, la 
leyenda que lo contornea, las palmas, banderas y lambrequi- 
nes que ornamentan sus flancos, como los cañones cuyas re- 
cámaras aparecen en la parte inferior, no le pertenecen al 
escudo ele Montevideo. s 

i 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


» El ele esa ciudad no puede tener más piezas (ó muebles, •! 
que es la palabra técnica ) que los expresamente determina- 
dos por la real cédula ele 1807, como lo venimos repitiendo; 
y esas piezas ú objetos deben colocarse en el sitio y en la ¡ 
forma que la misma cédula designa. 

» Respecto á esto no cabe duda, ni puede promoverse cues- j 
ti o n alguna. 

! » Hecha, como no puede dejar de hacerse, la eliminación ¡ 

|l de las piezas ú objetos no mencionados en la real cédula y :¡ 
! | que por consiguiente no pertenecen al escudo, veamos lo que ! 
¡ queda, esto es, lo’ mencionado en la real cédula. 

» Este documento faculta á la ciudad de Montevideo para j 
que use la distinción de Macero s y que al escudo de sus ar- ¡ 

mas pueda añadir las banderas inglesas abatidas que apresó ] 

en dicha reconquista, con una corona ele olivo sobre el Cerro , 
i: atravesada por otra de las reales armas, palma y espada. 

;; » Ni nada más, ni nada menos. 

¡; » La colocación de la corona ele olivo no ofrece duda al- 

d gima; sobre el Cerro, dice la real cédula. i 

» De ahí no puede removerse legalmente . 

» La corona de olivo atravesada por la otra de las Reales j 

Armas, con la Palma y la Espada, sobre el antiguo escudo • 

j déla Ciudad. — el Cerro — simboliza el triunfo alcanzado 
por las armas de Montevideo: y la máxima importancia de 
ese triunfo se aquilata y se establece por la Corona Real, ¡ 
que siendo el símbolo de la más alta dignidad, es la reoom- j. 
pensa más encumbrada,. 

» Si la corona de olivo desapareciera riela cima del Cerro, 

I si desapareciera también la corona real, sustituyéndola por 
; una bandera, desaparecería con ellas esa leyenda simbólica, ; 

I que es la síntesis más expresiva de la Real Cédula de 24 de j' 

| Abril de 1807. 

» Esta explicación no deja asidero á la más leve duda sobre j ; 
la composición del escudo concedido á Montevideo por esa ¡j 

■ í i 

¡ (1) Según queda demostrado en otro lugar, el castillo hace parte del Cerro I! 

! en «jue está incrustado y con al que constituyo una unidad material. ; ; 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 79 


Real Cédula; pero si alguna pudiera- abrigarse todavía* ella 
va á disiparse por los antecedentes que vamos á consignar. 

» Por todos sus antecedentes, esa Cédula tiene el carácter 
y la fuerza de una sentencia, recaída en el- verdadero litigio 
sostenido ante la Corona de España, por los apoderados de j 
los Cabildos, representantes de las ciudades de Buenos Aires ¡ 
y Montevideo, sobre mejor derecho á los trofeos y recom- 
pensas de la Reconquista. 

» Los mencionados apoderados hicieron las respectivas ex- 
posiciones de los méritos y servicios prestados por las ciudades 
que representaban; pero el de Buenos Aires solicitó determi- 
nadamente, entre otras recompensas, la de un escudo de ar- 
mas cuyo proyecto presentaba en una lámina colorida y acom- • 
panada de prolijas explicaciones. ¡j 

» Poseemos un facsímile, en pergamino, del escudo solici- 
tado. C) || 

»Está dividido en pal. — En el primer cuartel ó pal, sobre s 
plata las armas que tenía la ciudad: en el segundo dividido 
en faja, en la parte alta, también sobre plata, una joven alada 
colocada sobre un globo, teniendo en la mano derecha una j 
corona cívica y en la izquierda una corona mural; enlaparte i 
baja, sobre rojo, una ciudad con un castillo en el que tremola ; 
un estandarte real. Este segundo cuartel tiene orla azul con 
un letrero de oro que dice: — La vencida vencedora . Por cima 
del escudo, la Real Corona, colocada sobre otra de laurel que 
entreteje la palma y la espada; — y, por último, debajo, en la 
punta del escudo, la figura de una indígena (que según la ex- 
plicación representaba á la América) con un carcax en las 
espaldas y un arco en las manos disparando flechas á una 
porción de banderas inglesas abatidas. 

» El litigio fue decidido en favor de Montevideo, en la cima 
de cuyo escudo de armas se colocó la Corona Real } la palma 
y la espada, solicitada para el de Buenos Aires, quedando el i 
de esta ciudad que era el mismo de hoy, como lo tenía antes ¡ 
de la Reconquista. 

(1) Véase eu el Apéndice una copia «leí original, en pergamino, facilitado be- 
névolamente por el señor doctor Lamas, 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


» Desvanecidas todas las dudas que han podido ocurrirse 
sobre la composición legal del escudo de armas concedido por 
la Real Cédula de 24 de Abril de 1807, podemos dejar esta- 
blecido, que las armas de Montevideo son:— «El Cerro, con 
su castillo de tres torres: sobre éste una corona de olivo atra- 
vesada por otra délas Reales Armas, palma y espacia; ca- 
y endo de los flancos abatidas sobre el campo del escudo las 
seis banderas y el guión apresados en la reconquista de Bue- 
nos Aíres». 

Siendo como es el escudo primitivo de Montevideo como 
se demostró en otro lugar: el Cerro; en la cima del cerro, el 
Castillo con fres torres y en su base, las aguas; y estando al 
texto expreso de la Real Cédula de 24 de Abril de 1807 que 
dice: «que al escudo de sus armas pueda añadir las banderas 
inglesas abatidas que apresó en dicha reconquista, con una co- 
\ roña de olivo sobre el cerro . atravesada por otra de mis reales 
I armas palma y espada; — el estudio crítico con sus resultan- 
cias que acaba de hacer el señor doctor Lamas para desauto- 
i rizar el carácter oficial de los escudos hechos á mano y prin- 
! cipal mente el del estandarte y á la vez para dejar definí tiva- 

! mente establecido como una verdad comprobada que el tro- 
feo de la Reconquista de Buenos Aires de .1.807 lo constitu- 
| yen seis banderas y un guión ; es concluyente, por más que 
¡j esos escudos revistan, como revisten, toda la autenticidad de 
M la época que les dan sus respectivas procedencias. 

; Conocida ya la composición legal del escudo de armas que 
! se concedió á Montevideo, el señor doctor Lamas manifiesta 
que, al salir ese escudo ele la oscuridad y del olvido, conviene 
¡ ; que la verdad histórica lo ilumine para que reaparezca ella 
I í con todos los resplandores de una gloría tan legítima como 
! popular y al efecto entra en un concienzudo trabajo histórico, 
i fundado en los documentos auténticos con que el Cabildo de 
| Montevideo comprobó los méritos y los servicios de esta ciu- 
dad en la Reconquista de Buenos Aires, 

En esta importantísima y luminosa parte de su trabajo, el 
señor doctor don Andrés Lamas diseña con mano maestra, el 
gran cuadro de la Reconquista de 1806, donde se puede con- 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 81 


templar en todo su esplendor cuanto puede y cuanto vale la 
| decisión irrevocable de un pueblo viril, que inspirándose en 
¡ el más puro patriotismo, se levanta intrépido y unido en un 
solo y común esfuerzo, para sacrificarlo todo, sangre y for- i 
tuna, en la redención de la patria agredida por un poder ex- \ 
tranjero. ¡ 

! La situación del Río de la Plata en aquellos solemnes rao- ' 

i mentos de prueba; la actitud de gobernantes y gobernados; jj 

el espíritu público profundamente conmovido y resuelto; el ¡ 

i entusiasmo popular rayando en delirio, traduciéndose á toda 
llora, á todo momento en arrogantes actos de civismo, de ge- j 

nerosidad y de desprendimiento; los donativos y los presta- ¡ 

mos voluntarios de dinero, sin interés, ni plazo, ni condicio- j 

nes; el ofrecimiento espontáneo de todo género de recursos, ¡ 

provisiones, equipos y armamentos y medios de movilidad y j 

: de trasporte, terrestre y fluviales; la organización de las tro- | 

pas y milicias expedicionarias, sus aprestos, su embarque, los 
incidentes del viaje y el desembarco de la expedición a.1 mando 
del veterano general Liniers, en la mañana del memorable 
12 de Agosto; el primer ataque; el desalojo de las posiciones 
de los enemigos hasta reconcentrarlos en la Plaza Mayor; el 
reñido combate en las bocacalles artilladas, entre los ingleses 
y los reconquistarlores á los cuales se plegaban los patricios 
que salían de todas partes para defender el suelo hollado y 
donde en medio del estampido de los cañones y del estrépito 
ele la fusilería que cruzaba sus fuegos, los re conquistad ores 
dominados por el ardor de la pelea y el entusiasmo de la 
causa, se lanzaban sobre el osado invasor, hasta tocar con 
sus espadas la boca de los cañones; y por último, el instante 
supremo, irresistible, decisivo en que se jugaba la suerte fu- 
tura de la América del Sur, en que aquella legión de leones, 
envuelta en el humo del combate, caía como un torrente des- 
bordado sobre el valiente ejército invasor, que desalojado ya 
de las azoteas y acometido en las entradas de la plaza, se en- 
contraba en el edificio de la Recoba, en cuyo arco principal 
estaba Beresford, aturdido por aquel desborde y dolorido por 
la muerte de su ayudante Kermet que cae a su lado, en rao- 


ESÜ. 11 K Alt MAS- 6. 


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82 JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


mentos en que el valiente Chain casi toca con la guarnición 
de su espada el arco grande y el denodado Pueyrredón arre- 
bata de las manos del enemigó el guión del renombrado Re- 
gimiento 71; momento supremo, tremendo, indescriptible en 
que Beresford, el reputado general en el Mediterráneo, en el 
Egipto y en la gran guerra europea, se sintió vencido á pesar 
de tener á su espalda las naves y los cañones del comodoro 
Popham; y terciando su espada sobre el brazo, manda tocar 
retirada y se replega precipitadamente con el resto de sus 
tropas, al Fuerte donde se rinde á discreción, dejando en po- 
der de los vencedores más de 1.200 prisioneros, 35 cañones, 
4 morteros, armamento y equipo y las famosas banderas que 
constituyen el trofeo de la victoria de los reconquistad ores: 
todo esto nos ha descrito el señor doctor Lamas con su ad- 
mirable pluma; todo esto ha sacado de la obscuridad y del 
olvido del pasado para iluminar las glorias de Montevideo en 
la Reconquista de 1806 y para reverdecer los laureles con 
! que la victoria orló su frente en el heroico rescate de su her- 
mana mavor Buenos Aires. 

«/ 

«En esta victoria que, dentro de sus pr oporciones, — eon- 
| cluye el señor doctor Lamas, — será contada entre las más glo- 
, riosas y más fecundas del Río de la Plata, se distinguieron sin- 
gularmente los vecinos armados de l a ciudad iniciadora de la 
reconquista. 

» Cúp oles á los Miñones ó Migneletes de Montevideo, la ini- 
ciativa de la gloriosa jornada, á los milicianos de la Colonia 
la carga valerosa que precipitó su desenlace, y á los ya nom- 
brados capellanes de la expedición, hijos de Montevideo, don 
Dámaso Larrañaga, ■ que fue el primer sabio del Río de 
la Plata, — y don Rafael Zufriategui, la aureola de los que, 
i compartieron las fatigas y los peligros de los soldados, ejem- 
¡ plarizando la abnegación y la caridad cristiana, auxiliando á 
los moribundos y atendiendo á los heridos en el mismo cam- 
po del combate. » 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 83 


En seguida entra el señor doctor Lamas á bosquejar. — juz- 
j gando los hechos producidos y apoyando sus opiniones en irre- 
j futables documentos y citas, — la situación creada en el Río 
de la Plata á consecuencia de los a con te cientos que tuvieron j 
lugar en la Reconquista y después de la Reconquista, en im- 
portancia y en trascendencia moral y material en los nuevos 
sucesos que debían desarrollarse en la segunda invasión in- 
glesa, tanto en Buenos Aires como en Montevideo, y por iil- 
timo el antiguo régimen colonial refractario á las ideas del 
sistema liberal que empezaba a abrirse paso como corolario 
de todos esos sucesos. 

Este período de la dominación inglesa es tratado por el se- 
ñor doctor Lamas con el criterio ilustrado é imparcial del 
historiador que ha hecho un estudio profundo de los sucesos 
| y los comenta y los aprecia á la , luz de. una sana y serena 
filosofía, para ciarnos á conocer la verdadera situación, reía- j 
! tivamente á sus respectivas posiciones geográficas, á los re- |; 
! cursos y á los medios de defensa, de ambas ciudades, en los ¡ 
j días aciagos pero de heroísmo y de sacrificio para Monte vi- : 
deo, cuanto de decisión, de bravura y de triunfó para la ciu- : 
dad vencida vencedora , que, tan propia y oportunamente se i 
pretendió llamar á Buenos Aires después de haber expulsado 
I de estas regiones á los ingleses. ; ; 

! El señor doctor Lamas al realzar los méritos de Monte vi- , I 
deo realza también los de Buenos Aires, cuyas gloriosas tra- 
diciones, en esa época legendaria, serán siempre dignas del j- 
respeto y de la admiración de la posteridad: y con una im- j! 
parcialidad que está á la altura de su notable talento y com- ¡j 
I petencia, da á cada una de las dos ciudades hermanas lo que : - 

i justamente le corresponde. [] 

Y finalmente termina su feliz excursión por el campo de j 
; la historia con estas lógicas consideraciones que la Comisión > 

cree oportuno transcribir: | 

! «Desde este día, (refiriéndose al memorable l.° de Enero 
de 1809 en que el ilustre jefe de los patricios don Cornelio 
Saavedra al. frente de los cuerpos de naturales que traían en- 
cendidas las mechas de los cañones, se cubría de gloria) la 


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84 JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


! preponderancia de los Patricios quedó establecida; y estos 
Patricios fueron la base inconmovible de la revolución eman- 
j cipadora que se consumó definitivamente el 25 de Mayo 
| de 1810. 

»La deposición del último virrey don Baltasar Hidalgo de 
j Cisneros, tuvo lugar en el mismo salón y en la misma forma 
| en cpie la reconquista había cerrado las puertas de la capital 
[ al virrey marqués de Sobremonte ; en Cabildo abierto, por 
! deliberación popular y con el apoyo de las fuerzas cívicas. 
: Y la elección de la primera Junta de Gobierno de las pro- 

| i vinci as del Río de la Plata, se verificó, como la del primer 
Gobernador popular de Buenos Aires, por aclamación del 
pueblo que invadía las galerías del Cabildo y golpeaba las 
i puertas de la sala de acuerdos. 

»Esta es la filiación histórica de la revolución del Río de 
la Plata. 

» Su día inicial, es aquel en que el pueblo conquistó los tro- 
j. feos de la reconquista del 12 de Agosto de 1806, adjudicados 
¡ á la ciudad de Montevideo é incorporados á su escudo de ar- 
| mas por la real cédula de 24 de Abril de 1807. » 


En el capítulo xi se ocupa el señor doctor Lamas del Es- 
cudo de Armas de la Provincia Oriental que sustituyó al 
de 1807 ; y declara no haber visto ni tenido noticia alguna 
sobre la creación de ese escudo, auiique presume que exista j 
en Montevideo. Pero manifiesta que conoce la composición 
de ese escudo por haberla encontrado impresa en tinta ce- ¡ 
leste en la portada de un folleto publicado en Montevideo el 
año 1816 que contenía la descripción de las fiestas mayas de 
ese año y la magistral oración con que inauguró la Biblio- 
teca Pública don Dámaso Larrañaga, cuya descripción es la 
siguiente : 

«Está dividido en dos cuarteles. En el primer cuartel, so- 
bre fondo de aguas, el sol naciente: en el segundo, sobre j 
fondo de plata, una mano con la balanza de la justicia. 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 85 


» En el contorno, la leyenda Con libertad ni ofendo ni temo , 

»En los flancos, dos hachas, dos banderolas y dos banderas 
tricolores de la provincia. 

»La parte alta del escudo, surmontada con un plumaje 
! indígena, debajo del cual y sobre cinta azul, se lee la ins- 
¡ cripción Provincia Oriental. 

» Al pie del escudo, trofeos militares, » 

Y continúa el señor Lamas : 

«Que este escudo, aunque provincial, era también el que 
usaba el Cabildo de Montevideo, es un hecho de que hemos j 
encontrado referencias en varios impresos de la época y á j 
nuestra capital debe serle grato haberlo poseído y usado como 
suyo, porque él ha representado la autonomía de la Provin- 
cia Oriental y á él están vinculados los recuerdos de la re- 
sistencia armada á la conquista portuguesa; déla reivindica- 
ción de nuestro derecho soberano, emprendida por los Treinta 
y Tres Orientales que inmortalizaron sus nombres é hicieron 
■ flamear en nuestra tierra las banderas tricolores el 19 de 
Abril de 1825 — y de la declaratoria de nuestra Independencia 
promulgada en la Florida el 25 de Agosto el el mismo año, á 
la sombra de esas banderas, laureadas de nuevo por la victo- ¡ 
ría en el Rincón de Haedo y en el Sarandí. 

» Constituida la provincia Oriental en nación soberana é 
independiente, los símbolos provinciales fueron sustituidos, ; 
á la vez, por el Escudo de Armas y el Pabellón Nacional . » 

Y finalmente en el capítulo xn formula el señor doctor 

Andrés Lamas las conclusiones definitivas de su notable y 
bien comprobado estudio, conclusiones con las cuales está de -¡ 
perfecto acuerdo la Comisión informante. i 

Esas conclusiones son: 

(1) La Comisión lia buscado prolijamente, en las actas originales del Cabildo 
! de Montevideo, desde 1314 en que e vacilaron esta plaza las tropas españolas, 

hasta el mes de Mayo de 1816 A que se refiere el folleto citado por el señor doc- ; 

tor Lamas, alguna resolución que autorizara él uso de ese escudo y no la lia i 

encontrado; puede ser que exista en algún otro libro perteneciente al Cabildo i 
y que haya desaparecido, como han desaparecido de nuestro Archivo tantos do- ¿ 

eximen tos importantes, A causa de los trastornos políticos por que ha pasado el ] 

país. 


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86 JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


«En presencia de los hechos que acabamos de consignar 
j y de los cuales resulta, que el Escudo de Armas de 1S07, fue 
i puesto en desuso por nuestros patricios, sustituyéndolo con j 
¡ el de la Provincia Oriental; que este escudo de la Provincia j 
ha sido reemplazado por el de la Nación y que á ninguna 
i ciudad le es permitido considerar ni usar como peculiarmente. 

¡ suyo el Escudo Nacional, juzgamos que para allanar las di- 
ficultades que ofrezcan esos hechos, concillando la abolición j 
histórica y legal ele los símbolos monárquicos (que proha- ¡ 
i blemente ocasionó el desuso del escudo de 1807) con el dere- 
¡ cho que tiene la ciudad de Montevideo para conservar y usar 
i; todas las distinciones que se le han otorgado por sus méritos 
í ; y servicios, el medio más idóneo sería la composición de un 
nuevo escudo de armas que las sintetizase, ; 

| ' » Si este medio fuese aceptado, la composición del nuevo 

: j escudo podría ser la siguiente: ; 

i 1 »E1 Cerro tal como lo presentan las medallas del Cabildo, ! 

| que nos han conservado el primer escudo de Montevideo. j 

* » Sobre el Cerro, la corona de olivo , atravesada por una co - j 

roña mural (en sustitución de la corona real \ palma y espada : 
(distinción concedida por la reconquista en 1806)* 

» Contorneando el escudo, la leyenda de la provincia Orien- 
| tal. «Con libertad ni ofendo ni temo ». ¡ 

»En los flancos, las dos banderolas tricolores del escudo 
de la provincia á las que podrían agregarse, si los Poderes 
públicos lo estimasen justo, dos banderas nacionales, símbo- 
los de la independencia de la República, esforzadamente de- 
fendida por la ciudad de Montevideo.» 

» En cuanto á los escudos de armas de 1807 y de la provin- 
cia Oriental, deben ser conservados como monumentos histó- 
ricos, en el salón de la Junta Económico Administrativa y 
el Museo Público». 


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! ' 

EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 87 


¡ DEL JUICIO QUE HA FORMADO LA COMISIÓN SOBRE EL ESTUDIO 

i 

¡ DEL SEÑOR DOCTOR LAMAS 

Iniciado el pensamiento de adoptar para la ciudad de Mon- 
tevideo, un Escudo de Armas, surgieron desde luego las si- ! 
guien tes cuestiones que cuadra resolver, 

¿Cuál fué la composición del primer Escudo de Armas de 
la ciudad de Montevideo en la época colonial? 

¿ Cuál fué el Escudo de Armas concedido á Montevideo, 
después de la Reconquista de Buenos Aires en virtud de la 
real cédula de 24 de Abril de 1807 ? 

i 

Y finalmente, ¿cuál fué la composición del Escudo de Ar- 
mas de Montevideo después de la dominación española? 

Careciendo de antecedentes gráficos ó noticia escrita que 
nos permita conocer los escudos auténticos ó su composición 
ó nos conduzca á conocer cuando menos, los dos primeros: 
el señor doctor Lamas lia tenido que entrar forzosamente en 
prolijas investigaciones para poder llegar al conocimiento ele 
la verdadera composición de esos escudos, sirviéndose en pri- 
mer término del estudio de las medallas que posee en su co- i 
lección numismática, conmemorativas de la proclamación de 
Carlos IV y de Fernando VII; en segundo término, de los 
calcos de dos dibujos hechos á mano y de la fotografía de un 
estandarte del antiguo Cabildo, facsímiles que por sus pro- ¡ 
cedencias revisten carácter fehaciente, y en tercer término, 

; de láminas y documentos irrefutables que se relacionan di- 
rectamente’ con los sucesos de aquellos tiempos y con la mate- 
ria de que se trata, aplicando á cada paso en la solución de 
los problemas que debe resolver su profundo criterio filosó- 
fico, sus vastos conocimientos heráldicos é históricos; ha- 
ciendo exposición metódica, razonada y clara de hechos com- i 
probados con la palabra de la tradición y robusteciendo sus ■ 
opiniones con un caudal inagotable de citas y ejemplos con- 
gruentes que no dejan lugar á dudas ni á vacilaciones para 
venir al fin á ponernos de manifiesto en un precioso marco 


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88 


JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


¡¡ y en el más alto relieve, el Escudo de Armas que se proyecta, 
!¡ tal cual fué y tal cual debe ser, engalanado con las joyas de 
j : Montevideo, abrillantadas por las luces de la historia cuyos 
reflejos se difunden en el Atlántico y el Plata para salvar los 
Andes é ir á perderse en el mar Pacífico. 

El trabajo heráldico - histórico diremos así, que acaba de 
! examinar la Comisión es, por el fondo y por la forma, digní- 
simo del esclarecido historiógrafo doctor Andrés Lamas: él 
realzará su fama de historiador y la ciudad de Montevideo 
' agradecida grabará á no dudarlo, en las páginas de su historia, 
su ilustre nombre. 

Ese trabajo es, bajo todos conceptos admisible, puede ca- 
lificarse de un verdadero monumento levantado á Montevideo, 

; la ciudad de los grandes recuerdos, la primera que ofreció su 
: sangre generosa, se desprendió de sus caudales y jugó la 

suerte de su destino el 12 de Agosto de 1806, preparando la 
alborada del gran día para la América del Sur, el 25 de Mayo 
de 1810. 

1 Este es el estudio de que nos hemos ocupado; este es el 
libro de la ciudad querida, que en su ocaso el señor doctor 
don Andrés Lamas deja abierto á las generaciones del por- 
venir . . . 

■ ¡Pluguiera al cielo que las grandes enseñanzas que él en- 
cierra fueran arrojadas como semillas fecundas, en el estre- 
mecido suelo de la p atria L . . 

: ; Pero realícense ó no los votos del patriotismo, el libro del 
señor doctor Lamas será ai través de los tiempos como el 
altar sagrado á donde en las horas de prueba que acaso aun 
! ! le reservan nuevos infortunios, irán sus hijos á inspirarse 
¡ ! para retemplar el espíritu y salvar incólumes las gloriosas 
! tradiciones de Montevideo. 

CONSIDERACIONES GENERALES 

El origen de los escudos de armas se pierde en la noche 
del pasado. El célebre padre jesuíta Claudio Menestrier fija 
los primeros preceptos de la Heráldica en el siglo xi. Pero 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 89 


ii 

I 


parece que la opinión más generalizada es la que atribuye el 
origen de los escudos al vetusto broquel romano. 

El escudo es como la bandera, como el Lábaro de Constan- 
tino que agrupó á su alrededor las huestes redentoras del 
mundo de la barbarie para difundir por él la luz déla civili- 
zación cristiana; es el emblema sagrado del designio de un 
pueblo donde se concentra el amor de la patria, símbolo de 
sus glorias, enseña de su autonomía, de su libertad y de su 
independencia. 

En tesis general se aplica lo mismo á los estados que á las 
ciudades ó villas. 

En el primer caso su esfera es más amplia, es absoluta. 

En el segundo caso, es más limitada, es relativa porque el 
símbolo se circunscribe á la ciudad ó villa á que pertenece 
el escudó. 

Pero el escudo siempre es el emblema del designio ó de la 
tradición respectiva. 

Así tenemos que la mayoría de los escudos de armas de las 
capitales de provincia en España y que á juicio de la Comi- 
sión es el ejemplo más concluyente que se puede citar simbo- 
liza tradiciones desde los tiempos más remotos. 

Pero estos símbolos y el escudo mismo que los contenga, 
lian de estar formados con estricta sujeción ala ciencia herál- 
dica que para el efecto preceptúa reglas fijas, invariables. 

A este respecto la Heráldica es muy severa. Empezando 
por la forma del escudo, los metales y colores de su campo y 
esmalte (pues cada uno de los admitidos tiene su significa- 
ción especial) y concluyendo con el modo ele partirlo ) cor - ! 

tarlo y dividirlo , número, calidad, lugar y disposición de sus 
piezas ó muebles (que cada uno de ellos tiene su nombre téc- 
nico), coronas, sur montes 7 soportes y ten antes , gritos de guerra, 
divisas 7 leyendas, trofeos y demás atributos con que se de- 
coran : todo debe rigurosamente ajustarse á las reglas herál- 
dicas para que aquél pueda reputarse oficial. 

En el caso concreto de que nos ocupamos, el escudo de j 
armas de Montevideo se ajusta á ellas y representa simbóli- 
camente, las tradiciones de una ciudad heroica, fundada en 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


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un suelo que fue habitado en remotos tiempos por una raza . 
también heroica. Y nada puede darnos de ella una idea me- 
jor, que la breve descripción que hace nuestro celebrado pu- 
blicista el doctor don Alejandro Magarinos Cervantes, en la 
página 55 de sus «Estudios históricos, políticos y sociales so- 
bre el Río de la Plata» publicados en París el año 1854. 

« Marchaban — dice — con la cabeza erguida y enhiesta la 
frente; soportaban el hambre, la sed y la fatiga con admira- 
ble fortaleza y no se detenían por embarazos de ríos, mon- | 
tañas, ni esteros ó cenegales. j 

» Indomables, feroces y valientes hasta el heroísmo, todos 
los historiadores están contestes en asignarles el primer lu- 
gar entre todas aquellas valerosas tribus: eran los verda- 
deros ESPARTANOS DE AMÉRICA. ». 

Y después del espléndido cuadro en que nos ha presentad o 
el señor Lamas la ciudad de Montevideo, en la época de la ¡ 
Reconquista, solo agregará la Comisión copiando al mencio- ¡j 
nado publicista Magarinos Cervantes, al notable historiador I! 
don Francisco Bauza y al ilustrado educacionista don Isi- 
doro De-María. \ j 

« En cnanto á nuestro país — dice el primero, — cuna de la ; i 
Independencia Hispano Americana, el estudio detenido que 
hemos hecho de las actas capitulares de la revolución, publi- j 
cadas en 1836 por el señor Angelis en el tomo ni de su im- 
portante colección, nos habilita para presentar en su verda- 
dero punto de vista esa revolución tan calumniada, rectificar 
no pocos errores y dejar también consignado bajo bases sóli- 
das ó indestructibles el principio, el fundamento, el punto de 
arranque de nuestra regeneración política y social; la tradi- 
ción generatriz, la encarnación viva del dogma imperecedero 
proclamado por ella, — la patria y la libertad». 

Oigamos ahora al señor don Francisco Bauza, en la pá- 
gina 289 del tomo n de la Historia de la Dominación Espa- 
ñola en el Uruguay . 

« Será siempre honroso para el pueblo de Montevideo ha- 
ber sido él quien abriese un horizonte tan vasto á la Amé- 
rica, franqueando el camino por donde un año más tarde 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 91 


había de lanzarse la revolución americana á conquistar la 
independencia y la libertad del continente». 

Y finalmente, dejemos la palabra al señor De -María en la j 
página 40 del Compendio histórico de la República Oriental 
del Uruguay , refiriéndose á las horas aciagas de Montevideo, 
precursoras del asalto de la madrugada del 8 de Febrero 
de 1807: 

« El 2 de Febrero había ya más de 16 varas de brecha 
abierta. Auchmuty envió esa tarde un parlamento intimando 
! la rendición de la plaza bajo condiciones honrosas , en consi- 
■ deración d la vigorosa defensa que se había hecho y d tener 
brecha abierta . El grito unísono de vencer ó morir fue la 
respuesta de la guarnición de Montevideo á este mensaje . » 

Resumiendo, pues, el escudo de armas definitivo, en la j 
forma que lo propone el señor Lamas es una síntesis concen- i ■ 
trada de las gloriosas tradiciones de la ciudad de Montevideo, j ! 
desde su fundación hasta nuestros días, entre las cuales se \\ 

encuentra comprendida, como es natural, la homérica de- jj 

fensa de esta plaza, que fue el baluarte de la libertad del Río 
de la Plata. i 

De esta manera la ciudad de Montevideo, tendrá á los cin- 
cuenta y siete años de constituida la República Oriental del 
Uruguay, un escudo propio, como lo tendrán mañana, So- 
í riano, la Colonia del Sacramento, Malclonado, Canelones y la 
Florida, que tantos y tan merecidos timbres de gloria pue- 
den ostentar, sacados el el olvido de su glorioso pasado. 

Pero hoy por hoy debe empezarse por la capital, que es la 
cabeza que piensa y dirige y aunque la sangre que alimenta . 
su cerebro se elabora en toda la República, obedeciendo á la 
inmutable ley de las compensaciones y á un organismo social j ; 
y político, Montevideo comparte con ella los beneficios de un i j 
pensamiento y de su acción : las glorias de Montevideo con ; 
las glorias de la República. . j 

Siendo como es la Junta Económico Administrativa. Cor- j 
p oración Municipal, la heredera, dirémoslo así, por el carác- i 
ter de su institución y de su origen, del antiguo Cabildo, lo 
que también está declarado en el artículo 68 de la ley de 12 de 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


Agosto de 1829: el escudo de que- se trata, después de ha- 
ber corrido los trámites legales, será el que la Junta deberá 
usar en todos sus actos oficiales. 

El uso oficial de los escudos de armas para las ciudades, 
era, en los tiempos coloniales, discernido por el rey, como se 
ha dicho ya. que tenía en su mano la suma clel poder público 
y era de su atribución exclusiva designar, variar ó modificar ¡ 
los símbolos ó emblemas que habían de determinar el grado 
de la distinción ó de la recompensa de servicios que en su 
real voluntad quería conceder. 

Por nuestro sistema democrático, la Soberanía que residía ¡ 
en el Rey, reside en el Pueblo , representado por los tres Altos 
poderes del Estado; é incumbe sólo al primero de esos pode- 
[ res, al Legislativo, acordar honores y recompensas á los gran- 
eles servicios. 

Juzga, pues, la Comisión: que, si bien el escudo acordado 
por la real cédula de 24 de Abril de 1807, constituye una 
\ propiedad histórica de la ciudad de Montevideo; la facultad 
j de usarlo oficialmente caducó con la dominación española . . . 
Que, por consecuencia, para volver al uso oficial, en todo ó 
en parte, ese escudo necesita ser revalidado. Que revistiendo, 

■ como reviste el escudo que se proyecta, una nueva concesión 
en cuanto revalida una jDarte clel escudo concedido en 24 de 
Abril de 1807 y en cuanto modifica ese mismo escudo susti- 
tuyendo la corona real, en desuso, ipso fado , por la corona 
mural, que es la que corresponde á las ciudades, heráldica- 
mente hablando ; y suprimiendo las banderas inglesas apresa- 
• das en la Reconquista de Buenos Aires en 1806, esto último 
en homenaje á los servicios prestados al país por la Ingla- 
! térra en la Convención de Paz de 1828 ; así como importando 
también una innovación en cuanto agrega á dicho escudo las 
i banderolas históricas del de la provincia oriental y el pabe- 
llón nacional que no es dado usar oficialmente en otro escudo 
sin la venia del Cuerpo Legislativo: la Comisión juzga, que 
■ 

(1) Notamos la coincidencia de la fecha de esta ley con el aniversario de la 
Reconqxiista de Buenos Aires, V¿ de Agosto. 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 93 


el proyecto de escudo de que.se trata, para que pueda- usarlo 
oficialmente la Junta E. Administrativa de la Capital, como 
escudo de la ciudad de Montevideo en todos sus actos y comu- 
| ideaciones municipales ó comunales, debe ser previamente so- I 
; metido á la aprobación legislativa. 

¡ En cuanto al escudo colonial y al de la provincia oriental ¡ 
I de que habla el señor doctor Lamas, de acuerdo con sus opi- j 

| ilíones, la Comisión cree que deben ser copiados para que se ¡ 

conserven en el salón de la Junta E. Administrativa y en el 
Museo Nacional como gloriosos recuerdos históricos de la • 
ciudad de Montevideo. Y nada -más oportuno que encomen- 
| dar ese trabajo así como- el del escudo definitivo, cuando 
llegue el caso, á nuestro primer pintor de historia, al insigne 
artista don Juan Manuel B lañes. . 

\ La Comisión se permitirá adelantar un pensamiento por si 
¡ se cree digno de llevarse á la práctica: y es que si, como se 
espera, los Poderes Públicos prestan su superior aprobación 
al escudo definitivo que se propone, la Junta E. Administra- 
tiva mande publicar en un volumen el precioso estudio del j 
señor doctor Lamas acompañándolo con los cromos de las 
respectivas láminas, á fin de qué ese estudio sea conocido de 
todos y se difunda dentro y fuera de la República como la 
luz que ha de iluminar el pasado de Montevideo para que 
éste reaparezca con todo su esplendor. 

DICTAMEN 

Como consecuencia de todo lo expuesto en los diversos 
títulos de este informe, la Comisión aconseja que se acepte 
el Escudo de Armas para la ciudad de Montevideo propuesto 
por el señor doctor don Andrés Lamas, cuyo croquis se acom- 
paña, y que se publique oportunamente su interesante 
estudio. 

(1) El dibujo de este croquis, asi como ia copia de las medallas coloniales y 
del proyectado escudo para Buenos Aires, que van en el Apéndice, fueron Lechos 
deferentemente por el soñor Montero Paulller, ingeniero municipal. Sin separarse 
de las reglas heráldicas y consultando sólo la estética, se ha permitido la Co~ 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


Es cuanto tiene que informar la Comisión que suscribe y 
dar por terminado el cometido con que fue honrada. 

Dios guarde al señor Presidente muchos años. 

Montevideo, Diciembre *26 de 1887. 

Pablo Nin y González . — Blas Vi- 
dal. —P, Mascará y Sosa. 


Junta Económico Administrativa. ¡ 

Montevideo, Diciembre 30 de 1887. | 

• ' ¡ 

Exorno . señor Ministro de Gobierno, doctor don Julio Herrera 
1 y Obes: I 

Un pensamiento que desde largo tiempo se venía acari- j¡ 
ciando, levantado y ajeno por completo á las sugestiones ¡j 
estrechas del egoísmo personal, está próximo á convertirse ¡ l. 
en forma concreta y definitiva, adaptándose á la aplicación | 
de los usos que son comunes y regulares en el concierto de ¡i 
las sociedades civiles. \\ 

i La Corporación Municipal se refiere al Escudo de Armas J! 

de la ciudad de Montevideo. ] 

Las conmociones políticas desviaron de tal modo de su eje 
la progresión armónica de las cosas, su estabilidad y su justa 
colocación, que hasta las insignias de que se glorifican los i í 
pueblos, corrieron el albur de los destinos superiores, en el j 
desquicio perpetuamente renovado de los últimos tiempos. 

La organización de la colectividad sufrió también espas- ; 

; mos, al suplantarse el sistema entonces vigente, por los acó- j 
modos apresurados de una constitucional idad revolucionaria, ¡ 
cuyas nobles aspiraciones y tendencias, caldeadas en la fra- 

I ; 

misión en el croquis adjunto en el apéndice, surmontar el escudo con la corona ? 
; de olivo atravesada por la mural, Ja palma y la espada, que en el proyecto del ! 

, señor doctor Lamas figura sobre el castillo: sin perjuicio de que el artista á ¡ 

quien se encomiende la obra pueda dar A esos atributos y A las banderas, sin ! ■ 
cambiarlas de lugar, una disposición más elegante. 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 95 


j gua del entusiasmo p atrio, quebraron en pedazos el crisol 
donde debía fundirse el sacrificio de nuestros heroísmos y 
las debelaciones de nuestros titánicos esfuerzos. 

Montevideo perdió en la contienda cívica hasta los atri- 
butos de su celebrada estirpe. 

, Tócale, en la situación presente, reconstruir el pendón de 
1 sus glorias, tanto más preciadas y envidiables cuanto que 
disputadas empeñosamente, la sanción suprema, en el largo 
debate sustentado, vino á consolidar su justicia, á consagrar 
su mérito y á revalidar las hazañas de sus esclarecidos hijos. 

! La Corporación Municipal se ha propuesto servir la hones- 
l ti dad de estos propósitos. 

Desentrañando la documentación del pasado, de la larga 
noche del olvido, con relación especial á los blasones de la 
Capital de la República, ha creído rendir una demostración 
de cariño y consideración á los antecedentes honrosísimos 
de su valor legendario. i 

En esa noble tarea, cábele el primer puesto al distinguido ¡j 
historiador nacional doctor don Andrés Lamas. Requerido || 
con apelación á sus sentimientos de patriotismo para prestar j| 
su concurso de autoridad y de valimiento, de competencia y || 
de saber, á una obra tan simpática, cumple declarar que las |¡ 
esperanzas acariciadas han sido colmadas de una manera tan ¡ 
laudable, que obliga la gratitud de sus compatriotas y el j 
j reconocimiento de las autoridades llamadas á intervenir con I 
! su juicio en la apreciación de su interesantísimo estudio re- 
¡ trospectivo. ¡ 

: , La Junta, por lo que á ella concierne, se hace un deber en 
i í consignar su íntima complacencia y le tributa una vez más ¡ 

j el homenaje de la sinceridad de sus aplausos, con el de su 

; más vivo agradecimiento. 

Es acreedora á iguales merecimientos y digna de encomio, 
la Comisión nombrada para dictaminar sobre las conclusio- 
nes sentadas como corolario de sus investigaciones antiguas, j 
por el doctor don Andrés Lamas. 

Ambos documentos tengo el honor, pues, de someterlos a-1 
ilustrado criterio de Y. E. 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


96 


La Comisión ponen te, en cumplimiento del encargo que se 
' | le confirió, presenta la laboriosa exposición que lia redactado 
!| con tal motivo, en cuyo contexto Y. E. tendrá ocasión de 
|; observar la paciente contracción que ha dedicado al asunto, i 
la prolijidad en los detalles, la serie de revelaciones compro- 
batorias de las opiniones vertidas por el doctor Lamas y la 
i ímproba tarea de que pudo haberse dispensado, si un noble 
espíritu de veneración hacia el pasado, unido á la firmeza de 
una voluntad entregada por completo al desempeño de su 
i misión desinteresada, no la hubiera impulsado á secundar, 
como obra del más celebrado patriotismo, los móviles que 
en el ejercicio de esta gestión determinaron respectivamente 
la actitud del doctor Lamas y de esta Junta. 

I Montevideo debe custodiar la herencia que le legaron sus, 

, antepasados como un timbre de gloria nacional. 

La epopeya de sus hechos guerreros y su inquebrantable 
altivez, son los preludios de la emancipación y de la inde- 
pendencia. 

Selló con su sangre el amor al suelo natal, jamás profa- 
• nado sin una protesta á muerte, trasmitiendo á los descen- 
dientes de sus virtudes y de sus heroísmos, el ejemplo del 
; sacrificio y la palma del martirio en aras de los altares de la 
patria. 

: La Leyenda uruguaya es el poema de la humanidad en el 

j continente sudamericano. Sus episodios, sus tradiciones se- 
! rían el trasunto de la redención de un pueblo que se debate 
| por sus destinos y que recupera, merced á sacudimientos de 
resistencia y de lucha, un puesto culminante en el concierto 
de las naciones civilizadas. 

Un pueblo, cuya vida es el más elocuente testimonio de 
heroicidad y de cuya historia puede vanagloriarse con orgullo, 
ejercita un derecho que le es privativo restableciendo los 
blasones de su escudo de armas. 

La Comisión informante, es de parecer, siguiendo el con- 
sejo apuntado por el doctor Lamas, que antes de adoptarse 
i el uso de las armas de Montevideo, se recabe del Cuerpo Le- 
gislativo la aquiescencia, aludiendo sin duda á la prescripción 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 97 


constitucional que prohíbe, la admisión de honores y distin- 
ciones sin acuerdo previo de la H. Asamblea General. f 
La Junta, consecuente con esa indicación, eleva,. , pues, el 
resultado de estos trabajos preparatorios, por intermedio de 
Y. E., á la más alta deliberación del Poder Legislativo. 

Si las novaciones con que se altera el escudo propio de 
Montevideo no fueran en sustancia radicales, y si los trofeos 
que se le incorporan np importaran evidentemente la adjudi- 
cación de menciones de mérito excepcional, podría suponerse 
en tal caso, quizás, como no del todo indispensable, la san- 
ción que someramente se insinúa y á la cual la , Corporación 
ha prestado su completo asentimiento. 

En las repúblicas de. América se hallan abolidas, como en- 
tre nosotros, las concesiones de títulos nobiliarios, honores y 
distinciones hereditarias. 

Sin embargo, por la Ordenanza Municipal de 22 de Julio 
de 1856, se estableció en Buenos Aires, el escudo y sello, de 
la Corporación local, sancionándose en esta forma: 

. «La Comisión de Educación cumple con e-1 encargo que 
recibió de la Municipalidad, presentando ante ella el sello 
que ha de. usar esta Corporación. La Comisión ha querido 
conservar la tradición y es por ésto que no ha trepidado en 
adoptar el mismo sello que usaba la antigua Municipalidad. 
— Gabriel Fuentes . — Emilio Agrelo . — D. F. Sarmiento. (Un 
escudo con dos navios anclados en mar espumoso plateado, 
con una paloma volante en medio, en campo celeste, que sim- 
; boliza el Espíritu Santo) » . 

■ « Nota. — El fundador de Buenos Aires, don Juan de Caray, 

por un auto en 1580, señaló como blasón municipal: una 
águila negra pintada al natural, con su corona en la cabeza, 
con una cruz colorada sangrienta saliendo de la mano y con 
i cuatro hijos debajo, demostrando. que los cría». 

; La ciudad de Valparaíso, á pesar de los títulos que le asíg- 
: nan los documentos' que á continuación se insertan, su Inten- 

dente precisó, en los términos que fija.su comunicación, la 
descripción gráfica y heráldica del Escudo Municipal. • 

Su tenor literal, extraído de los Anales de la Ilustre Muni- 


ESC. I>K ARMAS. 7 . 


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98 JUNTA E. ADMINISTRATIVA 

. 

i 

cipalidad de Valparaíso y de la Recopilación de las Disposi- 
| dones vigentes , es el que va en seguida: 
j « Santiago de Chile, 9 de Agosto de 1811. — Hallándose los 
j señores del Alto Congreso del reino en la Sala plena, y des- 
¡ pues de orientados de los fundamentos legales y documentos 
i que acreditan la solicitud del Cabildo de la ciudad de Valpa- 
raíso, en uso de las facultades que á nombre de nuestro sobe- 
rano el señor don Fernando VII le dispensa la representa- 
ción del reino, declaran á su real nombre á la ciudad y puerto 
los títulos de Muy noble y Muy leal con el goce del escudo ó 
blasón que designa el acta de fojas y á más la licencia ne- 
cesaria para los gastos ordinarios y extraordinarios que de- 
talla la misma. Extiéndase el correspondiente título con in- 
serción de la real cédula de nueve de Marzo de mil ochocien- 
tos dos, y archívese original en Secretaría. — Cotapos, — Doc- 
tor Zerdán. — Agustín de Víal y Diputado Secretario» . 

« Valparaíso, Noviembre 28 de 1811. — Vista en Cabildo 
ordinario la superior providencia que antecede; resolvieron 
los señores que la componen, darle el debido obedecimiento 
en todas sus partes y que agregándose á los antecedentes que 
la motivan se archive en este Ilustre Ayuntamiento para su 
i perpetua constancia. Y así lo proveyeron y firmaron dichos 
j señores de que doy fe. — Lastra ) etc.» 

En el año 39, el Gobierno Chileno, en uso de las facultades 
extraordinarias que ejercía, decretó que la ciudad de Valpa- 
raíso añadiera á sus títulos de Muy noble y muy leal , los de 
Muy benemérita y esclarecida , como recompensa de sus gene- 
rosos esfuerzos en la guerra contra el general Santa Cruz. 

Posteriormente, su Municipalidad reunida en concejo, san- 
cionó este acuerdo : 

«Escudo Municipal. — Proyecto de acuerdo presentado día 
Ilustre Municipalidad por el señor Intendente de la Provincia 
y aprobado en sesión de SI de Agosto de 1871 . — Ilustre Muni- 
cipalidad: — He observado que la Corporación no cuenta 
hasta ahora con un escudo ó sello propio, empleando provi- 
soriamente un escudo nacional para el timbre de sus docu- 
mentos y demás piezas que deben llevar el sello municipal. 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 99 


» A fin de remediar esta falta, y después de haber consul- 
tado á una persona competente y entendida en las reglas de 
la heráldica, tengo el honor de proponer á la Corporación los 
modelos adjuntos, que, á mi juicio, podrán llenar convenien- 
temente este vacío. 

» Como el escudo ó sello municipal puede y debe emplearse 
no sólo en el papel y piezas oficiales de la Municipalidad, se 
ha consultado en los modelos adjuntos los diversos objetos á 
que puede destinársele, reuniendo un conjunto que simboliza 
los colores nacionales y el distintivo especial que le cabe á 
Valparaíso como primer puerto marítimo de la República. 

» Atendiendo á estas consideraciones, 3' tomando en cuenta 
las regias más precisas de la heráldica, el escudo que tengo 
el honor de someter á vuestra consideración, tendrá los colo- 
res nacionales, dividiéndolo por mitad horizontalmente. En 
el azul de su parte superior y en el centro, llevará una es- 
trella blanca de cinco ángulos, y en el centro de la parte lacre 
inferior se delineará un vapor. 

»E 1 escudo descansará sobro un ancla, la que irá coronada 
de una batería naval con su respectiva arboladura á velas 
desplegadas, y la inscripción en la parte inferior de sus uñas ; 
Municipalidad de Valparaíso . 

»La estrella y ancla llevarán color de plata y el vapor y 
corona naval color de oro, siguiendo las reglas de la heráldica. 

» Para usar el sello en blanco, tendrá las mismas propor- 
ciones 3^ distribución, con la diferencia de que la parte azul 
será representada con rayos horizontales y la parte lacre con 
ra3 T os verticales; la estrella y, ancla serán lisas, en blanco, re- 
presentando la plata, y el vapor y corona delineados con pun- « 
tos que representan el oro, conforme á las mismas reglas \\ 
heráldicas. ; 

»Debo prevenir á la Corporación, que la corona naval en j 
estos casos, y con arreglo á las reglas dé la heráldica, sólo S 
significa importancia marítima y no el signo á que vulgar- ¡ 
mente se atribuye. 

» Atendidas estas consideraciones, propongo á la Ilustre j 
Corporación el siguiente proyecto de acuerdo: ! 


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100 JUNTA' E. ADMINISTRATIVA 


| 


» Artículo L° Declárase escudo y sello de la Municipalidad 
de Valparaíso el que consta de los modelos acompañados y 
descripción que antecede, los que deberán quedar deposita- 
dos juntos con el presente proyecto de acuerdo, en el Archivo 
Municipal. 

» Art. 2.° Se autoriza al Intendente de la Provincia para 
que mande ejecutar el sello antedicho, de las dimensiones 
que estime convenientes, in virtiendo al efecto la suma que 
fuere necesaria, para su ejecución. — Valparaíso, i^gosto 30 
ele 1871. — F. Echaurren . » 

Gomo se habrá observado, la cuestión en los países repu- 
blicanos de igual origen al nuestro, no ha ofrecido en su so-. 
Ilición ni complicaciones, ni largos debates, ni menos perple- 
jidades en cuanto á las autoridades que debían resolverla 
con fuerza, por decirlo así, de ley obligatoria. 

La misma simplicidad de los atributos, pudo, sobre el par- 
ticular, decidir el punto' sin necesidad de recurrir á la subs- 
tanciación de otros trámites de un. orden superior. Esto acaba 
de ocurrir últimamente en la ciudad de La Plata, á propósito 
de la creación de su escudo de armas. 

De todos modos, la jurisprudencia vigente en otras partes 
queda de manifiesto, y si de su consulta no se desprende de- 
talle útil, se comprueba al menos la predilección con que se 
contempla en otras ciudades, cuanto dice relación con su an- 
tigüedad. 

La consagración del tiempo, así como las concesiones so- 
beranas, determinan el uso de los escudos en la administra- 
ción comunal europea. 

Probada la posesión inmemorial, aunque el emblema no se 
haya usado, ni en los sellos ni en los timbres de oficio, las 
comunas tienen derecho á la incisión ó á grabarlo, ostentán- 
dolo al frente de sus edificios, sin acudir en demanda de una 
áutórización previa y de un reconocimiento' expresamente 
promulgado. • • 

Á los cuerpos morales, las provincias, los departamentos ó 
municipios, no les es consentido emplear bajo ningún con- 
cepto, el escudo que pertenece originariamente á la. nación: 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD PE MONTEVIDEO *101 


. El doctor don Andrés Lamas adelanta esta verdad, de se- 
vera organización administrativa, afirmando « que á ninguna 
ciudad le es permitido considerar ni usar, como pe culi ármente í 
suyo, el escudo nacional». 

La consignación de esta circunstancia; cuya oportunidad 
en recordarla no escapará; de seguro, á V. E., hace acariciar 
la probabilidad de que alguna medida restrictiva será dic- 
tada en el sentido de prohibir el censurable abuso que se co- 
mete por la generalidad y aun por. funcionan os de jerarquía 
secundaria, al creerse con facultad para exornar la mani- 
festación de sus actos, ya privados ó públicos, con el escudo 
nacional. 

La falta ha tomado tales proporciones, que basta la -facha- 
da de ciertos establecimientos industriales se decoran ilegal- 
mente con las insignias nacionales. 

El derecho de Montevideo á usar las distinciones que por 
sus méritos y servicios se le otorgaron, es, sin duda, indispu- 
table. Las armas de una ciudad, como las de familia, no pue- ¡ 
den ser usurpadas con perjuicio de los derechos adquiridos. • 

Son hereditarias como el patrimonio mismo. Les pertene- j [ 
cen á los sucesores como legítima propiedad, • aunque sin j¡ 
constituir, en el mundo moderno, prerrogativas ó privilegio j| 
alguno. • ! 

Con sus signos y divisas, se recuerda, como se sabe, el orí- j 
gen de los pueblos, ó los antecedentes más prominentes de su 5 
evolución histórica. j 

Después de suprimidos estos distintivos por la gran revo- : 
Ilición francesa, fueron restablecidos, en cuanto se refiere á 
las circunscripciones territoriales y políticas, á principios de 
este siglo, para regir normalmente la usanza en todas las na- 
ciones civiles, cualquiera sea la forma orgánica de sus go- ¡ 
bienios. Las preeminencias que de su posesión se derivaban, 
limitadas al dominio propio, no causan cuestión en la actua- 
lidad. En nombre de la igualdad y de la justicia, las prima- 
cías inherentes al título nobiliario han sido relegadas en 
absoluto á soportarlas consecuencias de una. condenación 
inapelable. 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


102 


i 


Explicadas así las cosas, aunque con deficiencia notoria, la 
Corporación no tiene reparos que oponer á la composición 
del nuevo escudo proyectado para Montevideo. 

Comparte opiniones y vistas con los ilustrados señores de 
la Comisión, asintiendo de conformidad perfecta á las con- 
clusiones de su dictamen y á las demostraciones motivadas 
que en obsequio al pensamiento desarrolla en su tesis tan 
magistralmente el señor doctor Lamas» 

La publicación del opúsculo con inserción de todas las 
piezas relativas á este asunto, se reserva la Junta disponerla 
oportunamente. Al efecto, ruega á los Altos Poderes del Es- 
tado, en cuanto sea compatible con sus deliberaciones, la 
conservación inédita de tan importantísimo estudio, al me- 
nos, si fuera posible, en su parte capital y hasta el momento 
en que la obra esmeradamente ilustrada se dé á la prensa. 

Al terminar esta comunicación, Exento, señor, la Corpora- 
ción Municipal recoge con respetuosa gratitud de los labios 
del doctor don Andrés Lamas esta solemne y edificante de- 
claratoria: 

«Estos documentos y muchos otros, — algunos bien impor- 
tantes— -que he solicitado ó recibido de distinguidos compa- 
triotas, cuyos nombres se conservarán con ellos, ó que he obte- 
nido por compra, no los he adquirido para mí ó para los míos. 

« Salvados, coleccionados cronológicamente é ilustrados 
cuanto me ha sido ó me sea posible, irán á Montevideo des- 
pués de mis días, como así lo tengo dispuesto, acompañando 
al retrato del fundador de nuestra amada ciudad, para que 
colocados en un establecimiento público, puedan ser utiliza- 
dos por nuestros presentes ó futuros historiadores». 

Es el legado de un patricio que deposita en la hora pos- 
trera de su agitada existencia, en el regazo de la madre pa- 
tria, la ofrenda más reverente de su rico tesoro, cerrando su 
testamento de hombre público y de publicista, con una lamen- 
tación de filósofo ateniense, gráfica y elocuentemente sinte- 
tizada con esta sencilla oración: 

Trabajos que requieren una dedicación casi ab soluta , me 
alejan, bien á mi pesar, de la historia especial de mi país, á la 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 103 


que deseaba poder consagrar todo lo que me queda de esta vida } 
ya irrevocablemente concluida para su política interna . 

Saludo á T. E. con la deferente atención que siempre me 
he complacido en tributarle, 

José M, a Vilaza, 

Presidente, 

R. V, Benzano ) 

Secretario. 


Ministerio de Gobierno, 

Montevideo, Febrero S de 1888. 

Con mensaje, elévese á la consideración del H. Cuerpo Le- 
gislativo en el próximo período ordinario y hágase saber en 
respuesta á la Junta E. Administrativa. 

TAJES. 

Julio Herrera y Obes. 


Ministerio de Gobierno. 

Montevideo, Febrero 29 de 1S88,. 

He tenido el honor de recibir la nota de la Junta, fecha 30 
de Diciembre próximo pasado y adjunta á ella los estudios 
referentes al proyecto de dotar á la ciudad de Montevideo 
de un escudo de armas como legítimo blasón de sus gloriosos 
títulos. 

El Gobierno ha elevado esos notables documentos con 
Mensaje al H. Cuerpo Legislativo, aconsejando la adopción 
del emblema propuesto. 

Le es muy grato ahora felicitar á la Junta por iniciativa 
tan patriótica y hace extensivo su reconocimiento y sus feli- 
citaciones á todos los que han cooperado en ese trabajo, es- 
pecialmente al reputado historiador y publicista doctor don 


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104 JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


i Andrés Lamas, cuyo ilustrado consejo ha sabido utilizar la 
j Junta E. Administrativa. 

I Dios guarde á la Junta. 

i • Julio Herrera y O bes. 

A la Jimia Económico Administrativa de la Capital . 


Poder Ejecutivo. 

¡ 

' Montevideo* F<*brero 29 de 1888. 

H. Cámara de 'Representantes: 

j 

: El P. E. tiene el honor de someter á V. H. los estudios y 

proyectos adjuntos sobre un Escudo de Armas para la ciudad 
de Montevideo, llevados á cabo por la Junta E. Administra- 
\ tiva de la Capital, bajo la ilustrada asesoría del reputado 
¡ j historiador y publicista doctor don Andrés Lamas. 

| El P. E. hace suyos los juicios y las conclusiones vertidas 
en esos luminosos informes, y en atención á que el uso de 
tales escudos es corriente en casi todas las ciudades del con- í 
t inente Sudamericano por simbolizar el conjunto emblemá- 
tico. los recuerdos de una tradición gloriosa vinculada al pa- 
I sado de la grandiosa epopeya Sudamericana y al porvenir 
! venturoso de una nacionalidad creciente, y siendo la ciudad 
de Montevideo’ no menos acreedora por sus glorias y sacrifi- 
! cios legendarios á ostentar en un emblema semejante Jos 
atributos significativos de todos los esfuerzos y sacrificios 
con que lia concurrido tan virilmente á Ja creación y á la ¡ 
consolidación de la nacionalidad oriental, cumple al P. E. 
recomendar á V. II. la adopción del Escudo de Armas pro- i 
puesto, patriótica idea que honra á los que la iniciaron como 
á los que colaboraron en ella con recomendable ahinco. 

Dios guarde á Vuestra Honorabilidad. 

MÁXIMO TAJES. 

Julio Herrera y Obes. ¡; 

L^ rr — - — — ■ ■ — : i 


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EL ESCUDO DE A KM A S DE DA CIUDAD DE MONTEVIDEO 105 


Just* Económico Administrativa. 1 

Montevideo, Abril 7 de 1890. 

Exano . señor Ministro de Gobierno, don Juan A. Gapurro . j 

Pende de la consideración de la Honorable Camarade íte- 
¡ presentantes, desde principios déí ano 1888/ el notable estur 
i dio histórico que sobre los escudos de armas, de esta ciudad/ 
redactó á instancias de la Juntárel eminente hombre -des le- 
tras, doctor don Andrés Lamas. 

La Corporación lamenta sobre manera, la postergación á 
que ha sido condenado mi trabajo, cuyo mérito é interés pa- 
trio, está por encima de todo elogio. 

Las tareas legislativas, en los dos períodos últimos han 
sido proficuas en resultados; cuestiones de la mayor trascen- 
dencia para los intereses generales han absorbido constante- 
mente la atención y el tiempo de los miembros de ese alto 
Cuerpo. 

Pero si bien, las necesidades del progreso y el desenvolvi- 
miento de la riqueza pública deben merecer una dedicación 
especial, como lá ejercida por la Honorable Asamblea Gene- 
ral, durante esta 'Legislatura, los asuntos que atañen á la 
historia patria, como el referente al Escudo de Armas de la 
ciudad de Montevideo, reclaman á su vez pr el ación en el des- 
pacho, desde que el organismo nacional, en sus múltiples ex- 
pansiones no se ntitre exclusivamente á expensas délos frutos 
materiales. 

El influjo de las acciones morales, la vida del espíritu, es 
tan necesaria para fortalecer el ánimo de los pueblos y ro- 
bustecer la conciencia de sus destinos, como la savia misma 
que vigoriza sus elementos constituyentes. ■ 

En ese concepto, estima la Junta tanto de oportunidad 
como de conveniencia pública, exhibir á los ojos de la comu- 
nidad el brillo de nuestras glorias, el heroísmo y los sacrifi- 
cios de nuestros antepasados. 

Las páginas escritas por el doctor don Andrés Lamas con 


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106 JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


sano patriotismo y con la erudición de sus relevantes talen- 
tos, enseñarán á las generaciones venideras, cómo el senti- 
miento de la patria sabe anteponerse, en los trances de prueba, 
á todo género de consideraciones personales. 

El Poder Ejecutivo por su parte, correspondió con entu- 
siasmo á las espectativas de la Junta; recomendó en térmi- 
nos plausibles el pensamiento á que respondía el estudio his- 
tórico del doctor Lamas, dirigiendo el mensaje de orden á la 
Honorable Asamblea Gienerah 

En el archivo de la Corporación se registra asimismo una 
nota del Ministerio de Gobierno, suscrita por el magistrado 
que hoy rige los destinos de la nación, concebida en la forma 
siguiente: (Se suprime en razón de registrarse más arriba). 

En presencia de estos antecedentes y haciendo mérito de 
las circunstancias, á virtud de las cuales la Junta ha creído 
de su deber insistir por la pronta expedición del asunto, tengo 
el honor de representar ante Y. E. la legitimidad de los mo- 
tivos que la impulsan á demandar la sanción de la ley que, 
consagrando solemnemente el Escudo de Armas de la Ciudad, 
permita al mismo tiempo reunir en una obra especial la do- 
cumentación producida para ilustrar el significado de su 
composición; los atributos, timbres de honor y las distincio- 
nes á que se hizo acreedora por sus servicios, la población 
i de Montevideo. 

Sírvase Y. E. secundar la acción de la Junta sobre el par- 
ticular, prestándole una vez más el concurso de su autoridad 
y de su prestigio, en el interés de que el Honorable Cuerpo 
Legislativo tenga á bien preocuparse, cuanto antes, de la 
solución que se reclama de sus luces y de su soberana vo- 
luntad. 

Me es siempre grato ofrecer á Y. E. el testimonio de mi 
! más atenta consideración. 

I Rosendo Otero, 

j presidente. 

R. V. Benzano } 

Secretario General. 


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Eli ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 107 


Junta Económico Administrativa. 

Montevideo, Octnbre 24 de 1893. 

Exorno * señor Ministro de la República Oriental del Uruguay 

en la Argentina , doctor don Ernesto Frías. 

La Corporación Municipal que actualmente presido tiene 
noticia de que en breve se rematará en esa, el archivo histó- 
rico que perteneció al doctor don Andrés Lamas. 

Este distinguido ciudadano por decreto del Superior Go- 
bienio, de 11 de Julio de 1847, fue comisionado para escri- 
bir y publicar la Historia General de la República, mandán- 
dose que el Archivo Nacional y todos los Jefes de Oficinas 
le facilitaran los documentos, noticias é informes que recla- 
mase con ese motivo* 

La publicación de la obra, debía ser costeada por el Te- 
soro Nacional conservando la propiedad el autor. — Si Y* E. 
deseara consultar el texto íntegro de la disposición, ella se * 
encuentra en la Colección de Leyes de Car avia, tomo i, pá- 
gina 301. 

Ahora bien, sin pretender hacer valer esa circunstancia, el 
doctor don Andrés Lamas hizo presente á esta Junta que 
tanto los documentos que había adquirido por donación de 
compatriotas como por compra, relacionados con la historia 
de la ciudad de Montevideo, serían entregados por haberío 
así dispuesto, al fin de sus días, á la Coi’poración. 

La declaración se halla inserta en la nota original que 
posee la Junta en su archivo, y de la cual se agrega una 
copia autorizada. 

Si V. E. se dignara ejercitar sus buenos oficios en el sen- 
tido de obtener el cumplimiento de esa voluntad, expresada 
en una forma tan patriótica como elocuente, en la comuni- 
cación que se adjunta, haría Y. E. un servicio valioso al 
Municipio de este Departamento. 

Al efecto, V. E. podría apersonarse al señor don PedroS. 
Lamas, como representante de la sucesión, en la seguridad de 


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108 


JUNTA K. ADMINISTRATIVA 


que las gestiones que inicie Y. E. en ese sentido, serán atendidas 
como impulsadas por un móvil de honestísimo interés patrio. 

Libro por consiguiente á sus buenos propósitos, el éxito de 
esta misión, grata por más de un concepto á todos los que 
guardan • amor' por las cosas del pasado, • 

Con an ti cip ación f ormul o mis agr a d e cimientos, sin : p er jui- 
cio de trasmitirle, en oportunidad, los votos de los demás 
miembros de. esta Junta. 

; ' Salud o á Y. E . con la expresi ón de mi más d is tinguid o 
aprecio y consideración. ' 

: . José M. a Vilaza, 

^ r . .. . ; ; R. V. B enzano, 

... i Secretario General. 


¡ 'Legación de la República Orirntae del Uruguay. ; 

j * Buenos Aires. Noviembre 20 de 1893. 

I 'Señor Presidente de la Junta Económico Administrativa. 

i ■ 

i Señor Presidente: 

j He tenido el honor de recibir la nota de usted confinen- 
1 dome el honroso cometido de solicitar de los deudos del doc- 
j tor Lamas* para el Municipio de Montevideo, los documen- 
]¡ tos ofrecidos por él en la nota pasada á esa Corporación, con 
j fecha 20 de Noviembre de 1885, cuya copia.se adjunta. 

Bando cumplimiento á ese encargo, he conferenciado con 
el señor Pedro Lamas y dado copia de esos documentos, ma- 
nifestándome ■ que se presentará al señor juez que coiio ce de 
\ la testamentaría, acompañándolos y que una vez obtenida la 
autorización y la conformidad de los herederos, empezará á 
dar cumplimiento á la voluntad del doctor Lamas, haciendo 
entrega del retrato del ilustre fundador de Montevideo, don 
•Bruno Mauricio de Zabala, y después, de los documentos á 
:¡ qtie la nota -del doctor Lamas hace referencia. 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 109 


Junta Económico Administrativa. 


Acósese recibo. 


Montevideo, Noviembre 22 de 1893. 


José M. a Vilaza, 

Presidente. 

R. V. B emano , 

Secretario .General. 


Junta Económico Administrativa. 


Montevideo, Noviembre 2*2 de 1893. 


Excmo. señor Ministro Oriental en la República Argentina , 
doctor don Ernesto Frías. ' 

He tenido el honor de recibir la atenta nota de Y. E. del 
•20 del actual, por la que se hace saber á esta Corporación 
que satisfaciendo los deseos de la misma, ha conferenciado 
con don Pedro Lamas a propósito de la entrega de los docu- 
mentos históricos ofrecidos por su causante, el doctor don 
Andrés Lamas al Municipio de Montevideo, así como el. re- 
trato de su ilustre fundador,- el mariscal don Bruno Mauricio 
de Z abala. 

Sumamente agradecido á la deferente acogida que Y. E. se 
sirvió prestar á la requisición de esta Junta, confío en la 
seguridad ele que las gestiones judiciales que se propone 
ejercitar den Pedro Lamas, con los recaudos justificativos 


Al agradecer al señor Presidente la honrosa y. patriótica 
misión que esa Junta ha tenido á bien conferirme, pido á 
usted quiera hacer presente que corresponderé á ella, pres- 
tándole toda la dedicación y celo que su importancia requiere. 

Reciba la expresión de mi mayor aprecio. 

Ernesto Frías. 


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110 JUNTA K, ADMINISTRATIVA 


del caso, lia de dar por resultado la revalidación en forma, 

! I de la donación hecha á favor de esta ciudad, sobre todo si se 
\ í tiene en cuenta el valiosísimo concurso con que V. E. se dis- 
1 1 pone á prestigiar la acción. 

I Desearía asimismo que V. E. se sirviera agradecer al señor 
| don Pedro Lamas la buena voluntad que manifiesta, en el sen- 
¡ tido de que el reclamo formulado tenga el mejor éxito posible, 
i Saludo á V. E. retribuyéndole la expresión de mi mayor 
: aprecio y consideración. 

| José M. a Vilaza, 

1 R . V . B emano, 

Secretario General. 


Montevideo, Enero 11 de 1895. 

Señor doctor don José María Vilaza . Presidente de la Junta 

Económico Administrativa . | 

Particular. 

Señor doctor: j 

Está por resolverse en el Cuerpo Legislativo la cuestión 
del Escudo de la ciudad de Montevideo, y no existe en el 
expediente, que se encuentra á estudio de la Comisión de 
Legislación, ningún dibujo del proyecto definitivo de ese 
escudo. Me he propuesto llenar ese vacío. En el año 1891, 
cuando la Honorable Junta me encargó el diseño de la me- 
dalla que debía servir de distintivo á sus miembros, estudié 
detenidamente los antecedentes sobre el Escudo de Montevi- 
deo, con el objeto de hacerlo figurar en el proyecto que for- 
mulara. Mi proyecto fué aceptado por la Honorable Junta, 
y en el dibujo que acompaño se reproduce el escudo que j 
orna una de las caras de la medalla que se acuñó en 1891. : 

La distribución del escudo es más armónica y se ciñe me- j 
jor á las reglas heráldicas que la de los proyectos que existen i 
en el expediente, frutos de la primera impulsión. 

El escudo de la real cédula y el proyectado sobre aquél 


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EL ESCULO LE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 111 ¡ 

: I 

por don Andrés Lamas, no corresponden, á mi juicio, á la 
época actual, ni á una ciudad pacífica y republicana. | 

Las banderas- inglesas abatidas son trofeos de guerra que j 
el rey de España pudo hacer figurar en uno de sus escudos ¡ 
coloniales, pero que, si bien fueron conquistados por habí- | 
tan tes de Montevideo, también es cierto que lo fueron á la 
sombra de la madre patria y con su apoyo; esas banderas j 
son insignias de una nación amiga, que no pueden figurar j 
rendidas en el escudo de una ciudad americana. : 

El significado del escudo tal como lo proyecto, es bastante \ 
claro, es altivo y no deja de ser noble. 

La espada recuerda las luchas que Montevideo, tanto en 
la época colonial, como en la de la independencia y en la 
nacional, ha tenido que sostener contra enemigos que, como 
orientales, debemos olvidar; la palma indica que no fue ella j 
la vencida, y la corona de laurel , que alcanzó el premio de la 
Gloria. El Cerro y su fortaleza i simbolizan la ciudad de Mon- 1 
te video y el lema de Artigas caracteriza á sus habitantes. 

Creo y fundo mi creencia en el estudio que he hecho de 
numerosos escudos, que no caben las banderas nacionales en 
un escudo de ciudad, aun mismo que se trate de una capital. 

La corona mural es la característica de toda ciudad, y no 
un atributo antirepublicano, como erróneamente lo han po- 
dido creer algunas personas, poco versadas en esta cuestión. 

El escudo puede describirse del modo siguiente: ; 

El Cerro y su fortaleza sobre campo de plata ; bordara de \ 
¡ azur con el lema de oro : « con libertad ni temo ni ofendo »; al ; 
¡ frente , corona mural / en aspa y sobresaliendo de cada ángulo , una 
| espada y una palma; el todo encerrado en una corona de laurel . 

\ Con la esperanza de ver coronados los esfuerzos que con 

! el señor secretario de la Honorable Junta don Ramón Y. 

j Benz ano hemos hecho, de mucho tiempo atrás, para obtener 

la sanción del Escudo de Montevideo, esfuerzos a Iosl. que 
j usted siempre prestó el más decidido apoyo, me es grato 
reiterarle la seguridad de mi mayor consideración. 

José M ’ Montero y Paullier . 


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112 JUNTA E. ADMINISTRATIVA . 

I 

. ■ ¡ 

i 

Comisión’ de Legís ilación. • 

1 s 

Honorable Cámara de Representantes: | 

Los estudios y proyectos sometidos por la Junta Econó- 
mico Administrativa de la Capital al Poder Ejecutivo de la 
República, sobre un escudo de armas para la ciudad de M 011 - j 

te video, y remitido á V. H. con mensaje de 29 de Febrero ¡ 

de 1888, han merecido de aquel alto Poder una adhesión in- ¡ 

j condicional y entusiasta, partiendo ele la base «de que el uso ? 

j de tales escudos es corriente en casi todas las ciudades del | 

continente americano, por simbolizar el conjunto emblema- 
j tico, los recuerdos de una tradición. gloriosa: vinculada al pa- ¡ 
sado de la grandiosa epopeya sudamericana y al porvenir j 
venturoso de una nacionalidad creciente». ■ j 

La Comisión participa en parte de las ideas del Poder Ad- 
ministrador, sin creer sin embargo, que sea político ni dis- 
: croto aceptar esos simbolismos, cuando recordando épocas de j 
: luchas y de intransigencia, en orden á ciertas ideas, pueden 
despertar susceptibilidades ó recordar sucesos dolorosos que • 
es patriótico olvidar. 

Los trabajos que ha acometido nuestra Junta sobre ese 
.particular, tuvieron comienzo en la nota que dirigió al sen oí- 
do ctor Lamas en 24 de Enero de 1886, á consecuencia de la 
' cual sometió aquel ilustrado ciudadano á la misma Corpora- 
1 ción su concienzudo y bien acabado «Estudio sobre los escu- 
dos, de armas de la ciudad de Montevideo », en los que revela 
la preparación espe malísima en heráldica y singularmente en 
historia, que eran quizás los caracteres más salientes de sus | 
aptitudes envidiables. ¡ 

; Da comienzo esa importantísima monografía por el estu- 
dio del primer escudo de armas de la ciudad, detallando sus 
formas, sus cuarteles, sus simbolismos, sus leyendas y hasta 
la materia de que se componían, según las personas, digni- 
j dades ó corporaciones á que se las destinaba, Y después de 
M una exégesis tan curiosa como erudita sobre la real cédula 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 113 


de 24 de Abril de 1807. que innovando el escudo primitivo 
para perpetuar la gloria de la iniciativa y esfuerzos de Mon- 
tevideo por la reconquista de Buenos Aires, le permitió 
nombrarse «muy fiel y reeonquistadora» en todas las cartas, 
provisiones, privilegios, etc., y de dejar sentado que las con- 
cesiones de banderas y trofeos militares son rarísimas tratan - 
dose de ciudades , afirma que ese escudo innovado por la real 
cédula de 1807, fue sustituido por el de la Provincia Oriental, 
que, aunque sin antecedente alguno legal, conocido por el 
señor Lamas, era, sin embargo usado por el Cabildo de Mon- 
tevideo según se comprueba por varios informes de la época. 
Considera el señor Lamas que, á pesar clel vacío sobre una 
disposición legal expresa, debemos una mención de gratitud 
á ese blasón, porque él representa la autonomía de la Pro- 
vincia Oriental y están vinculados á él los recuerdos de la 
resistencia armada á la conquista portuguesa y la epopeya 
grandiosa de nuestros esfuerzos por la Independencia de la 
República, que tuvo su consagración pública y solemne en j 
la ley de 2o de Agosto de 1825. 

Aunque sin datos de hecho, conjeturalmente, supone el 
señor doctor Lamas, que la sustitución de este escudo, al de 
la real cédula de 1807, debe tener su explicación en el cam- 
bio político operado al reasumir la colonia la personalidad 
de nación independiente y soberana. Fue así también que al 
constituirse definitivamente nuestra República, de simple j 
provincia que era, sustituyó aquel escudo por el de armas y ¡ 
por el pabellón actual. ' 

Tal es á grandes rasgos la razón de la evolución de ese ¡ 
simbolismo. i 

Condensando ó sintetizando su opinión, el doctor Lamas, 
después de sus disquisiciones sobre heráldica y de su excur- 
sión histórica en los capítulos vm á x que son notables por 
el estilo, por la precisión y por la síntesis, significa su opi- 
nión sobre la composición del escudo en la página 67 de su 
interesantísimo estudio. 

La Comisión no tendría inconveniente alguno en aceptarlo 
tal cual; pero las razones y fundamentos expresados en la 


E8C. ÜB AUMA9. 


8 . 


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114 


•TUNTA E. ADMINISTRATIVA 


¡ nota del Ingeniero municipal señor Montero Paullier, fecha 
11 de Enero, inclinó su ánimo en el sentido de su preferencia 
por dos razones capitales: la primera ? porque no implica una 
alteración substancial, siendo apenas un trabajo de coordi- 
nación de sus atributos; y la segunda, porque es de mejor 
efecto estético y menos complicado. 

Por esas consideraciones y porque en esa forma se cónsul- 
j tan mejor y más completamente las ideas que manifiesta 
! Vuestra Comisión al principio de este informe, es de opinión 
: que sancionéis el siguiente 

PROYECTO DE LEY 

Artículo l.° El Escudo de armas de la ciudad de Montevi- 
S deo se compondrá de un cuadrilongo de forma redonda en su 
extremo inferior terminando en punta; teniendo por símbo- 
los : en su parte interna, en campo de plata el Cerro y su 
I fortaleza, teniendo por base el mar ; será atravesado de abajo 
arriba por una espada y una palma cuyos extremos flanquea- 
i rán la corona mural que ocupará el extremo superior del cua- 
drilongo : encerrándose el referido cuadrilongo en una corona 
de laurel. Dentro de la bordara del expresado cuadrilongo, 

: se leerá el lema: Con libertad ni ofendo ni temo ; todo de 
I acuerdo con el modelo arreglado por el señor Ingeniero Mu- 
! nicipal, que forma parte de este repartido. 

Art. 2.° Comuniqúese, etc. 

| Sala de sesiones de la Comisión, en Montevideo, A 6 de Marzo de 1895. 

: Antonio E . Vigil.— Julio Sierra — 

Alfredo Costa Gutiérrez . — Teó- 
filo Díaz.— Carlos E . Barros . — 
Alberto Palomeque (discorde). | 


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Escudo definitivo para la Ciudad de 
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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 115 


Honor ají us Cámara uts Representantes. 

Montevideo, Abril 25 de 1896 

Tengo el honor de remitir con sus antecedentes á la Ho- 
norable Cámara de Senadores, el Proyecto de Ley sancio- 
nado por la de Representantes en sesión de hoy, referente al 
Escudo de armas para la ciudad de Montevideo. 

Reitero á V. H. las seguridades de mi distinguida conside- 
ración. 


Düncan Stewart, 

Pi*esidente. 

Manuel García y Santos, 

Secretario redactor. 


La Honorable Cámara de Representantes en sesión de hoy, 
ha sancionado el siguiente 

PROYECTO DE LEY 

Artículo L° Declárase Escudo de Armas para la ciudad de 
Montevideo el proyectado por la Honorable Junta Econó- 
mico Administrativa de la Capital, á la que le corresponderá 
su uso. 

Art. 2.° El referido escudo llevará en su centro el Cerro, 
en la cima de éste la fortaleza, y á su pie el mar, como sím- 
bolo de la ciudad de Montevideo, todo sobre campo de plata; 
bordura de azur con el lema de Artigasen letras de oro: Con 
libertad ni temo ni ofendo / en la parte superior corona mural, 
atributo característico de tocio escudo de ciudad; en aspa y 
sobresaliendo de cada ángulo una espada y una palma, la 
primera como recuerdo de las luchas titánicas que ha soste- 
nido Montevideo tanto en la época colonial, como en la de la 
Independencia y la segunda como expresión de sus homéri- 



j 


i 


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116 


JUNTA 15. ADMINISTRATIVA 


cas victorias; todo encerrado en una corona de laurel como 
tradición de su gloria legendaria. 

Art. 8,° En el Archivo del Honorable Cuerpo Legislativo 
se conservará el modelo original de este Escudo, formulado 
por la Junta Económico Administrativa de Montevideo y del 
que se le expedirá copia certificada. 

Art. 4.° Comuniquese ; etc. 

Sala de sesiones de la Honorable C Amara de He presentantes, en Montevideo, á 
25 de Aljril de 1896. 

Duncan Stewart, 

Presidente . 

Manuel García y Santos , 

Secretario redactor . 


Junta Económico Administrativa.' 


Montevideo, Mayo 16 de 1902. 


Exento, señor Ministro de Gobierno , don Eduardo Mac-Eaehen. 

La actual Corporación Municipal, cuya presidencia ejerzo, 
tiene interés en conocer el texto original del notable estudio 
histórico que redactó el eminente estadista doctor don An- 
drés Lamas, á propósito del escudo de armas de esta ciudad 
que la corte de España en la época de su dominación, decretó 
á favor de Montevideo, en atención á los méritos relevantes 
prestados por su población á la reconquista de los pueblos 
del Plata, del poder de la Gran Bretaña. 

Ese trabajo que, cuando fue elevado al Superior Gobierno 
mereció del mismo la más calurosa felicitación para la Junta, 
según nota de ese Ministerio del 29 de Febrero de 1888, se 
encuentra al presente á deliberación del Honorable Senado, 
después de haber sido sancionada la creación del Escudo mu- 
nicipal por la Honorable Cámara de Representantes. 

La Corporación, como queda insinuado, desearía apreciar 
la exposición que con tal motivo redactó el doctor Lamas, 
así como el luminoso y bien meditado informe que produjo 


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EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 117 


la Comisión Especial encargada de abrir dictamen sobre el 
asunto. 

Sírvase Y. E. en tal virtud recabar del Honorable Senado 
la devolución del expedientillo, el cual probablemente se en- 
cuentra entre los paralizados de su Comisión de Legislación. 

Llenado que sea el objeto que determina esta solicitud, se- 
rán devueltos los antecedentes para que por conducto de 
V, E. se remitan nuevamente á consideración del Honorable 
Senado. 

Me es siempre grato saludar á V. E. con la expresión de 
mi más distinguido aprecio. 

Juan L. Hégijy. 

R. V . B emano , 

Secretario general. 


Ministerio de Gobierno. 

Montevideo, Mayo 21 de 1902. 

Con nota, solicítese del Honorable Senado. 

CUESTAS. 

Eduardo Mac-Eachen. 

* 

Pooicu Ejecutivo. 

Montevideo, Mayo 28 de 1902. 

j A la Honorable, Cámara de Senadores, 

i 

La Junta Económico Administrativa de Montevideo, se j 
lia dirigido, al Poder Ejecutivo solicitando recabe de Y. H. \ 
los antecedentes relacionados con el Escudo de Armas de 
- esta ciudad, con el objeto de informarse de un notable tra- 
bajo del doctor don Andrés Lamas que figura en dichos an- 
tecedentes. | 

Según la Junta, el expediente se encuentra paralizado en la 


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JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


118 


Comisión de Legislación del Honorable Senado y sólo lo ne- 
cesita para la información referida, devolviéndolo en seguida 
de llenado ese objeto. 

Accediendo á lo solicitado por la Junta, el Poder Ejecu- 
tivo tiene el honor de dirigirse á Y. H. rogándole que si en 
ello no hubiere inconveniente se sirva remitirle el expediente 
de la referencia. 

Dios guarde á Y. H. muchos años. 


CUESTAS. 

Eduardo Mac-Eachen. 


Junta. Económico Administrativa» 

Montevideo. Octubre 14 de 1902. 

Excmo. señor Ministro de Gobierno . 

Con fecha 16 de Mayo próximo pasado tuve el honor de 
dirigirme á V. E. requiriendo se solicitase del Honorable Se- 
nado y con calidad de devolución el estudio histórico que el 
doctor don Andrés Lamas redactó por encargo especial de la 
Corporación Municipal, sobre el Escudo de Armas de la ciu- 
dad de Montevideo. 

Y. E. defirió de plano al pedido, dando traslado al Hono- 
rable Senado de los deseos de la Junta, contraídos en aquel 
entonces á conocer el texto original del trabajo del doctor 
Lamas, cuyo mérito como exposición histórica es por más de 
un concepto verdaderamente notable. 

El Honorable Sonado pasó á su Comisión de Legislación 
la solicitud, la que según referencias se dispone á dar término 
definitivo al asunto expidiéndose sobre el fondo con el fin de 
que se convirtiera en ley el proyecto relativo á la adopción 
del Escudo Municipal de esta ciudad. 

Atento esta circunstancia, la Junta cree de su deber no 
insistir sobre su petición anterior, recabando en cambio por 


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Eli ESCUDO PE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTEVIDEO 119 


conducto de Y. E. el beneplácito del Superior Gobierno en 
j el sentido de que entre los asuntos que han motivado la con- 
vocatoria extraordinaria de las Honorables Cámaras Legislati- 
¡ vas se incluya el referente al escudo de Montevideo. 

I Bicho proyecto ya mereció la aprobación de la Honorable 
Cámara de Representantes y pende como se ha dicho de la 
¡ decisión ultima del Honorable Senado. 

! Dígnese V. E, por lo tanto asentir al propósito que im- 
I pulsa á esta Junta al tener el .honor de dirigirse á V. E., el 
; cual se concreta, en resumen, al justo anhelo de que se con- 
sagre en forma legal y auténtica el emblema de la Corpora- 
ción Municipal á emplearse como distintivo y atributo pro- 
pio de todos sus actos de carácter oficial. 

Saludo á V. E, expresándole una vez más el testimonio de 
mi distinguida consideración. 

Juan L. Héguy, 

Presidente. 

! R . V. Benzano , 

Secretario general. 


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APÉNDICE 


121 


APÉNDICE 


REAL CÉDULA DE 24 DE ABRIL DE 1807 ¡I 

i ; 

|; 

Don Carlos, por la Gracia de Dios, Rey de Castilla, de |i 
León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalem, de Na- j 
varra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de ¡i 
Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córcega, de (‘ 
Murcia, de Jaén, de los Aljaibes, de Algeciras, de Gibraltar, 
de las Islas de Canarias, de las Indias Orientales y Occiden- 
tales, Islas y Tierra Firme del Mar Océano : archiduque de 
Austria, duque de Borgoña, de Brabante y de Milán; conde ¡ 
de Apsburg, de FLandes, Tyrol y Barcelona y Señor de Viz- ! 
caya y de Molina, etc. ¡ 

Por quanto : atendiendo á las circunstancias que concurren 
en el Cavildo y Ayuntamiento de la Ciudad de San Felipe y 
Santiago de Montevideo, y á la constancia y amor que ha 
acreditado á mi Real Servicio en la reconquista de Buenos 
Aires, he venido por mi Real decreto de doce del presente 
mes de Abril en concederle título de muy Fiel y Reconquis- 
| tadora: Facultad para que use de la distinción de maceros: y 
I que al Escudo de sus armas pueda añadir las banderas Ingle- 
I sas abatidas que apresó en dicha reconquista con una corona 
; de olivo sobre el cerro, atrabesada con otra de mis Reales 
Armas, Palma y Espada. 

í Por tanto: mando que de aquí en adelante la referida Ciu- 
dad de Montevideo pueda llamarse y nombrarse y se intitule 
y nombre, muy Fiel y Reconquistadora, poniéndose así en 


KSU. OK Alai AS. 


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122 


JUNTA E. ADMINISTRATIVA 


todas las cartas, Provisiones, privilegios que se le expidiesen, 
y concediesen por mí, y por los Reyes mis subce sores, y en • 

todas las Escrituras, y Instrumentos que pasaren ante los 
Escribanos Públicos de la misma ciudad y su distrito, y le 
¡ concedo la facultad de que use de la distinción de Maceros, j I 

y que al Escudo de sus Armas pueda añadir las Banderas j 

| Inglesas abatidas con todo lo demás que vá expresado en el ¡ 

referido mi Real Decreto. 

Y por esta mi carta ó su traslado signado de Escribano j 

¡ Público, ruego y encargo al Serenísimo Príncipe de Asturias 

| Don Fernando, mi muy caro y amado hijo, y mando á los 

¿i Infantes, Prelados, Duques, Marqueses, Condes, Ricos Hom- 

bres, Priores de las Ordenes, Comendadores y Subcomenda- 
¡ ¡ dores, á mis consejos, Presidentes y Oy clores de mis Reales 
!: Audiencias así de estos Reynos como de los de Indias, á los 
! i Gobernadores, Corregidores, Contadores mayores de cuentas, 
í aotros qualesquier Juezes de mi casa y corte y chancille rías, 

| á los Alcaydes de los castillos, casas fuertes y llanas, á todos 
los consejos, alcaldes, alguasiles, merinos, caballeros, escude- 
ros, oficiales y hombres buenos de las ciudades, villas y luga- 
res de todos mis Reynos y Señoríos, y á los demás de mis 
vasallos, de cualquiera estado, condición, preeminencias ó 
dignidad que ahora son. ó fueren de aquí en adelante, guar- 
den y hagan guardar las expresadas mercedes á la referida 
ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo, sin contra- 
¡ venir, ni permitirse contravenga á ellas en cosa alguna. Y de ] . 

i este Despacho se tomará razón en las contadurías generales ¡ 

I de valores y distribución de mi Real Hacienda y de mi con- j 

í sejo de las Indias, dentro de dos meses de su Data expresan* j ! 

dose por la primera quedar satisfecho ó asegurado lo corres- j 

pondiente al derecho de la Media Annata por estas gracias^ 
lo que no efectuándose así quedarán nulas, de ningún valor !? 
ni efecto. 

Dado en Aran juez á veinte y quatro de Abril de mil ocho- ■ ' 
cientos y siete. -— Yo El Rey , — Yo D , Vicente Collar , etc. 


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APÉNDICE 


123 


¡ 

! DESCRIPCIÓN DE LAS BANDERAS QUE CONSTITUYEN LOS TROFEOS 
DE LA RECONQUISTA DE 1806 

Regimiento de Highlanders > mhn. 7 1 

Un guión en la Catedral Metropolitana (sacristía de los 
canónigos ). 

Dos banderas en las ochavas del crucero de Santo Do- 
; mingo de esta capital. 

Batallón de la Marina Real (Marines ) 

Una bandera en el mismo templo y lugar. 

Parque de la Plaza de Toros ó Retiro 
Una bandera de mar en el propio templo y lugar. 

Regimiento de. Pauta Elena 

Una bandera en el templo de Santo Domingo de Córdoba. 

; Real Fortaleza 

í Una bandera de mar en el templo y ciudad nombrados. 

Total. — Un guión y seis banderas inglesas, cautivadas en 
la Reconquista. 

| Su descripción 

i 

| Número 1. — Semejante á lina cometa ó rabo de gallo (cock 
tail), de jefe naval, pues remata en ángulo entrante. 

] Dimensiones: largo, 67 centímetros; ídem en el centro, 
hasta el vértice del ángulo. 48; ancho, 42; ídem del fleco, 

| B centímetros. En el de la driza, adviértese el Union- jack 
I ó dado tradicional, bifurcado por los colores ingleses. El 


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124 


JUNTA. E. ADMINISTRATIVA 


fondo de la tela, que es una especie de gró ó tisú de seda ¡ : 
color ante (hnff), luce corona bordada de realce, dominando 
el número 71, que entre dos gajos de cardo florecido (en so- j 
fuer ) se destaca en notables guarismos de plata sobredorada, ¡ 
i llevando fleco de lo propio en la circunferencia ( l \ i 

En uno de los libros de actas del extinguido Cabildo, se 
registra el acuerdo correspondiente al veinte y tres de Agosto 
; de mil ochocientos seis, que en lo pertinente dice: 

« En este estado, pidió permiso para entrar don Juan Mar- 
tín de Pueyrredón, y habiéndosele concedido expuso: Que j; 
el dia de la Reconquista, tuvo la suerte de quitar á un oficial 
ingles, una guía ó estandarte del Regimiento prisionero núme- 
ro 71, á tiempo que trataba de ocultarlo, y que ahora tenía ¡ 
I el honor de presentarlo como buen patriota á este ilustre 
Cabildo, para que se conservase en su archivo, por monu- 
mento eterno de las glorias que adquirió la Patria en la famosa \’ 
!: acción del dia doce de Agosto ; y habiéndole puesto en manos : 

del señor Alcalde primer voto, se le dieron las gracias entér- 
¡ minos los más' expresivos por tan importante y distinguido 
i servicio . . . (2) 

I Números 2 y 3 —Dimensiones de la del primer batallón, 
largo, 1 metro 72 centímetros — ancho, 1 metro 65 centíme- 
tros. Su estambre es también de gró ó tisú de seda y cubierto i 
| por el Unión jack. En el centro un escudo raso, encarnado, ! 
con fiambria recamada y sobre el cual se distingue el ordinal 
del cuerpo, lxxj Regimiento entre dos gajos del símbolo esco- 
¡ sés —sur montad o por corona, y las iniciales bordadas en oro: 

(t R ( (reorgius Rex ). Esa autorización para ostentar la cifra 
’ del soberano que la fundó, prueba la especial prerrogativa á 
que se había hecho acreedor este Regimiento aguerrido en 
! ambos mundos. 

La bandera del segundo batallón 1 metro 01 centímetros 

i ; 

¡ (1) El cardo ( Ihistle ) es el emblema de la agreste y poética Ualedonia; el trébol j : 

( sííamuook ) de Irlanda , la ohern Ektít de sus bardos, y la rosa (ítosrc) es alegó- 
; rica á la o kg ir llosa Aliuóx. 

{2) En la car y a que llevó con los Húsares por la calle de la Catedral Es indu- 
dable que el historiador Domínguez no conoció este documento , al sostener más de 
«Mr vez, que el citado guión fui el cxieo tkofko de JS07. , 

j i j 


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i | APÉNDICE 125 j 

de largo, por 1 metro 70 centímetros de ancho. Es de rica 
! seda ante ( que es el color de las vueltas y cabos del uni- 
forme de este cuerpo), como el guión número l w ° — enseñando 
¡ en el ángulo de la driza el Unión jach (de 22 centesimos por 

I 25 de ancho), y en el centro, los atributos entre guirnalda^ 

descritos en la precedente, pero con la inscripción bordada 
j de negro y sin la cifra real. Se halla bastante destruida á ! 
j pesar de haber sido restaurada en 1847 por la señora Agus- 
tina Garrigós. Es menos larga y más ancha que su gemela de ¡ . 
cuerpo. . 

Números 4 y o — De lanilla burda. Una de 1 metro 64 cen- | 

tímetros, por 1 metro 7 centímetros de ancho; muestra en su j 

centro tres grandes letras en tela clara: R. M. B. (Roy al \ 

Marines Battálión) } pero le falta el globo con la leyenda de [ 
ordenanza: Ubique per mare } per terram. Es la que trajo la 
guarnición de infantería de mar (Royal blues) } desembar- i 
cada de la escuadra én la playa de los Quilines para engrosar ; ] 
las fuerzas invasoras, y cuyo mando sedió al capitán Wittiam I 
Kiny } del navio comodoro Dieclem. Es toda roja, porque á esa j 
división de la Plata pertenecían los buques expedicionarios, j 
la cual de siglo atrás y para facilitar el servicio, se divide en 
tres grandes secciones, con arreglo al tricolor británico ; azul 
; | (bine), rojo (red) y blanco ó lohite , que es la insignia del más i 

| alto rango. Sir Home Riggs Popham izaba entonces la del : i 

medio. i > 

j La bandera restante, ahorquillada en toda su extensión con j . 
los colores nacionales ingleses (como el U-nión-jack), tiene 4 !; 

metros, por 1 y 45 centímetros de ancho. Ondeó en el asta j i 

del Retiro, convertido en depósito de pertrechos para estar j : 

bajo los fuegos de las naves. Se notan en ella varios re- [ 

miendos. j ■ 

Estas cuatro banderas, fueron obladas con gran pompa el ] 
domingo veinticuatro de Agosto de mil ochocientos seis, bajo | 
recibo otorgado al general Linievs por el Prior de Santo ! 
Domingo fray Gregorio Torres, según consta á fojas ciento ; 
ocho del Libro de Actas y Acuerdos de la Cofradía del Rosa- j: 
rio, poniéndose al pié de ellas el siguiente dístico : j 1 


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126 .7 UNTA E. ADM INIST.U A T J V A 


■ « Del escarmiento del Inglés memoria 7 . ; 

: « Y de Liniers en Buenos Aires gloria . » A) 

ií 

Números 6 y 7 — En tela ordinaria como las precedentes. : ' 
La primera mide 2 metros 10 cantóme tros de longitud, por 1 ¡ . 

j | metro 90 centímetros de ancho, exhibiendo los emblemas de 
la muerte, en aspa de seda negra, sobre fondo lacre. Pertene- | : 
; ; ció al Regimiento Oreen de Santa Elena, comandante Lañe, 
i | La ultima, ya bastante deteriorarla, es de 4 metros 40 cen- \ ; 
tímetros, por 2 y 48 de ancho, con el Unión- jad en fondo j ¡ 
rojo. Eué pabellón de uno de los trasportes, bajado a tierra j 
por los ingleses para levantarlo en la fortaleza durante los I 
cuarenta y seis dias de su efímera ocupación. ¿' 

Ambas permanecen abatidas ante la imagen de la Virgen 
I del Rosario ó de la Victoria , á la que fueron votadas por 
: Liniers, cual don Juan de Austria le consagró las de Lepan to : 

!' —sin que exista en los archivos de Córdoba mejor constancia 
cíela remisión de tales trofeos en 1807, que una nota del ven- 
cedor, fecha 27 de Julio, comisionando á don Francisco Anto- 
nio de Letamendi para que las postrase á las plantas de la 
milagrosa imagen del Rosario, como lo verificó en 19 de 
Septiembre del propio año, pasándolas á manos del Prior fray 
Francisco Sosa. . . . «Bastaban para inmortal recuerdo, las 
!'. banderas enemigas, que como despojos tributados en honra ; 

1 y gloria de Dios, entre el culto latino de nuestra sagrada 
religión, permanecerán colgadas en los templos de María 
Santísima del Rosario de esa capital y de la inmediata ciudad 
de Córdoba, etc. . . «{Carta del Cabildo de Ortivo al de Bue- 
nos Aires , el 19 de Noviembre 1807), 

Deducimos pues, que Liniers se propuso hacer una demos- 
: tración de honor al tercio de Arribeños, (pie al mando de su 
digno y desventurado jefe don Pío de Grana (salteüo), fue de 

(i) Crónica naval da España, ate . vol. XI, ¿>. 4SÜ, 

til i . ,J da Julio da lSHí, se colocaron bajo da cristales para preservarlas mejor ’ 
délas injurias del tiempo— siendo Mayordomos de la citada Cofradía del Rosario, 

; los S. S. Pedro Crisóloyo Vertirá, Alejo de Nevares , Tres palacios y Antonio Doma- \ 

; i rio, sfífjún acta corriente (í fs, 26*5 ?/ tí del libro respectivo. 


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APÉNDICE 


127 


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1 1 los primeros en llegar á Miserere el 2 de Julio ( 1807 ) y luego 
¡! de tomar la derecha de la columna de ataque, cerrarse con el 
|¡ enemigo, llevando delante de sí el estrago y la muerte. 


Las banderas enunciadas, que más de una vez hemos exa- 
minado personalmente, carecen de corbata y su estado actual 
es poco satisfactorio. Las ele Córdoba conservan aim sns astas 
originarias, con tosca moharra de hierro, Estas ultimas, 

¡ correspondientes á las dos banderas del 71, forman parte del 
! museo de San Fernando al que fueron ofrecidas por el señor 
Nevares. 

Por Real Cédula del veinticuatro de Abril de mil ocho- 
cientos siete, se permitió que la ciudad de San Felipe y San- 
tiago de Montevideo, en recompensa de su heroica coopera- 
ción contra el enemigo común, agregase dichas banderas ásu 
blasón, con el dictado de Muy Ilustre y Reconquistadora, como 
| lo había hecho ya el general victorioso, adornando con eua- 
.¡ tro de ellas su escudo condal — por reputar quizá las otras, 
| como simples señales de situación estratégica. 

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(í) Trofeos de la BeconQuista Publicación oficial— Buenos Aires— 1882. 


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Estandartes del ^Antiguo Cabildo de 
Montevideo 


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Estandartes del ^Antiguo Cabildo de 
Montevideo 


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facsímile del proyectado Escudo 
de /trinas para la Ciudad de -Buenos res, 


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